El Zaragoza-Huesca ha evidenciado las carencias de uno de los derbis quizás con peor nivel de fútbol de los últimos tiempos, si no el más pobre de todos. Un gol afortunado de Aguirregabiria, golazo, por supuesto, ha sentenciado a un Huesca que ha pecado de timorato en los primeros minutos, entregando el balón a los de Sellés que, atolondradamente, han avanzado metros sin claridad alguna. Dani Jiménez, de hecho, no ha hecho ni una sóla parada en los 95 minutos de juego.
Pero el fútbol, como decía mi padre, es un juego en el que salen 22 tíos en calzones, 11 contra 11, y gana el que mete un gol más que el contrario, y ese ha sido el Zaragoza.
En cuanto al Huesca, si hubiera que buscar una buena noticia dentro del erial generalizado del que ha brotado alguna flor de cuando en cuando, es que se trata del primer partido en el que una pifia obscena no ha supuesto los tres puntos, como ha venido sucediendo inmisericordemente desde el inicio de la temporada.
Los de Bolo han ido a más y, de haber mediado un mínimo acierto en las oportunidades de Kortajarena o de Enol, ahora estaríamos con otro ánimo. En cualquier caso, cuatro entrenamientos no dan para un juicio. Sí la tendencia de un equipo que ha sumado tres puntos de 21 fuera de casa y que evidencia importantes carencias que son consecuencia de la configuración de la plantilla a principios de temporada, cuando se afrontaba la primera jornada con la promesa declarada de que era una plantilla larguísima y competitiva.
Esto es largo, pero el hecho de que el Huesca haya caído ya en puestos de descenso no es sino el fruto de una tendencia que comenzó hace mucho tiempo, que recordaba el cuento del lobo (¡que viene el lobo, que viene el lobo!) y que, como mejor noticia, ni es insalvable ni irreversible.
Antes de la siguiente jornada, Jon Pérez Bolo habrá de repensar todo, dosificar a los veteranos (lo de las faltas de Sielva es sorprendente, quizás sea un hermano gemelo) a los que ha alineado se entiende que en una declaración de intenciones y recuperar el ánimo de un equipo al que no se le ha visto deprimido, pero sí falto de chispa en los metros finales, sobre todo hasta que ha salido Ángel Pérez, para mí indiscutible. Tan evidente es que hay muchas batallas por delante como que, en invierno, habrá que sumar a más tropa con artillería pesada. De momento, se han evidenciado áreas mejoradas (pocas) y áreas mejorables (muchas más).