El video que grabó y editó Adrián Mora de la llegada del autobús de la Sociedad Deportiva a Huesca no admite ningún género de dudas. Lo que allí se vivió fue violencia. Verbal -no hay ocultación posible ni aminoración, porque en su naturaleza está la agresividad- y física, con esa cantidad de huevos, vasos y otros artefactos que tuvieron al chófer del bus todo el partido limpiando las lunas para poder ver en la conducción nocturna -con lo que tiene de agravante de falta de respeto a un trabajador-.
La prensa de la Corte -la misma que calificó de "indulto" en un titular la retirada de la tarjeta a Rubén Pulido en una interpretación forofa- ha intentado edulcorar esa realidad con grandes proclamas en torno a la fiesta del fútbol aragonés (característico y acreditado ramalazo centralista desde las jerarquías al último redactor que anula todo color que no sea blanquiazul) y un titular absolutamente falsario y surrealista: "Algunos aficionados lanzan objetos" al bus de la Sociedad Deportiva Huesca. Con esa vara de medir, se comprende que las manifestaciones sean reducidas o ampliadas hasta unos extremos ridículos dependiendo de la conveniencia o la línea editorial. Las imágenes del video delatan a cientos y cientos y cientos y cientos de aficionados que legítimamente recibieron al autobús de su equipo y se metamorfosearon en energúmenos con la llegada del azulgrana. Es fácil imaginar que los que tiraron objetos con los ojos encendidos de odio son adictos a la peor versión de las redes sociales a través del cobarde anonimato.
Hacen muy mal minimizando una escena que cada año acrecienta la virulencia en los aledaños del estadio zaragozano y que, en el interior, durante el partido, tiene su línea de continuidad con insultos coreados como el ya famoso "Pulido, muérete" que es levemente sancionado por los organismos competentes pese a ser un evidente cántico de odio. Que, por cierto, en la anterior visita a El Alcoraz, la grada de animación zaragocista también cantó entre el estupor del respetable oscense. En esta ocasión, la sanción al central oscense evitó este tristísimo espectáculo.
No, tampoco se puede generalizar. Los agresores del autobús del Huesca, los intimidadores del cuadro azulgrana, no son La Romareda, que tantas glorias ha disfrutado como tristeza ha acumulado en los últimos doce años. Pero sí son un número sobrado de hiriente como para que alguien intente hacer algo. No sirve el "y tú más" porque esa escena nunca se ha producido en sentido inverso en El Alcoraz, donde como en toda grada hay una parte determinada de incívicos, faltaría más. Que no aduzcan, desde la Ciudad Estado, nuestro carácter pueblerino, porque eso es tanto como concebir que la inteligencia colectiva depende del censo, algo rigurosamente incierto y radicalmente superficial. Estamos orgullosos de ser pueblerinos en su sentido estricto, en una provincia pueblerina en su acepción más rigurosa, amantes de los pueblos y, como tales, muy orgullosos de lo que nuestra ruralidad cierta y sin complejos ha conseguido en más de quince años admirables. Tres lustros largos en los que, por cierto, nuestra humildad ha sido puesta a prueba a golpe de adversidades bien resueltas.
Se impone una reflexión. En cada derbi en Huesca, encuentras en los restaurantes zaragozanos y oscenses compartiendo mesa y mantel para posteriormente dirigirse a El Alcoraz en buena sintonía. La pasión deportiva puede inducir a la animadversión, pero hay un límite que no se puede extralimitar. Son legiones las de oscenses que no quieren ir a La Romareda porque se convierte en un choque en el mejor de los casos antipático. O el fútbol aragonés entiende que tiene un problema o llegará algún día en que de los huevos saldrán tortillas, tortas y alguna consecuencia que luego lamentaremos. Gracias a Dios, la Policía Nacional hizo perfectamente su trabajo.
Es curioso porque, en este caso, las cúpulas mantienen una relación cordial, cada una en defensa de lo suyo, pero hay que recobrar el sentido de hermandad y reducir a los violentos antes de aislarlos y eliminarlos de todo graderío. Y los medios de comunicación tenemos nuestra parte alícuota de responsabilidad para llamar a los virulentos por su nombre, recriminarles su conducta y denunciar su atentado cierto a una imprescndible fraternidad entre los aragoneses, que no empece para la defensa de lo nuestro. La próxima temporada tendremos una oportunidad de acercar los sentimientos y despachar de este bonito universo del fútbol a los salvajes. Vistan la camiseta que vistan.