Participé en la Junta de Accionistas de la Sociedad Deportiva Huesca como representante de sendos propietarios de títulos. Soy consciente de la imposibilidad de retransmitirla, pero si el conjunto de los aficionados del club tuvieran acceso se darían cuenta de que en ella se narró un thriller psicológico-deportivo con desenlace inquietante, pero razonablemente esperanzador. Era la sensación de la cincuentena de empresas representadas en el Club de Negocios en Sommos, en el que la atmósfera ya ha cambiado: atrás quedan los fastos y los dispendios, adelante la seriedad y su verdadera utilidad, que es apoyar a la sociedad y establecer nexos entre las compañías que las ponen. No es preciso gastarse lo de dos jugadores en el Conde de Godó, en Viena o en el Madrid-Leipzig (y encima vanagloriarse en redes sociales como auténticos fatos).
Mi vecino de butaca fue demoledor: "Nos han engañado y han arruinado al club", a la par que exigía un repaso a las responsabilidades de los anteriores mandatarios. Disfrutaron de tal vida loca que dejaron un rastro perceptible en la junta. Ni dieron de baja la Comisión Ejecutiva presidida por Alberto Larraz, hasta este día 30 vigente sin nadie saberlo, ni habían oficializado los abundantes relevos de consejeros ni habían sabido formular las cuentas del 2022-23 en tiempo y forma lo que provocó que la registradora las echara atrás. Salvo Bahía y un par de ciudadanos privados, nadie las apoyó en la disyuntiva entre aprobar y censurar. La Fundación, representada por Manuel Ollé, se abstuvo por ser necesaria su aprobación para el proceso de reducción y ampliación de capital, esto es, la supervivencia. Es lo que vulgarmente se denomina votar con la nariz tapada. Fue elocuente: esto no significa respaldo a la gestión, más bien al contrario.
La Junta retrató la inconsistencia gestora de los últimos años, plasmada en la última derrota judicial del local de Pirineos que costará al club no menos de 160.000 euros, que ya les digo que se van al doble con lo que ya había abonado de anteriores sentencias. Demoledor. Burofaxes que se confunden con correos electrónicos, cita con notario para devolver las llaves a la que no acuden y, mientras tanto, el club se desangra. Añadamos lo que pudo ser y al final no fue con la licencia ambiental (amenaza de puerta cerrada contra el Espanyol, con lo que implicaba de descalabro de ingresos). Toda una cultura de la gestión derrochadora de aquel viejo concepto de que el dinero no es de nadie, que es del viento.
Hubo más, mucho más, como las retribuciones de los Consejos que, más allá de que se reducen ya de 260.000 euros a 150.000 máximo, arrojaban certezas sobre su ilegalidad. ¿Cómo es posible que consejeros cobraran las anunciadas dietas a cinco mil del ala y todos los meses la misma, en clara vulneración de toda normativa?
Y la astracanada de Bahía en una puesta en escena obscena. El desprecio al papel histórico de Agustín Lasaosa en la etapa dorada del club. La reivindicación de todos los méritos, todos, en la ascensión y permanencia en el fútbol profesional por la compañía de Garay y Petón. La defensa de una gestión disparatada con números que rápidamente corrigió el secretario porque representaban sus afirmaciones sostener que lo de Costa-Arqa era una sobreactuación y nunca hubo riesgo de disolución. E incluso la apelación a la Oikos desvergonzada ante un presidente que ha sufrido cinco años de condena de facto. De ahí la razonabilidad de su lapidaria despedida: "Si hablo de la Oikos y de Bahía, estaríamos aquí siete días seguidos". Sin levantarnos.

La pregunta es: ¿Cómo se explica la impunidad con la que se han dilapidado decenas y decenas -hasta un centenar y medio- de millones mientras paradójicamente la situación se degradaba al ritmo en que desaparecían los platos de chuletones y se vaciaban las botellas de vino más selectas libadas por gestores insensatos y -sí- incapaces?
Pues en un acto de constricción, este escribano sostiene que por la confluencia de diferentes actores que hemos callado -todos- en un silencio de los corderos. Ya saben que la muerte de las ovejas en el Pirineo obedecen al acoso del oso hasta que se precipitan los rebaños por las cortadas.
1.- Los gestores. Como tal, son los principales responsables. A carcajada limpia, confundieron el FSSR con el DSSR (Desleales Siempre Sin Reblar). Gastaron como no lo harían en sus casas, sabiendo que a su disposición tenían un pequeño banco de España. Ninguno fue capaz de denunciar una situación terrorífica que iba debilitando el cuerpo de la Sociedad Deportiva Huesca, que pasó de orondo a famélico y, entre bravuconadas de los que sostenían que todo iba maravilloso, encargaron la extremaunción diez segundos antes de saltar del barco.
2.- Las instituciones. Compartieron el banquete pantagruélico en que se convirtió cada convocatoria de la Sociedad Deportiva Huesca, siempre acompañada mucho más como aprovechamiento que como representación. Servirse, que no servir.
3.- Los medios de comunicación, atiborrados en la gran mesa del negocio de la despoblación, con lucrativas y hueras actividades recorriendo la provincia como falsa divulgación y verdadero pase por caja. Ni una crítica, ni un descubrimiento de corruptelas o corrupciones. Claro, estar de esta parte incómoda provoca menos rendimientos y más antipatías. La verdad duele y es mejor ser simpáticos con el poder. Este molesto EL DIARIO DE HUESCA, el más cercano a la realidad descarnada, era despachado entre la sonrisa displicente y la negativa de sus revelaciones. Creyeron tener las mejores fuentes, pero los gargantas profundas oficiales nunca lo son porque su empeño es la ocultación.
4.- Los acomodaticios. Una parte de la afición no quería leer ni escuchar la verdad. Se amparaban en el irreal paradigma de que, con meter goles, ya era suficiente, sin darse cuenta de que la pescadilla se muerde la cola y, al final, fenece la pescadilla y te quedas con la cola inerte. En el fútbol, la economía es vital. ¿Cómo es posible que una parte de peñas y otras organizaciones dieran por bueno el ilusionismo de aquel conferenciante de parte que estimó en más de treinta millones cuando las cuentas ya tendían a los números rojos? Faltó conciencia crítica, reflexión y perspicacia, pero si hay algún pagano de todo el desastre es el aficionado.
Todos callamos (todos, incluso en algún momento yo, si bien fue más por falta de pruebas que todavía persigo que por convicción). Y, mientras, los lobos acechaban a los rebaños. Los católicos creemos en la segunda oportunidad. Y no deja de ser paradójico que detecto algunos grupos interesados en sembrar dudas sobre quienes, por vez primera, y que no nos cuenten películas de la constitución de la SAD, han depositado su dinero con cifras millonarias. Sin embargo, créanme -o no-, la Junta de Accionistas fue, por vez primera, un encuentro con respeto a la madurez de los accionistas y a la afición. Con cuentas y sin cuentos. Y el Club de Negocios del día subsecuente, un soplo de aire fresco. Quizás, desde ahora, no te manden callar con filípicas y falsos power-points. Quizás. Arranca una nueva etapa. Uno, quizás ingenuo, alberga alguna esperanza.