En mi periplo estudiantil por Zaragoza, un amigo y yo convertimos en tradición juntarnos a las doce de la noche para escuchar el programa radiofónico de José María García. Apenas unos minutos bastaban para saber si el programa iba a tener la suficiente enjundia como para permanecer ante el radio-despertador o si era mejor dejarlo estar y proceder a planchar la oreja, que desde luego era lo que tocaba desde un punto de vista académico.
Por aquel entonces no había podcasts ni Youtube ni redes sociales y vivir en directo lo que sucedía en las ondas te proporcionaba argumentos y tema de conversación para la comida del día siguiente. Fueron tiempos francamente intensos con una guerra sin cuartel entre García y José Ramón de la Morena, que nos tenía a unos y otros moviendo la rosca del dial en busca de las emociones más fuertes.
Entre las cosas que más gracia nos hacían del periodista asturiano eran sus impresentables salidas de tono (inimitables, aunque alguno lo haya intentado sin éxito) hacia los reporteros que trabajaban a pie de campo en los diferentes partidos. Recuerdo una noche en la que, terminado el partido un reportero preguntó a Mijatovic si estaba contento tras haber marcado un gol y García cortó la entrevista abroncando al subordinado con cajas destempladas: “¡¿Pero qué pregunta es ésa?!. ¿Cómo no va a estar contento si ha marcado un gol?”
Tras la montaña rusa que vivimos ayer en el Alcoraz, me comentaron que la rueda de prensa de Sergi Guilló había sido muy interesante. No suelo consumir yo ese tipo de género por la abundancia pero comoquiera que fueron varias personas quienes me lo dijeron, terminé viéndola con posterioridad.
Creo que Adrián Mora (Diario de Huesca) y Víctor Lorente (Aragón Radio) se habrían librado de la furia de García porque plantearon cuestiones muy interesantes que llegaron a mostrar a un Sergi Guilló auténtico, incluso en algún momento emocionado, casi al borde del llanto.
El partido contra el Andorra había tenido dos partes claramente diferenciadas. La primera, a todas luces nefasta, puso en clara ventaja al conjunto del Principado y, en el sentir popular cuya temperatura se mide en los diferentes chats del WhatsApp, ubicó al técnico ilicitano en el cadalso. Al margen de los errores puntuales, todos percibimos disonancia y ruido en la emisora de las sensaciones que transmiten los protagonistas del verde, banquillo incluido.
Cambió el panorama en el segundo acto. Y, en mi opinión, no tanto por acierto sino por actitud. Pese a la inescrutable existencia en todas las zonas del Alcoraz de invernaderos de cenizos del todo mal, Huesca es una plaza cómoda para los profesionales del balompié. No digo que seamos una parroquia conformista pero sí agradecida con cualquier mínima intención de competir por parte de los nuestros y ayer no fue una excepción. Con el empuje de unos y otros se consiguió nivelar el encuentro para conseguir un pírrico punto que dejó la sensación de que se habrían convertido en tres de durar unos minutos más la contienda.
No es la opinión más popular entre mis conocidos (algunos de los cuales saben muchísimo más de fútbol que yo) pero, por si no quedó claro en mi anterior artículo, yo creo en Sergi Guilló. Y entre los varios motivos por lo que mantengo mi apuesta en él y deseo que sea capaz de enderezar la nave es porque me niego a admitir uno de los argumentos que más me han esgrimido en los últimos días: “Es que es muy buena persona y eso en este mundo…”.
Detesto la creencia de que la autoridad esté reñida con la bonhomía. Pienso que puede ser un excelente jefe o directivo sin tener que renunciar a ejercer el cargo en base a unos buenos valores. No negaré que hay determinadas posiciones que son más sencillas para gente únicamente orientada al resultado pero ello no resta ni un ápice de capacidad de mando a las buenas personas que tienen, eso sí, que medir muy bien sus acciones para no confundir sus virtudes con el paternalismo.
Claro que Guilló tiene muchas cosas que corregir pero honestamente no creo que sea el único de los involucrados -aguas abajo y aguas arriba- con deberes en la mochila. Es responsabilidad suya gestionar el vestuario para alinear las individualidades disponibles y convertirlas en Equipo con mayúsculas y con una identidad que tenga su impronta como técnico. De la misma manera, a esas individualidades hay que exigirles solidaridad en forma de sacrificio convencido que anteponga el Equipo a su interés personal enganchándonos a los aficionados a la sintonía de un Huesca reconocible.