Sociedad Deportiva Huesca, de vuelta a los orígenes

Las batallitas del carca

19 de Julio de 2022
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La Sociedad Deportiva Huesca (Okazaki en la imagen) y la necesidad de la vuelta a los orígenes.
La Sociedad Deportiva Huesca (Okazaki en la imagen) y la necesidad de la vuelta a los orígenes.

Tengo 65 años. Ya lo sé: no es ninguna proeza. Pero mi edad (y mi desarrollo profesional) me ha permitido seguir el curso de los acontecimientos azulgranas desde unas perspectivas privilegiadas. Primero, como aprendiz de aficionado (vi jugar a Gárate en San Jorge); después, como jugador y entrenador; a continuación, como parte de los medios de comunicación; y para remate, de vuelta a mis orígenes como seguidor del Huesca.

Cada cambio de ‘profesión’ me ha ido dando un criterio tan voluble como el propio fútbol. He disfrutado y padecido con los éxitos (Campeonato de España de Aficionados, ascensos de categorías hasta llegar a Primera División) y fracasos (descenso a Preferente, derrotas con Guadalajara, Gernica o Huelva…), pero el hecho que me dejó una huella más profunda fue cuando me retiré prematuramente del fútbol.

Empezó la siguiente temporada y yo amanecí sentado en la grada de General. Rodeado  por mis amigos, asistí impertérrito y en silencio al recital de improperios, insultos y gritos que salían desde la pasión de la grada mientras el balón discurría ajeno a mi atención. Tal fue mi parálisis  y cara de terror que un compañero me cuestionó al final del partido: ¿Qué tal? Mi única respuesta fue otra pregunta: ¿Me supongo que todo esto me lo habrán estado diciendo a mí cada partido? “Sí, incluso más porque hoy se ha ganado”, zanjó mi colega.

Eran años de transitar por la Tercera División (con equipos de la Región) y esporádicos ascensos/descenso a Segunda B, categoría que nos parecía el Olimpo de los dioses. Así durante los primeros 46 años de existencia del club oscense… Hasta que todo, o casi todo cambió.

En los últimos 16 años el Huesca ha estado cuatro campañas en Segunda B, once en Segunda (con la actual) y dos en Primera División. Un palmarés al alcance de muy pocos que ha estado acompañado por un crecimiento espectacular del club.

Hemos pasado de que el recordado Jaime Ferrer nos diera el número exacto de espectadores en el descanso (los contaba ‘a dedo’ y le daba tiempo de repetir para ver si cuadraban) a disfrutar de un estadio (propio y pagado) –El Alcoraz- exuberante y precioso que es la envidia generalizada. Por aquí han pasado los mejores jugadores del mundo y los equipos más galardonados del planeta fútbol, pero parece que el caviar se nos ha indigestado un poco.

A lo bueno se acostumbra uno enseguida y hemos pasado de aplaudir por nada a protestar por todo y mi neurona primitiva ha saltado reclamando un poco de sensatez.

Entiendo los gritos en el campo –aunque no los comparto- como consecuencia de la frustración de una derrota o del error de un jugador que sentimos como el que más. Tampoco se me ocurre insultar a nadie, ni al árbitro (y mira que los hay malos). Todo ese griterío lo perciben y lo acusan en su rendimiento los jugadores -aunque en mí época yo no me enterase-, pero lo peor es que desde la grada se traslada después a la ciénaga de las redes sociales (hay honrosas excepciones).

Por el bien de mi salud mental, voy a volver a mis orígenes y me limitaré a animar desde la grada, con el corazón y la sangre azulgrana. Fieles siempre sin reblar.

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