El fin de semana pasado me fui con mi hijo Pepe a Berlín a ver el partido entre España y Croacia, cuando aterrizó el avión y volvimos a conectar el móvil Pepe me dio un abrazo y me dijo -papá lo habéis conseguido, Agustín vuelve a ser presidente del Huesca-.
Mi hijo y yo tenemos un extraño idilio con Huesca, todo empezó cuando conocimos la ciudad a raíz de un partido entre el Huesca y el Español, quedamos prendados de su gente, de la ciudad, entonces escribí un artículo que se hizo viral titulado “Huesca es de Primera”, eso hizo que iniciásemos una relación de amistad con Agustín Lasaosa.
Un día estaba yo en un juicio cuando me enteré que Agustín Lasaosa había sido detenido y quería que yo le asistiese, faltaba una sesión de juicio pero yo ya había informado y pedí permiso para que me sustituyese una compañera, me fui rápidamente a Huesca y de las primeras actuaciones empecé a deducir que esa causa olía mas a bluf que a realidad.
Era consciente que llegaba a Huesca con la falsa aureola de lo que se llama un abogado mediático, y digo falsa porque los compañeros que allí me encontré, Pedro Camarero, Ricardo Orús, José Manuel Oliván, o Juan Pablo Larena, me permitirían integrarme en un equipo realmente excepcional, grandes profesionales con los que he tenido el honor y el placer de cerrar filas y combatir codo con codo.
Al fondo se oían cantos de sirenas de lo más variado, pero nosotros y nuestros defendidos éramos un equipo sólido, cerrado, compacto, capaces de aguantar cualquier tumbo que daba la instrucción, de apuestas deportivas a amaños de partidos, de ahí a obras en un campo de fútbol, pasando por supuestos pagos imposibles.
Una segunda e incomprensible detención para Agustín, y solo una duda que quizás nunca tenga respuesta: ¿qué había detrás de todo esto?
Durante varios años la defensa de Agustín ha sido una obsesión para mí, entre otras cosas porque mi hijo me preguntaba siempre cómo estaba el asunto, cuándo se acabaría para Agustín. Hay una clave para entender esta relación: Pepe fundó un equipo de fútbol durante la pandemia, fue capaz de reunir treinta y dos jugadores y crear un equipo en esa época lo que llamó la atención de muchos medios de comunicación. A ese equipo creado por un joven que entonces tenía diecisiete años decidió equiparlo con la Cruz de San Jorge, todo un homenaje a Huesca y a Agustín a quien tanto Pepe como yo consideramos un maestro del fútbol.
Ahora que todo ha terminado le deseo a Agustín y al Huesca la mejor de las suertes, deseo y espero se materialice en los próximos años con un Huesca-Español en Primera División, Agustín tiene ahora que dedicarse en cuerpo y alma a lo suyo, pero aquí en Barcelona habrá siempre un rincón de Huesca en el despacho de quién orgullosamente lo defendió, y en los colores de la camiseta del Club de Fútbol La Bonanova que Pepe vistió con La Cruz de San Jorge.
Animo y fuerza a Agustín porque como, ya escribí una vez, Huesca es de primera y con Agustín volverá.