"Buscar la libertad en la independencia y la independencia en la industria". Esta máxima de Juan López de Peñalver, uno de los padres de la Ingeniería Industrial, sirvió de colofón a la conferencia de Pío Javier Ramón, vicedecano del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Aragón y La Rioja, para celebrar el 175 aniversario de la profesión, en la Delegación en Huesca que dirige David Ruiz. Viene a cuento por la coyuntura actual con "una Europa desindustrializada y por el informe Draghi que alerta para que el continente vuelva a fabricar, apostar por el desarrollo tecnológico y ser autónoma. Todo esto, que tiene tanta vigencia hoy, Peñalver dos siglos antes lo tenía claro". De ahí la trascendencia de "conocer el pasado para afrontar el presente y mirar hacia el futuro".
Pío Javier Ramón, ingeniero industrial y dedicado también al sector energético, amante de la historia, ha explicado la evolución de la Ingeniería Industrial que se institucionalizó en principio utilizando la escuela técnica y, a partir de ahí, España usó el modelo francés, tal es así que los alumnos iban a clase uniformados. Exponía el ejemplo de Agustín de Betancourt, el fundador de la Escuela de Caminos, que cuando se exilió en Rusia para fundar la Escuela de Ingenieros de Vías de Comunicación, vestía el uniforme de Ingeniero General de Vías de Comunicación.
El vicedecano atribuye a los ilustrados un papel fundamental porque entendieron que "la ingeniería, la técnica, la industria", eran básicas para el progreso de España, y adoptaron estrategias para enviar a pensionados a prestigiosos centros extranjeros para que aprendieran y volvieran como profesores de centro de formación. Es el origen de las escuelas de caminos, minas, montes, industriales. Otra medida era la contratación de ingenieros y técnicos extranjeros para enseñar en España, como era el caso de Joseph Louis Proust, químico autor de la ley de las proporciones definidas. Como confluencia de ambas direcciones, la creación de instituciones científicas y técnicas donde confluían los pensionados y los profesores que ya ejercían en España.
Importantes fueron los ingenieros militares, con la creación del Cuerpo de Ingenieros miliares de los Ejércitos y Plazas que fundó el ingeniero general flamenco Próspero de Verboom en 1711. Posteriormente, se formaban en la Academia de Matemáticas y Fortificación de Barcelona, entre ellos "Félix de Azara, oscense ilustre, ingeniero militar y naturalista elogiado por Darwin". Se dedicaban, además de a cometidos castrenses, a obras públicas, defensas portuarias, electrificación, establecimientos fabriles... "Las Reales Fábricas fueron obras de estos ingenieros", incluso de organización industrial. Emblemática fue la Real Academia de Guardamarinas, que tambié formaban a científicos e ingenieros navales como Jorge Juan, que "aparte de brillante ingeniero, dominaba idiomas, fue espía industrial y espió a la Royal Navy, los mejoró en España y se trajo a familias enteras que estaban a disgusto en Inglaterra. Mejoró muchísimo la flota" con un buque de 60 cañones que la Royal Navy envidiaba. También ha citado a Antonio Ulloa y José María de Lanz, un criollo mexicano que colaboró con Betancourt en la creación de la escuela de ingenieros.
Pío Javier Ramón ha continuado el recorrido con el Real Gabinete de Historia Natural de 1752 y con el Real Seminario Patriótico de Vergara de 1774 con los hermanos Fausto y Juan José del Huyar, que descubrieron el wolframio. Otras escuelas fueron la de Delineadores y Geómetras Subterráneos de Almadén en 1777, la de Junta de Comercio de Barcelona, el Laboratorio de Química y Real Escuela de Minerología y el Observatorio Asonómico y el Cuerpo de Ingenieros Cosmógrafos en 1796.
Capítulo aparte ha merecido el Real Gabinete de Máquinas con el Equipo Hidráulico de Agustín de Betancourt pensionados en Francia para confeccionar planos y maquetas de máquinas avanzadas, o su homónimo del Buen Retiro que abrió en 1792 con Betancourt de director y Juan López de Peñalvert de vicedirector. Betancourt y Lanz escribieron el "Ensayo sobre la composición de las máquinas", primer tratado histórico de Cinemática y Dinámica de Máquinas.
La ruta histórica continúa con la Escuela de Caminos de 1802 de Betancour, el Conservatorio de Artes y Oficios que José Bonaparte encargó a José María de Lanz, lo que le propició una mala fama de afrancesado, y la Escuela Politécnica Civil y Militar en el Trienio Liberal en torno a 1821.

La restauración absolutista de Fernando VII abrió otra etapa con el cierre de la Escuela de Caminos y la crisis económica que precedió al perfil tecnócrata de López Ballesteros que recuperó a técnicos liberales antes caídos en desgracia como Peñalver o Lanz, mientras arrancaba la industria textil en Cataluña y la siderúrgica en Andalucía, "antes que la de Vizcaya".
Se ha detenido en el Real Conservatorio de Artes de Juan López de Peñalver, edificio que hoy alberga la Real Academia de Jurisprudencia en la actual calle Marqués de Cubas madrileña. Se conformó como registro de propiedad industrial que se financiaba con las tasas de las patentes y beneficios de las minas. Arrancó la actividad docente no reglada en 1825 con Geometría, Física, Mecánica, Delineación y Química aplicadas a las artes entendidas éstas como las aplicadas a la industria. El primer director fue Peñalver y en 1832 el nuevo plan de estudios integra Particular, General y Especial. En 1834, fallece Peñalver y ese mismo año se funda la Escuela Central de Artes y Manufacturas de Madrid, a la vez que se produce la tercera y definitiva reapertura de la Escuela de Caminos. El Real Conservatorio fue regido hasta 1843 por Francisco de Paula y Juan de Subercase.
Pío Javier Ramón proseguía el relato con el relevo generacional de los pensionados, próximos además a los liberales, y una transformación que incluye también cambios de ubicación. Entre las instituciones, en la Escuela de Minas fundada por Fausto de Huyar se forma otra eminencia de Huesca, Lucas Mallada.
Se ha adentrado en el Real Instituto Industrial de 1850, perfectamente reglado y forma maestros en artes y oficios y a artesanos, además de ser custodio de los patrones de pesas y medidas. Se crean por la Ley Moyano de 1857 las escuelas superiores de Barcelona, Valencia, Sevilla, Gijón y Vergara. La crisis en 1867 lleva el nombre de Manuel Orovia, marqués, gobernador civil, diputado y senador pese a su poca providencia verbal. El RCA queda de nuevo en solitario y trata de cubrir el hueco entre obrero e ingeniero sin descuidar la enseñanza elemental.
La consolidación no llegaría hasta 1880, cuando los ingenieros industriales pasan a dirigir fábricas, talleres ferroviarios, siderurgias, industrias mecánicas y son pioneros de la electricidad.

LA PROFESIÓN EN EL SIGLO XX
Arranca una etapa decisiva con la creacón de la Escuela de Ingenieros en Bilbao, el nuevo marco normativo y la reapertura de la de Madrid, amén del Instituto Católico de Artes e Industrias y la creación del Cuerpo de Ingenieros Industriales en 1911 y de los Colegios en 1949.
Mantenían algunos signos identitarios como los uniformes y posteriormente el escudo de los colegios que ha ido cambiando sucesivamente. Crucial fue la integración en la Universidad con nuevas escuelas en Sevilla, Valencia, Zaragoza, Valladolid, Vigo y Gijón que se sumaban a las de Madrid, Barcelona y Bilbao, gracias a la nueva legislación de Reforma de las Enseñanzas Técnicas. El último hito fue el Plan Bolonia con la estructura de grados y másters.
CELEDONIO JOSÉ PUEYO, UN EJEMPLO
Pío Javier Ramón se adentraba en la figura de Celedonio José Pueyo Luesma, importantísima en la provincia de Huesca. Fue el ingeniero que proyectó Industrial Química, que daría pie posteriormente a lo que hoy es el barrio de la Almozara de Zaragoza. "Era tan brillante que sacó las oposiciones de ingeniero del Estado y lo nombraron delegado de Industria primero en Huesca, luego en Barcelona y finalmente en Zaragoza".
Fue director de Energías e Industrias Aragonesas (EIASA), diseñó muchas de sus centrales hidroeléctricas. Igualmente, presidió Baños de Panticosa, a la que dio impulso importante y "muchas de las casas se deben a Celedonio". También fue presidente del Canal Imperial de Aragón, donde habitualmente figuraban ingenieros de Caminos. Integró el consejo de la Confederacion Hidrográfica del Ebro. Fue vicepresidente de la Estación de Estudios Pirenaicos de Jaca, que le rindió tributo en su fallecimiento.
Como buen articulista, otra de sus facetas, Celedonio Pueyo fue vocal del Sindicato de Iniciativas y Propaganda de Aragón. Miembro de las academias de Ciencias y de Nobles y Bellas Artes de San Luis, dio clases en la Escuela de Trabajo Social en Zaragoza. Le gustaba la arqueología y le apasionaban los fósiles, cuya colección donó a la Universidad de Zaragoza.
El vicedecano del COIIAR proseguía con la figura del ingeniero, que fue fundador de la Sociedad Aragonesa de Ciencias Naturales y de la Sociedad Ibérica de Ciencias Naturales.
Como promotor empresarial, intentó atraer toda la industria para Aragón. De hecho, "se entrevistó con Miguel Primo de Rivera en la época del directorio para favorecer la promoción de implantaciones industriales. Fruto de aquella conversación, consiguió el apoyo a la fábrica Fundiciones y Maquinistas del Ebro, cuyas chimeneas se ven todavía al otro lado del río. Y también apoyó a Fundaciones Averly en Zaragoza. Se preocupaba por el desarrollo industrial".
Concluía su perfil de Celedonio Pueyo con la faceta de fotógrafo que recorrió la provincia de Huesca y dejó una colección de fotografías costumbristas y de paisajes depositadas en la Fototeca de la Diputación Provincial de Huesca.