Perera y Rufo, derroche de torería para abrir la puerta grande en Huesca

Seis orejas se cortaron en la tercera tarde de la feria en la que triunfaron Perera y un debutante Tomás Rufo

Adrián Mora
Periodista
12 de Agosto de 2022
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Tomás Rufo cortó dos orejas del último toro de la tarde. Foto: Jacques Valat
Tomás Rufo cortó dos orejas del último toro de la tarde. Foto: Jacques Valat

La torería tiene premio. Y la casta en los toros propicia el triunfo. Las comparaciones son odiosas, sí, pero la desesperante tarde del jueves y la satisfactoria del viernes se solaparon y la ganadería de El Torero pasó por encima como una apisonadora a los toros de Castillejo de Huebra. Los animales de este viernes, en la tercera tarde de la feria, salieron de chiqueros con la rasmia propia que da el encaste. Puro caviar acostumbrados a la mansada del jueves. Animales con buena condición y toreros a un alto nivel que solo no consiguieron un triunfo mayor por el mal uso de los hierros a la hora de matar. Miguel Ángel Perera y Tomás Rufo -la sensación del toreo en estos momentos- salieron a hombros de la Plaza de Toros de Huesca, tal y como hiciera el mexicano Joselito Adame en la primera tarde, el día de San Lorenzo. En las gradas, algo más de tres cuartos de entrada en una nueva tarde de un calor asfixiante.

Rufo es de esas irrupciones esperanzadoras en el escalafón que dan aire a la fiesta porque llena de ilusión los tendidos con su desvergüenza y torería, que se afana por ganarse la vida como matador. Una figura cristalina. Desorejó a su último oponente -el que cerraba la tarde- a base de valor, de ese que tiene para dar y regalar. Es uno de esos toreros que se pegan y se manchan el traje. Empezó por el pitón derecho y luego pasó al natural por el izquierdo. El toro, siguiendo la misma tónica que sus hermanos, respondió a base de nobleza y casta. El joven diestro de 23 años debutaba en Huesca y se fue a matar pensando en la puerta grande.

En su primer envite recibió muy firme con el capote, de rodillas, trasladando al público oscense que aquello iba en serio. Delante, un toro muy bonito de pelaje. Destacaron los más que correctos pares de banderillas de Fernando Sánchez. En la lidia, bellos naturales de calidad por el pitón izquierdo, de esos eternos que encandilan al respetable, por profundidad y recorrido. El joven demostró con esas tandas la pureza que lleva dentro y la faena terminó con unos pases por la espalda para acabar de rematar.

La tarde la encauzó Miguel Ángel Perera, un seguro siempre en Huesca por su buena muñeca, veteranía y clase. Abrió bien con verónicas al primero de su lote, que fue el peor. El animal pasaba como un avión por las telas y humillaba bien. Después del caballo lo llevó por tafalleras, suaves y de mucha calidad. Descacar la certeza de Javier Ambel, de sobras conocido como un gran banderillero. Con muleta no anduvo fino pues el toro acabó cabeceando y hasta en tres ocasiones casi le arranca la muleta de la mano al final del pase. En dos de ellas, se le escapó de las manos para acabar en la arena. El toro era tan noble como complicado y la faena tuvo algún que otro susto. Nada que con veteranía el bueno de Perera pudiera solventar.

El quinto, su segundo, fue quizá el toro con más trapío de la corrida. Perera estuvo por encima de su oponente y eso le hizo abrir la puerta grande. El asentado capote del torero extremeño abrió una faena de dos orejas muy reclamadas por el público y con la muleta estuvo cómodo porque delante había un animal que poseía condiciones. Noble, aunque sin demasiada calidad en la embestida, Perera le fue ganando terreno hasta que se le agotó la gasolina, cuando solo atendía a la muleta por raza. Emoción con los arrimazos, no por la embestida. Dos orejas y puerta grande.

La tarde de El Juli se resume en el desacierto con la espada. Y fue una lástima, porque el diestro derrochó buen oficio demostrando que está en un gran momento de forma. Recibió con verónicas al que abría plaza, que se empleó con fuerza y saña en el caballo (entró hasta en dos ocasiones), y terminó por chicuelinas un Juli muy torero junto a un toro que iba al cite (ya era un milagro después de lo vivido el jueves). Se intuyó desde el minuto uno que podía ser una gran faena. El pitón izquierdo corroboró la nobleza y la raza mientras Julián disfrutaba como niño chico. Le pegó media docena de naturales, con clavos en los pies, absolutamente maravillosos. De esos que recuerdas por la noche cuando das vueltas en la cama, instantes antes de conciliar el sueño. La plaza, rendida, y el público, enloquecido. El pinchazo a la hora de matar y la media estocada posterior negaron la oreja a una faena de puerta grande.

En su segundo, la emoción no acabó de calar con un animal distraído por momentos que poseía una embestida incierta. El Juli lo trabajó pero en ocasiones se quedaba a medio recorrido. Abrevió. Con ello y con un nuevo fallo con la espada a la hora de matar terminó su tarde que dejó un retrogusto amargo, en su figura y en el respetable, porque no tuvo la oportunidad de desquitarse tras el faenón del primero. Las tres figuras derrocharon torería, pero los hierros no permitieron el triunfo con rotundidad.

FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de la ganadería de El Torero, encastados y de buen juego.

El Juli, de morado nazareno y oro: pinchazo, media estocada y descabello (oreja). Pinchazo y estocada traserea (silencio).

Miguel Ángel Perera, de nazareno y oro: Estocada (oreja). Estocada (dos orejas).

Tomás Rufo, de azul y oro: Entoconazo algo perpendicular y descabello (silencio). Estocada (dos orejas).

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