Unos inoperantes toros dejan con las ganas a toreros y afición

Diego Urdiales fue el más destacado de la segunda de la feria tras cortar dos orejas a una cruda corrida de Castillejo de Huebra. Morante cortó una oreja y no pudo hacer nada con su segundo toro

Adrián Mora
Periodista
11 de Agosto de 2022
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Morante de la Puebla torea en su regreso a Huesca. Foto: Jacques Valat
Morante de la Puebla torea en su regreso a Huesca. Foto: Jacques Valat

Un quiero y no puedo. Corrida floja y espesa de Castillejo de Huebra en la segunda tarde de la Feria Taurina de La Albahaca. Para lo cruda que fue, aún se cortaron tres orejas. Dos de ellas fueron a parar a Diego Urdiales (una de cada toro), merecidas por la mezcla de oficio y clase que tiene en sus adentros y que saca a relucir, ya sea en Las Ventas de Madrid o en Huesca. Morante pasó prácticamente desapercibido en su regreso a la capital altoaragonesa después de la aparatosa cogida que sufrió en 2013 y el público se quedó con las ganas de ver el mejor toreo del diestro de La Puebla del Río.

En vísperas de mucho, días de nada. Eso dicen. Un dicho que se cumplió a rajatabla con los desclasados toros que se lidiaron en Huesca. Un calor de justicia sofocó a los presentes que estuvieron a punto de colgar el cartel de "no hay billetes". Regresaba Morante de la Puebla al coso taurino oscense y con ello el llenazo en las gradas. Le tocó lidiar con Bullicioso, el segundo de la tarde, y lo mejor que le sacó fue al natural por el pitón izquierdo a un animal muy basto, grosero, cabeceador y con poco recorrido. No fue sencillo, pero las ganas le llevaron a exprimirlo y le mimó hasta que lo encauzó por el buen camino. Voluntad mostró el andaluz, tal y como viene haciendo durante toda la temporada taurina. Pinchó al entrar a matar y el premio se quedó en una oreja. En la vuelta al ruedo, agarró una bandera que portaba el escudo de la SD Huesca y se permitió el lujo de dar un pase al aire para el delirio de la afición.

Otra historia fue en su segundo recibimiento. No es la primera vez que cuando no le entra por el ojo, coge el estoque y acaba con el animal por la vía rápida. Sin miramientos. Así fue con el segundo oponente, que mostró unas condiciones pésimas. Un buey en toda regla. Lanceó a una mano con el capote en la salida del toro pero Morante ya negaba con la cabeza. Algo no le cuadraba. La figura torera con el que calmó al segundo de la tarde se diluyó por completo y cerró su tarde en un abrir y cerrar de ojos. A la banda de música no le dio tiempo ni a tocar. La gente se quedó con las ganas de ver el soberbio capote y la fina muleta de Morante.

Lo mejor de la tarde fue el oficio y la clase de Diego Urdiales. Es de esos luchadores que se ha ganado con trabajo -mucho trabajo- su posición en el escalafón de los matadores de toros. En su primero, muy cerrado de pitones, no consiguió transmitir emoción al público pues el toro nunca tuvo fijeza y las tandas quedaron demasiado vacías de emoción. Mató muy bien, eso sí, con un estoconazo de aúpa, pero tan solo le dio para acabar cortando un apéndice. Merecida.

El que cerraba la corrida era el de la esperanza. La última bala que podía enderezar la tarde era para el de Arnedo, quien lo intentó de todas las maneras habidas y por haber. Los primeros pases fueron buenos, pero no acababan de redondearse por los trompicones a final de recorrido. Enlazó con mano izquierda una tanda de mucha calidad y suavidad, templando al animal como solo los buenos saben. Tan trabajador como fino, demostró que ambas etiquetas no están reñidas y el buen toreo puede ser una mezcla de ambas. Pinchó al entrar al matar pero el público respondió con aplausos. Al segundo intento, le dio una gran estocada para obtener una oreja.

El Cordobés buscó refugio en el tendido de sol, sabedor que con levantar la cabeza en esa dirección iba a encontrar la respuesta del público oscense. Su actuación en Huesca es siempre igual. Digamos que le gusta la fiesta. Le tocó un primer toro anovillado, tanto en presencia como en comportamiento. Distraido. Sin embargo, si el torero había encontrado refugio en las peñas, el toro lo encontró en la muleta. Iba y quería en los primeros compases por el pitón derecho. Se aburrió el diestro de darle pases al novillete y cerró con la muleta en la espalda. La oreja se esfumó al pinchar hasta en dos oportunidades. Su segundo morlaco desnudó las carencias de El Cordobés. No solo erró con los hierros de matar. Se colocó demasiado paralelo sin cruzarse en la trayectoria cuando el animal estaba quieto. Honor para el toro, que tenía la suficiente profundidad como para atacar con regularidad la muleta. Viendo que la plaza no respondía, se fue al sol -tal y como hizo en el que abría plaza- para pegarle cuatro muletazos casi por obligación y sin una gota de emoción. Huesca se marchó cabizbaja de una tarde que empezó cargada de emoción pero que concluyó en decepción. No solo por inoperancia de los toros.

FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de la ganadería Castillejo de Huebra, de desigual presentación y escaso juego.

El Cordobés, de morado nazareno y oro: doble pinchazo (silencio). Estocada y descabello (silencio).

Morante de la Puebla, de azul turquesa y oro: pinchazo y estocada (oreja). Pinchazo, media estocada y descabello (silencio).

Diego Urdiales, de marrón y oro: Entoconazo (oreja). Pinchazo y estocada (oreja).

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