Para que la llamada a la entropía, al caos del universo del folclore, fuera completa, habría que interpretar que alguno de los cientos de espectadores (la asistencia del ciclo en el Paseo Carlos Vidal en estas fiestas ha sido excepcional) que disfrutaron de la actuación del Grupo Folklórico San Lorenzo salió decepcionado. Lo contrario sería contradecir el relato expresado con voz serena por Rafa Martos y representado sobre el escenario por el grupo de los Jairo Périz, Óscar Badías y Rodrigo Elpuente. Conocido es el aforismo de que allí donde todos piensan lo mismo es que se piensa poco. Y la filosofía de la actuación de este día 13 era absolutamente disruptiva, rompedora. Algún presente podría decir, con coherencia, que acudía a un espectáculo dentro de un ciclo de jota. Y nada se le podría reprochar.
No era preciso, en la noche del Parque Miguel Servet y teniendo en cuenta la inspiración del teólogo y científico sijenense de la libertad de conciencia, ser un experto para adentrarse en la propuesta expuesta por el propio Rafa. Sorprender, ese era el objetivo principal. Y otro más profundo en un ambiente bonito, festivo y disfrutón: hacerlo sin límites ni etiquetas. Concibiendo que la jota es una manifestación hermosa que se hermana con otros folclores dentro de la galaxia del arte, donde todo es admisible, todo plausible. Y donde existe una invitación a mimetizarse con bailarines, cantadores o tañedores. De ahí el nombre de la actuación del Grupo Folklórico San Lorenzo: Iberik (sin etiketas). Una incitación a profundizar en lo primitivo para aflorar en la posmodernidad inaprensible.
Si sirve como provocación y como reflexión identitaria, el inicio es un imprescindible de la convención, la Jota de Aguas, y los principios con los jóvenes Lorién Torralba y Adrián Jiménez, que ya saben cantar al corazón, con la terna completada por Roberto Jiménez que hacía dúo con el pequeño Adrián. Y la Jota de la Bruja con Óscar Badías irrumpiendo suave en el movimiento, poderoso en la voz, entre el cuadro de bailadores.
"No extrañéis, no, que se escapen
suspiros de mi garganta,
la jota es alegre ó triste
según está quien la canta.
¡Ay, canto alegre de mi país,
tal vez ya nunca te vuelva á oir;
pero si acaso no te oigo más,
siempre en el alma resonarás!"
Las cuerdas de la garganta se tornaban femeninas con Gloria Brosed, "huele a pólvora o incienso... la oración en el centro", y con Ana Pérez, que entronizaba la albahaca. Y luego, ambas, Ana y Gloria, ponían fuego a sus voces. Era el preludio de uno de esos clásicos que se adentran sin invitación en un espectáculo disruptivo, pero que como tales agradan, más con Óscar Badías nuevamente haciendo el paseíllo entre los cuerpos en armónico movimiento de los bailadores:
"Luchando tercos y rudos,
grandes para los reveses,
luchando tercos y rudos
somos los aragoneses
gigantes y cabezudos,
gigantes y cabezudos maña"
Iberik es el arte que se reinventa sin miedo, exponía Rafa Martos, en medio de una fuerza escénica en la que la emoción y la evolución rompe moldes para dejarse llevar, pero sin etiquetas ni limitaciones. Es una suerte, proclamaba, ser parte de esta velada. Y el abundante público asentía.
Libertad, se le llama. Laura Mairal arrancaba una nueva fase y Lorena Laglera provocaba escalofríos al elevar su jota a oración. Luego, trío de Laura, Gloria y Ana, y para concluir esta parte la Jota de San Lorenzo ataviados bailadoras y bailadores con impoluto blanco y verde.
La jota se había manifestado en plenitud con la personalidad del Grupo San Lorenzo. Exponía Rafa que "definirse es limitarse", el arte no cabe en una palabra. Era momento de sobrevolar otras tierras y otros artes dentro de este arte que es el de los valores del folclore. Danza, música, interpretación, raíces, diversidad y mestizaje. Las Seguidillas del Laurel sorprendían desde sus orígenes abulenses, Óscar Badías y Lorena Laglera lanzaban un beso al aire para un querer fuerte en otra jota que daba paso a la molinera de Alquezra en una danza tribal fina y elegante.
La noche había declarado el estado de asombro, de esa virtud que es la curiosidad. Un guiño al buen tono de humor reza que "Cuando la zorra viene llena de arena, Es señal que ha andado el zorro con ella", canta el grupo, que en estribillo proclama que "rondadora, rondadora de mi corazon, no voy solo, no voy solo, que voy con mi amor".
Una sutil danza portuguesa, Repasseao, daba paso al dúo entre Sara Ezquerra recitando con la respuesta vocal lírica de Óscar Badías: todo lo cría la tierra, todo se lo come el sol, todo lo puede el dinero, todo lo vence el amor. Mientras, Jairo Périz y una bailadora desplegaban sutiles pasos alusivos a cada una de las expresiones. Y culminaba esta emocional etapa folclórica la alegría del Arbolito Florido salmantino.
Con la letra de Ana Pérez, el canto de Víspera al Santo excitaba el orgullo identitario de los oscenses. "Yo no sé que tiene Huesca /cuando llega San Lorenzo/ que al olor del albahaca"... "De blanco y verde y con albahaca fresca/ subo al cohete a juntarme con toda las peñas/ en el chupinazo/ fundiendo la plaza entera en un gran abrazo". La canción, preciosa, el patinazo del "chupinazo" tan extendido como incorrecto como término. Más vale que "rezaremos las Completas a San Lorenzo inmortal", que como penitencia está bien.
Final congruente con el espíritu del Grupo Folklórico San Lorenzo, que es eminentemente bailador, con ese "Ver para creer" jubiloso que no es sino un homenaje a Huesca, a Aragón y al folclore, que como tal es universal y libre. Sin "etiketas" y con personalidad propia y distintiva. Todas las parras caben en la viña del Señor y sobre todo en una Huesca que Rafa Martos desea libre, inclusiva, diversa, generosa y festiva. Pues eso.