Huesca ha vuelto a emocionarse en la despedida al Santo. Centenares de oscenses se han acercado hasta la Basílica de San Lorenzo para despedirse de su patrón hasta el año que viene y demostrarle respeto y veneración. La plaza a rebosar, los Vivas a San Lorenzo sin parar, las charangas de las peñas a tope. El prolegómeno a un acto íntimo compartido, valga el oxímoron. Algo maravilloso. Increíble, único.
El acto que puso en marcha Paco Albás en 1988, inspirado en el Pobre de mi de las de las fiestas pamplonesas de San Fermín, se ha iniciado a las 23:30. A esa hora, la peana del santo ha salido de la basílica y la plaza se ha quedado con el corazón encogido. Las pañoletas al aire, en símbolo de oración eterna y de admiración.
Esta vez, al canto creado por Ángel Orós y el añorado Darío Esparza hace 35 años, Toño Julve le ha añadido las estrofas que escribió para conmemorar el 25 aniversario de este himno laurtentino. Cada lustro las canta y su voz, plena de emoción, es la de todos los oscenses.
Una riada de profundos sentimientos ha impregnado el ambiente. Adiós, San Lorenzo, adiós/las peñas están aquí/nosotros también sentimos/que hoy la fiesta llegue a su fin. El público se ha dejado el alma, con la carne de gallina.
Acompañando a Julve, se encontraban seis alumnas de su escuela, cada una de ellas con la pañoleta de una peña. “Hay un peñista triste porque recuerda momentos que ha vivido y no ha de olvidar, risa, abrazos, amigos, calles de Huesca y sus labios aprieta por no llorar”, han recitado.
Las lágrimas son irresistibles, tanto como el amor a San Lorenzo, a la ciudad, a la fiesta, a los oscenses. Una Despedida hermosa, íntima y multitudinaria. Porque Huesca es un milagro.