La Misa Pontifical en honor a San Lorenzo constituye un fenómeno que ha de circunscribirse, imprescindiblemente, al sentimiento religioso, que recubre de verdad todas las manifestaciones culturales y sociales que rodean las fiestas que, sin el modelo que representa el mártir, carecerían de la autenticidad y, consecuentemente, de la fidelidad de los oscenses. Este domingo, el Padre Pedro ha añadido un matiz a la vivencia laurentina: "El tesoro de la Iglesia son las buenas personas".
El toque alegre de las campanas ha sido la señal llegada desde lo más alto de la Basílica de que es fiesta grande. El Día Grande, con mayúsculas, como San Lorenzo. Y por eso el pueblo acude con sus mejores atavíos, cada uno demostrando la procedencia de su casa, en una distinción que no empece para la igualdad. Siendo, como es, capital de provincia, es la casa de todos. Y por eso lucen los que buscan la reconfortante palabra en la del Señor sus mejores indumentarias festivas. Unos, de Ansó, otros de Hecho, los hay ribagorzanos y sobrarbenses, lucen los fragatinos o los del Somontano, y los monegrinos, y los literanos. Identidad, se le llama, y sirve para la convivencia, no para erigir una torre de babel.
En loor de multitudes, llegaba la estrella de la mañana. Lo hacía con un aura solar inspiradora. Sobre la preciosa peana dorada como la pureza de la virtud del diácono, se asomaba y luego irrumpía San Lorenzo en su forma de busto plateado, un tesoro de los tesoros de la Iglesia. Su aparición ha sido saludada con una salva de aplausos, espectacular, sobrecogedora, piel de gallina. Una apuesta, que no una respuesta, por la fe y la autenticidad del mártir. Con extremo cuidado, Joaquín Almerge y Carmen Urzola, prior y vicepriora de la Real Cofradía de San Lorenzo, lo han portado hasta el altar, custodiados por la Junta, hasta entregarlo a los sacerdotes que lo han colocado sobre la peana que durante todo este año del 1800 aniversario luce mirando hacia los feligreses.
La Basílica, a esas horas, pasadas las once, estaba absolutamente abarrotada, como nunca, porque venía otro de los momentos icónicos, realmente apasionantes por la admiración que suscitan nuestros Danzantes. Con la Banda de Música como su fiel escudera, entraban por la nave derecha mientras todo el templo batía palmas del Dance de Espadas. Su irrupción en el altar ha enfervorecido a todos, que cruzaban a la par sonrisas y lágrimas. El patrón había sido perfectamente cumplimentado.
El Padre Pedro, como le gusta ser llamado al obispo de Huesca y Jaca, Pedro Aguado Cuesta, realizaba el recorrido desde la Sacristía hasta el Altar por el crucero central, acompañado de más de una decena de concelebrantes. Conoce la veneración laurentina, no en vano ha servido a la Iglesia dieciséis años en una parroquia adscrita a San Lorenzo en Italia, como ha reconocido. Su entrada hasta el altar, donde se ha postrado ante el busto del santo, ha estado acompañada por el virtuosismo musical del Coro Ars Musicae y la Coral Oscense que apenas han descansado de las preciosas Completas para emplearse con piezas como el Kyrie Eleison o el Miserere Nobis siempre según el momento eucarístico.
Los abanicos volaban para soportar el calor sin desfallecer en la escucha de la Misa Pontifical. En primeras filas, después de la Real Cofradía, las autoridades: la alcaldesa de Huesca, Lorena Orduna, con gran número de concejales de los tres partidos consistoriales; la consejera de Bienestar Social, Carmen Susín, el alcalde de Tarbes, Gerard Trémége, el presidente de la Diputación, Isaac Claver, las diputadas Ana Alós y Begoña Nasarre, el subdelegado del Gobierno, Carlos Campo, el vicesecretario primero de las Cortes, Gerardo Oliván, el general jefe de la División, Luis Francisco Cepeda, el coronel Rafael Matilla, delegado de Defensa en Huesca, el teniente coronel de la Guadia Civil José Enrique Cordobés Lucena y otros representantes civiles y militares.
LA HOMILÍA TRINITARIA
Es muy didáctico el Padre Pedro en sus homilías que habitualmente edifica en torno a tres conceptos después de una introducción. En este caso, se ha alegrado de su presencia en Huesca y de estrenar su primera experiencia festival laurentina. Y ha arrancado de una pregunta que ya esgrimió ayer en el Triduo: "¿De dónde saca la fuerza San Lorenzo para soportar el martirio?" Niega que su padecimiento sea menor, ya que fue todo lo doloroso que podamos imaginar. La respuesta es "la fe, la fe en Jesucristo que le otorga confianza". Y una recomendación a Huesca: "Para amar a San Lorenzo, hay que amar lo que él amó: a Jesucristo, a la Iglesia y a las personas, sobre todo, los pobres".
Entrando en las tres reflexiones, una primera sobre nuestra iglesia diocesana. "San Lorenzo dedicó su vida a construir la iglesia de Roma en la que él vivió" como diácono. "Él nos invita a hacer lo mismo, a construir nuestra iglesia de Huesca. Necesitamos una iglesia de Huesca que sea misionera, viva, activa, propositiva, auténtica, y eso no se puede hacer de ningún modo salvo con nuestro amor y nuestra entrega. San Lorenzo la construyó en tiempos de persecución con aquel imperio romano, con aquel emperador Valeriano. Nosotros tenemos que construir en el tiempo que estamos".
Con un acento absolutamente bilbaíno, ha explicado cómo hay que hacerlo. "Siendo auténticos, aprendiendo de los errores que hemos podido cometer como iglesias, convocando a los jóvenes -vengo de acompañar a 140 jóvenes de Huesca en el Jubileo en apasionantes jornadas de fe- sintiéndonos corresponsables en nuestras cofradías, en nuestros grupos, en nuestro trabajo, construyendo Cáritas, trabajando la pastoral vocacional, acompañando a los ancianos que están solos, haciendo verdad el sueño de una iglesia sinodal, corresponsable, buscando nuevos lorenzos y lorenzas que quieran dar su vida por la construcción de la Iglesia y quieran dedicar lo mejor de sí mismos a hacer una iglesia más cercana a Jesucristo y al Evangelio. Fortificando las comunidades, sintiéndonos de verdad, centrados en el único que es el centro de todo, que es Jesucristo". Concentrarse en una Diócesis "viva, misionera, apostólica, generosa, auténtica, capaz de acoger, de bendecir y acompañar a todos". Este es el video de esta primera parte de la homilía:
La segunda reflexión se ha centrado en la ciudad que ha aplaudido en la calle a San Lorenzo, sintiéndonos oscenses y amantes del patrón. "¿Sabéis lo que es amar a San Lorenzo? Amar lo que él amó, que fue Jesucristo, la Iglesia, las personas y los pobres. Y llamó a los pobres los tesoros de la Iglesia. Hay mucha gente que piensan que los tesoros de la Iglesia son la Basílica de San Pedro, la Piedad de Miguel Ángel, la Basílica de Santa María la Mayor. Sí, son bonitas, pero los tesoros de la Iglesia son otros. El tesoro de la Iglesia es la Eucaristía, la reconciliación, la palabra, la comunidad, los pobres. Y ese tesoro es el que San Lorenzo construyó para toda la Iglesia, viendo en aquellas personas que nos necesitan el rostro de Jesucristo. Aquí y allá, en Huesca y lejos de nosotros donde hay tanta gente que vive entre sufrimientos, dolores y muertes que no merecen".
Ha añadido el añadido que Jesucristo hizo a la Ley de Moisés, cuando en el Viejo Testamento decía "Amarás a Dios sobre todas las cosas, con toda tu fuerza, con toda tu mente y todo tu amor". Cristo agregó: "Y al prójimo como a ti mismo". Y esa es la propuesta de San Lorenzo, "amemonos unos a otros como a nosotros mismos y amemos sobre todo a los que nadie ama", algo que hemos de tener presentes los cristianos y todos los que participamos en la ciudad desde nuestra vocación de servicio. Hagamos una "ciudad acogedora y fraterna. Eso es amar a Cristo". Aquí, el video.
Y tercera parte de la homilía del Padre Pedro con una propuesta a cada uno de los feligreses presentes. "Cada uno, según su fe, grande o pequeña, con preguntas o con certezas. Cuidemos nuestra fe, nuestra oración, nuestra formación, nuestras comunidades, nuestro acompañamiento. Cuidemos de verdad a las personas. Cuidemos lo que tenemos como tesoro y queremos compartir".
Ha querido "añadir un tesoro de la Iglesia, un tesoro precioso. Las buenas personas, la gente buena, que hace el bien, de manera generosa, entregada, silenciosa. Estos son los tesoros de la diócesis y de la ciudad. Vivámoslo así para que nuestros niños, nuestros jóvenes, los que están aquí sientan de verdad lo que significa amar a San Lorenzo. Un santo que convirtió su fe en valentía para afrontar las dificultades y que hoy, 1800 años después de su nacimiento, nos sigue recordando: es bonito vivir y dar vida, es bonito soñar y hacer realidad los sueños. Y es posible un mundo diferente, una iglesia diferente, una ciudad diferente. Trabajemos por ello con humildad, sencillez y acción de gracias a Dios".