San Lorenzo desde la infancia

"Recuerdo asistir a las Fiestas con mis padres, que, de la mano, me llevaban a través del gentío que se lanzaba a la calle, donde había puestos de golosinas, de helados y globos"

08 de Agosto de 2023
Guardar
Último ensayo de los Danzantes de Huesca antes de San Lorenzo. Foto: Mercedes Manterola
Último ensayo de los Danzantes de Huesca antes de San Lorenzo. Foto: Mercedes Manterola

Desde que un notable escritor andaluz, en una de sus novelas, describió nuestra ciudad como aquélla que no era paso hacia ninguna parte, la población de mi pueblo no ha cesado de crecer. Hoy disponemos de un aeropuerto de reciente construcción, apto para toda clase de aviones, de un AVE que nos relaciona con toda la red nacional de alta velocidad y de las tradicionales carreteras que han sido convertidas en magnificas autovías que nos permiten llegar hasta los Pirineos y Francia después, y, por supuesto, con las capitales regional y nacional y toda la red estatal de carreteras. Algo se ha avanzado...

Evidentemente, cuando se salió de la Guerra Civil, la ciudad era una población bombardeada, decrépita y señalada entre las que, más que vencedora, parecía vencida. Durante casi tres años fué sometida a un cerco tenaz, defendida por unas tropas aguerridas y mantenidas por una resistente población civil; pero la lucha había hecho mella en la ciudadanía y en sus casas. La ciudad era una ruina.

Aun así, la dos veces victoriosa y heroica ciudad de Huesca renació de sus cenizas, la buena gente que supo defender sus casas y su legado histórico comenzó la reconstrucción de sus plazas lapidadas, de sus hogares destruidos y de sus corazones apagados. Una nueva era comenzaba...

Pronto se recuperaron las fiestas de Huesca, que constituían un acontecimiento que paralizaba la vida normal de la pequeña ciudad; tenían lugar a principios de agosto, en plena canícula y duraban casi una semana.

Un Diácono de la Iglesia, después santificado, que había ejercido de Administrador Apostólico en la Roma Imperial de Valeriano fue martirizado asándolo vivo sobre una parrilla y, como según San Agustín, que recoge la tradición por vía oral, este Laurentius, - Lorenzo en castellano- había nacido en la pequeña ciudad bajo los montes, allí lo celebran y homenajean el 10 de agosto de cada año.

Muy de pequeño, recuerdo asistir a las Fiestas con mis padres, que, de la mano, me llevaban a través del gentío que se lanzaba a la calle, donde había puestos de golosinas, de helados y globos. ¡Ah, los globos! Qué ilusión sostener uno que, por un arte, entonces desconocido para mí, se elevaba hacia el cielo sin que nadie le empujara, y si se soltaba la cuerda que lo unía a la mano que lo sostenía, el globo comenzaba una inacabada ascensión hacia el azul del cielo y, con gran disgusto, se perdía.

Por las tardes había festejo taurino y para los pequeños que no podíamos asistir a las corridas, la salida del espectáculo era un gran entretenimiento, pues, a veces, lográbamos incluso entrever a los toreros que, rumbo a su hotel, ocupaban una especie de coche que, por su volumen más parecía un pequeño autobús, donde, todos juntos, matadores, picadores, banderilleros y peones, se apretujaban en los asientos, satisfechos de haber salido indemnes de la cruel lucha contra el toro bravo.

El final de las Fiestas, para los pequeños, eran los fuegos artificiales que, desde una céntrica plaza se lanzaban, entre chispas y ruidos, hacia el negro de la noche, marcando un luminoso final para la Conmemoración del Santo Mártir.

El final del verano lo marcaban, sin embargo, las frecuentes tormentas que, entre rayos y truenos, esta vez muy naturales, provenían de las Sierras cercanas, lanzando sobre la ciudad torrentes de lluvia, granizo con frecuencia, que anegaban las calles y llenaban el cauce, normalmente seco, de un barranco con pretensiones de río, que solamente en estos casos alcanzaba esta calificación.

Suscríbete a Diario de Huesca
Suscríbete a Diario de Huesca
Apoya el periodismo independiente de tu provincia, suscríbete al Club del amigo militante