Podían haber celebrado el 40 aniversario de la recuperación del Dance de Apiés en el Teatro Olimpia. Se hubiera llenado. O en el Coso Alto, abarrotado de ovaciones. Hubiera resultado más sencillo e, incluso, más fácil de eludir los farragosos trámites administrativos para inundar de música y movimiento un paraje natural. Pero han elegido el Salto de Roldán. Porque, puestos a dar brincos, el caballo hace prodigios, pero los de Apiés son virtuosos. Y, por este motivo y porque dan gracias a Dios y a los artífices de la recuperación de esta tradición, han escogido el escenario más hermoso en muchas leguas a la redonda. Y ahí, en lo más alto, con el ambiente soleado, como si hubieran dibujado sus sueños, a las 11:00 horas han irrumpido el mayoral, los dos repatanes, cuatro músicos y 18 danzantes para rendir en soledad una oración que se ve desde su pueblo, porque su pueblo han atisbado desde la cima.
Y, de paso, se han acordado de ese 1 de agosto de 1982, tiempos que eran complejos en la capital en medio de la transición y a la vez felices porque don Cecilio Serena presentaba las mairalesas de San Lorenzo. Pero Apiés siempre ha sido un reducto propio, cercano a la capital pero con mucha personalidad, con su historia y sus leyendas que se remontan prácticamente a un milenio atrás. Una localidad que formó vicaría dependiente del obispado de Huesca, que fue estratégica en la conquista de Huesca, que albergó almogávares y siempre vio con admiración ese Salto de Roldán que sirvió de pista para la huida de Ramiro II de los ricos hombres de Aragón que quisieron hacerlo prisionero. El Salto, entre las peñas Sen (San Miguel) y Men (Amán), fue testigo del más asombroso bote, "de suerte que nunca jinete del mundo dio tan arriesgado salto ni antes ni después de éste". Libros como "La Campana de Huesca" o "De las Iglesias del Reyno de Aragón" de Padre Huesca revelan que el rey Don Pedro visitó personalmente el santuario de San Martín de la Bal D'Donsera y consiguió por intercesión de San Martín la sucesión de varón de su tercera mujer, la Reina Doña Leonor, con lo que se libró el Reino de las disputas que lo dividían.
Apiés, en siglos posteriores, fue arciprestazgo y centro de comarca gracias a sus comercios e industrias como una sastrería, un telar, carretería, herrería y zapateria entre otras. Bien entrado el siglo XVII, residían cerca de mil habitantes, y entonces se erige la ermita de Nuestra Señora la Virgen de la Inmaculada, que domina con su vista el pueblo y desde dentro la admiración con su estilo barroco. Los Danzantes de Apiés, por cierto, homenajean cada 8 de diciembre la imagen consagrada a la Purísima.
En 1777 está datado el Dance de Apiés, como refleja El Dance Aragonés de Antonio Beltrán Martínez. Por aquel entonces, "los dances se celebran fuera de la iglesia, pero en la puerta principal ante la imagen del patrono. Fue normal que, en la ofrenda u ofertorio, los danzantes entraran bailando un pasacalles y luego formaran un arco con sus espadas, bajo las cuales pasaban las autoridades, y, en Apiés, además lo hacían los mayordomos, las mozas del pan bendito y los fieles, y, con esto, el baile en la profesiones".
Quiere decir que son 245 los años que se lleva danzando en Apiés al menos, con la excepción del bienio fatal de la Guerra Civil en la que nadie estaba para bailes. Hubo otra pausa, de 1957 a 1982, y ahí se juntaron todas las fuerzas vivas de Apiés, que no son sino las que tienen voluntad y con la bendición de la iglesia, para relanzar el Dance, que ha adquirido justa reputación con su mayoral Manolo Pérez, que amenaza con su retirada de forma firme aun con la resistencia de la agrupación, y con la armonía y brío que impregna sus bailes.
Si merece alta consideración, desde ahora ha llegado a la cúpula de su altura, ese lugar desde el que saltó el equino de Roldán, donde esta mañana, con una profunda emoción, han rendido homenaje a su pueblo que tenían a vista de pájaro y a sus tradiciones. Sus palos han chocado y se han abrazado. Y han sonado los instrumentos. Y los danzantes, oxigenados por el puro aire de la cima, han estimulado su entusiasmo y el cuadro que ha salido ha sido una obra maestra. Tanta que el 40 Aniversario de la recuperación del Dance de Apiés ya es historia que sigue a la historia para proyectarse al futuro como una proeza incomparable. ¡Felicidades, danzantes!