En las capitales, todos los grupos políticos realizan balance tras las fiestas. Es otra, más, de las diferencias entre los urbanitas modos y la sencilla despedida festiva del medio rural, donde sin transición se pasa del jolgorio a la rutina del trabajo sin mediar apenas horas. ¿Cuál es la diferencia real entre una ciudad y un pequeño pueblo? Básicamente, la sencillez, mientras las ciudades lanzan pomposos comunicados, en los humildes núcleos el balance es la dimensión de los recuerdos que quedan para sus vecinos y para los visitantes, que haberlos, siempre los hay.
Pongamos el caso de El Temple, orgullo de pueblo de colonización que fue, hoy en la nomenclatura natural de los que recorren Aragón. Es esta pequeña población paradigma de organización festiva eficaz. Le surge de la piña en que se convirtió desde los orígenes del fenómeno que ocupó este espacio en un lugar fantástico entre Huesca y Zaragoza. Más allá de que en los últimos años han tenido que responder a desafíos de la naturaleza, El Temple puede presumir de una participación popular excelente, fruto de un programa que sienten como suyo y, sobre todo, de una manera de vivir en la calle las fiestas.
Aunque haya terminado hace una semana el periplo festivo en torno a la Virgen de la Asunción, en el imaginario popular quedan esas jornadas tan intensas que han dejado una reminiscencia a la par entrañable y jubilosa. Fueron días de alta participación que arrancaron con una feliz representación: el pregón de la Asociación de Teatro El Temple que abrió las fiestas junto al chupinazo y el desfile de carrozas animado por la charanga valenciana "No Ni Que" y la Comparsa de Cabezudos de Miralbueno. Tres tortillas descomunales alimentaron después al pueblo. Y ya, de cabeza, a la Discomóvil.
Que El Temple ha fraguado importantes tradiciones en su más de medio siglo de existencia queda constatado fundamentalmente por su día grande, el de la Procesión y Santa Misa en honor a Nuestra Señora la Virgen de la Asunción, que es un rito tan arraigado que le sigue como concelebración un vino español para todos los presentes, reconfortados en su veneración y en su sentimiento de pertenencia a El Temple. Ya puestos, por la tarde, el derbi municipal entre El Temple y el Gurrea, con victoria para los visitantes. Después, la tradicional puesta del pañuelo y las sesiones de bailables a cargo de la Orquesta Edelweiss.
Un elemento prácticamente común ha sido la suelta de vaquillas, que ha puesto a prueba el valor de los jóvenes de El Temple y visitantes, con revolcones, algún que otro susto y exhibiciones de pericia para burlar las corajudas embestidas de los astados.
El factor común durante todas las fiestas ha sido el calor sofocante que ha debido ser combatido con abundante hidratación y con la búsqueda de la sombra. El sábado siguiente al día de la Virgen, almuerzo popular a cargo de las amas de casa, encierro de reses bravas y tren lúdico que durante todo el día recorrió las calles del pueblo. Para finalizar la jornada, Ruta del vino con la charanga y Gran sesión de baile a cargo de la querida orquesta “Valkiria”. Como sostiene el alcalde, Fernando Santacruz, empiezan a ser de la casa, "solo falta ya que se empadronen". Todo se andará.
El Temple, que ocupa su propio lugar en el mundo, disfruta de esta civilización ultratecnológica y en las fiestas ocupa ya su espacio. El domingo, videoconsolas en el Pabellón, juegos que precedían a la comida popular y el alivio del parque acuático. La asociación de teatro era el preludio de la conclusión festiva con la interpretación de su obra teatral en el pabellón.
Ha aprendido, a golpe de resistencia a los fenómenos naturales, el pueblo a adaptarse a las circunstancias, y por eso todos entendieron la suspensión de los fuegos artificiales y la traca de fin de fiestas por la emergencia Alerta Rojo Plus por el Gobierno de Aragón en previsión de incendios.
Al final, como en los cuentos bonitos, el verdadero resumen postrero pasa por el agradecimiento a las asociaciones de vecinos, a los usuarios del camping y fundamentalmente a la Comisión de Fiestas por el esfuerzo para conseguir unas fiestas magníficas y participativas, comenzando por la generosidad de vecinos, empresas y ayuntamiento para sufragar unas magníficas fiestas, muy participativas y, a la par, ayunas de incidentes. Como decía Winston Churchill, "no news, good news". Si no hay noticias, es una buena noticia. Pues eso, diversión sin límites ni estridencias. El Temple también tiene su balance.