Antonio Morlanes

200.000 años de experiencia

Presidente de ARAGONEX
21 de Octubre de 2022
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Quizás sea bueno iniciar este artículo con un pensamiento de Marco Tulio Cicerón: “Hemos nacido para unirnos con nuestros semejantes y vivir en comunidad con la raza humana”. Esto que parece muy de nuestros días, lo dijo en el año 59 a.C. y, sin embargo,  continuamos intentando convencernos de que la raza humana es solo una y que no se consideran como tal la de los negros, los LGTBI, los pobres, los ricos y así multitud de subdivisiones según seamos más o menos racionales. Porque esto (esa manía enfermiza por la catalogación), y según mi criterio, se asemeja a una proporción inversa:  menos inteligencia, más separaciones. ¿Cómo es posible que pasados más de 2.000 años desde que Cicerón plasmase su pensamiento, todo continúe igual y no hayamos avanzado nada en la fraternidad entre todos sin exclusión?

He dejado de esa catalogación imaginaria, y además con toda la intencionalidad, la injusticia que históricamente y aún hoy se produce con las mujeres.  Esta desigualdad se inició como sistema para garantizar la continuidad de la especie, o sea , la mujer era quien posibilitaba las siguientes generaciones. Sin dejar esta función que, por cierto, le daban los hombres, la mujer continuó como la encargada de mantener la vivienda en condiciones de habitabilidad. Pero aún hay más, en el tema religioso le dieron funciones secundarias ya que no podían representar a Dios, esto quedaba en exclusiva para el hombre, sin embargo, tenía la responsabilidad de que los hijos fuesen buenos creyentes y debían hacerlo sin ningún atisbo de inteligencia ya que la religión dictaminaba que la mujer no la tenía. Y así hemos llegado,  generación tras otra, hasta nuestros días, donde todavía no se han terminado de resolver los maltratos y la marginalidad en la evolución de la sociedad. Con relación a lo que se viene defendiendo como igualdad de género estamos los hombres muy equivocados, pues no entendemos que esto es lo mejor que nos puede suceder, nosotros hemos demostrado hasta dónde podemos llegar y ante todo en qué condiciones lo hemos hecho, por lo general han sido caminos más bien conflictivos.

En definitiva, si como casi todas las religiones dicen que Dios lo creó todo con las personas debía estar ya cansado pues con el hombre no llegó a hacerlo del todo bien (dicho esto con el más absoluto respeto); pero no lo tomemos como excusa, que somos muy dados a encontrar culpables por lo que nos sucede o hacemos mal, así que aprendamos de nuestros errores y corrijamos sin temor, pues esto demuestra inteligencia. Somos una de las especies que habitan este mundo y la primera función es que nos reconozcamos a nosotros mismos.

Habiendo definido subjetivamente la especie humana en su versión última de “homo sapiens”, identificada en el África Subsahariana hace 200.000 años, creo que deberíamos haber aprovechado todo este periodo de experiencias para no tener que continuar poniendo parches a situaciones vividas con anterioridad.

Por empezar con la última, la guerra de Rusia contra Ucrania. ¿Cuántas guerras llevamos a nuestras espaldas?  Demasiadas. ¿Qué nos han aportado para nuestra evolución? Absolutamente nada. Creo que las guerras son la depravación del ser humano, pero además en esta un loco imperialista, como Putin, parece no tener en cuenta que con sus amenazas nucleares entre unos y otros pueden acabar con la especie humana.  Es tan egocéntrico el tal Putin que ni siquiera se percata de que no pasará a la historia como el mayor criminal, pues no quedará nadie para escribirla. Pero incluso, y en el mejor de los casos, sin utilización de armamento nuclear, esta guerra nos aportará muerte y destrucción. ¡Vaya balance!

Insistimos en continuar con un modelo económico productivo que sabemos obsoleto, pero que no se da el paso adelante para afrontar el cambio, hemos realizado avances tecnológicos tan transformadores que no es lógico mantenerlos como en un observatorio, pero está claro que no tenemos suficientemente preparada a la población activa para dar respuesta al cambio:  la economía circular, las nuevas energías, las apremiantes necesidades logísticas y formación a ultranza.

El sistema financiero se ha convertido en un intransigente de tal nivel que no es capaz de dar respuestas a las necesidades que la economía necesita para ser de verdad productiva, solo entra en su estrategia el enriquecimiento al margen del resto de la sociedad.

Así que, por no cansar, ante este escenario debemos entender que estamos en una sociedad que nada valora, que solo entiende que quiere más de lo que sea y cómo sea y que no concibe el compromiso que la convivencia exige. Esta sociedad solo pide y hace de la democracia un trampantojo. Revisemos nuestro presente y no vivamos en el metaverso.

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