Laura Alins Rami

Adolescencia libre de móviles

Studiosi pro Universitate Sertoriana
19 de Diciembre de 2023
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Hace escasamente dos meses un pequeño grupo de padres de Barcelona se rebeló contra el uso de teléfonos móviles por menores de edad, creando a este fin un grupo de whatsapp para coordinar sus iniciativas. A mediados de noviembre eran ya  miles los seguidores en toda España, y los grupos abiertos en Telegram, bajo el título "Adolescencia libre de móviles", acogen ya más de 10.000 personas.

Una de las propuestas  de este movimiento  es retrasar la entrega de teléfonos smartphone hasta los 16 años (podrían disponer  de un móvil sólo para llamar). Algunos colegios en España ya están pensando en implementar esta medida. También se empieza a cuestionar el abuso de  las pantallas didácticas en clase, que han sustituido a los libros de texto y que  están originando retrasos académicos y de habilidades de lectoescritura  notables.

La tecnología es necesaria y hay que darle entrada; pero, en el caso del móvil, habrá que esperar hasta que el joven esté lo suficientemente maduro para utilizarlo en su beneficio y mejora personal y para aceptar  los límites que cada familia establezca. En cuanto a las pantallas o cualquier otro dispositivo  deberían estar en  el salón de la casa y no en las habitaciones de los hijos menores. Es de dominio público que las grandes tecnológicas (Google, Apple, Amazon, Microsoft, Meta, etcétera) viven de monopolizar la atención para recabar datos biográficos de los usuarios (Big Data, IA), colocarles publicidad y generar usos compulsivos.  

La  literatura científica nos alerta de las consecuencias del abuso de la digitalización y las redes sociales: acceso a contenidos pornográficos, ciberbullying, contacto con desconocidos y ciberdelincuentes,  fácil adicción… Además existen otros riesgos, no tan escandalosos,  pero igualmente perturbadores: pérdida de sueño y descanso; excesiva importancia a la   imagen; trastornos en el aprecio y percepción del propio cuerpo; el apego a  “influencers” (“instagramers”, “youtubers”…); el aislamiento; la pérdida de la capacidad de  atención , de memoria; de  la capacidad crítica y de la imaginación; dificultades de comprensión lectora; desinterés por la lectura, el juego,  la comunicación,  la socialización; baja autoestima…

Los últimos datos oficiales publicados sobre el uso del móvil son inquietantes:  el 85 % de los niños españoles de 12 a 14 años tiene móvil propio; el 90 % de los adolescentes se conecta todos o casi todos los días; el 98 % de los menores de edad está registrado en alguna red social; 10 años es la edad media de inicio en el consumo de pornografía; doble número de delitos sexuales por menores cometidos en el último lustro.

Que las familias reaccionen ante la invasión de los dispositivos tecnológicos es sin duda una noticia esperanzadora, porque son ellas quienes han de dar la batalla; quienes han de poner límites y quienes han de educar y proteger a sus hijos.

Y como empujadas por esta marea de padres, la Fiscalía de Menores y a la Agencia Estatal de Protección de Datos están promoviendo un pacto de Estado que, en próximas fechas, será presentado en el Congreso  y cuyo objetivo es proteger a los menores no solo de contenidos pornográficos, sino también de aquéllos que muestran violencia o les facilitan realizar apuestas online. El texto atribuye el incremento de las agresiones sexuales y otras agresiones domésticas y escolares cometidas por menores al consumo de pornografía y pide   que «el uso compulsivo de la tecnología sea considerado un problema de salud pública». A este pacto de Estado  se han adherido    131 asociaciones dedicadas a la infancia o al mundo de las adicciones.

En Italia la rápida y directa reacción de Giorgia Meloni, presidenta del Consejo de Ministros, ha obligado recientemente a las operadoras telefónicas a bloquear los móviles y otros dispositivos de los menores para que no puedan acceder a webs de contenido pornográfico o indeseable. Una gran ayuda para los padres, una iniciativa  que ha pasado desapercibida en España.

Por otro lado junto a estas estupendas iniciativas es, como en todo, el ejemplo de los padres la piedra de toque. La coherencia y sensatez de los padres es lo que más educa. Si en la escuela, el instituto, no hay móviles hasta los 16, en casa tampoco deberá haberlos, y los padres tendrán que ser moderados en su uso. Esto exige educación en el buen uso, reglas, alternativas, cambiar hábitos y una buena comunicación familiar… pero en contrapartida lleva a una nueva manera de disfrutar   del ocio y de potenciar infinitas capacidades y talentos.

Y es que, no nos engañemos,  esta crisis es intergeneracional; el mal no está solo en la franja de edad, sino en el ataque a la propia dignidad humana de muchos contenidos. Las soluciones, además de atender a medidas técnicas, deberían considerar   la cuestión moral. Aun siendo los menores los más vulnerables y necesitados de protección, si los padres no se aplican sus propios límites no tendrán ninguna autoridad moral para exigir a los hijos. Lo que mancha  a un niño, mancha a un adulto. El porno y la violencia sexual destruye el amor y la familia, a cualquier edad.

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