Miguel Ángel de Uña Mateos

Alivio

Médico psiquiatra
06 de Diciembre de 2022
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Tengo que reconocer que  me he aliviado la rectificación, primero por Twitter, luego en vivo y en directo -parece que no fue suficiente la red social para lavar el pecado- del presidente LAMBÁN tras su discurso ante el expresidente asturiano JAVIER FERNÁNDEZ. Es fácil explicar el porqué de mi consuelo tras la autoenmienda a sus palabras. Tengo una confianza limitada en los políticos y su capacidad para decir la verdad. La suma de político y verdad es casi un oximorón y da igual cual sea su vinculación ideológica. Creo que el último que dijo la verdad con el  gesto silente de dimitir, fue ANTONIO ASUNCIÓN tras la fuga de ROLDÁN, sin palabras altisonantes, aceptando su responsabilidad de forma madura. Buscar ejemplos desde entonces, me parece trabajo de ratón de biblioteca condenado al fracaso. Por eso las declaraciones primeras de LAMBÁN ante JAVIER FERNÁNDEZ, me llenaron me horror, porque desde muy chico me dijeron que solo dicen la verdad los niños y los locos. 

Comprendan ustedes mi estupor al considerar que el ataque de verdad de LAMBÁN podía suponer cualquiera de esas dos alternativas, a cual peor. Si estamos en manos de un niño, un “perverso polimorfo” en la jerga freudiana, imaginen cuál es el futuro de una comunidad de 1.300.000 personas, y que maneja un presupuesto por encima de los 7.000 millones de euros. Escalofríos da solo pensarlo. Sobre todo cuando el contrapeso se lo tiene que dar un vicepresidente que es calificado de estafador por parte de su militancia. La segunda alternativa, que sea un loco (término políticamente incorrecto, pero eficaz en lo coloquial) no es mucho mejor. Selecciono la segunda acepción de la Real Academia: “que tiene poco juicio o se comporta de forma disparatada, imprudente o temeraria, sin pensar en las consecuencias”. Y claro, pensar que estamos en manos de un loco es bastante más preocupante que estar en las de un niño.

Ya un poco más mayorcito, añadí dos especímenes entre los que obligadamente dicen la verdad, los borrachos y los moribundos. Tengo claro que nuestro presidente no entraba en ninguna de esas categorías en el momento en que delante de JAVIER FERNÁNDEZ dijo lo que dijo. Su voz no solo sonaba sincera, sino que carecía de los inequívocos signos neurológicos que acompañan a la embriaguez. He oído su discurso las veces suficientes -porque me parecía imposible- como para asegurar que era plenamente consciente de lo que decía y no estaba influenciado por sustancia psicotrópica alguna. Y respecto a la cuarta posibilidad, alegrarnos de que superara su grave enfermedad y dado que afirma tener su mochila política llena de proyectos de futuro, eso es signo inequívoco de esperanza.

Por eso, reconozco mi alivio al oír su rectificación, sobre todo la que hizo de viva voz, porque me colocaba ante el político qué, cómo casi todos, tiene problemas no solo con la verdad, sino con el señor que tiene por encima de él y que decidirá si sigue siendo cabeza de lista para renovar su mandato. Convertirle en un político como tantos, le libera de la terrible posibilidad de que fuera un niño o un loco. Es una suerte para nosotros que sea un político normal y corriente. Vivimos tiempos modernos que propician la inmediatez de las respuestas. En otros tiempos las rectificaciones exigían tiempo, noches de insomnio, días de ayuno involuntario ante el miedo a la respuesta del superior y eso es un castigo que no se desea ni al peor enemigo.

Me viene a la cabeza el gran, inmenso músico, DIMITRI SHOSTAKÓVICH. Estrenó una ópera, “Lady Machbet de Mtsenk” que tuvo una gran acogida de crítica y público. Pero tras varios meses de recorrido triunfal, STALIN fue a verla, y le disgustó. Los periódicos soviéticos, encabezados por “Pravda”( La Verdad), se lanzaron al cuello de SHOSTAKÓVICH y éste llegó a temer por su vida (año 1936). Su siguiente gran obra fue la “Quinta Sinfonía” dentro del más ortodoxo realismo socialista, que gustó a STALIN, lo que hizo decir a un periódico soviético que la obra nacía como "la respuesta creativa de un artista soviético a la crítica justa". Tardó meses, llegó a tiempo, pero SHOSTAKÓVICH no pudo superar nunca el miedo de aquellos días interminables, esperando la sentencia. Gracias a Dios no estamos en esos tiempos y Twitter solventa nuestros errores, aunque sea decir la verdad del porquero de Agamenón en 24 horas, sin excesivas consecuencias ni para el sueño ni para el apetito, tras haber dado una respuesta creativa a la crítica justa. Qué alivio. Seguramente en Mayo, todo esto será solo el recuerdo de algún rencoroso buscador en hemerotecas. PEDRO sufrió toda su vida por negar a CRISTO, desconozco cuál es el castigo por negarse a sí mismo.

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