José Martín-Retortillo

La amargura del renegado

03 de Junio de 2023
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Tiene que ser muy duro luchar y trabajar con todo el entusiasmo y la ilusión, arriesgando la vida incluso, y ver, con el paso de cierto tiempo, que las cosas no resultan como se pensaron o soñaron, que se han vuelto contrarias a las ideas y esfuerzos donde uno ha dejado sus esfuerzos. Es algo así como la amargura del renegado, de aquel que luchó por algo que luego deviene contrario y negativo a tus ideales.   

Ejemplos hay muchos. Ha pasado a cientos de miles de personas en toda clase de opciones. Pero esto sucede en muy diversos ámbitos de la vida. Pongo por ejemplo el caso del comunismo o de otras ideologías totalitarias de matiz casi completo o semirreligioso. Todo el mundo idealizado, con respuestas para todo, y por lo que sea, se viene abajo en el mejor de los casos, a veces estrepitosamente, salvo para quienes no quieren ver la dura realidad que se presenta, o para quienes se mantienen fieles por sus propios intereses.  

Y desde hace ya tiempo eso está ocurriendo en Nicaragua con muchos de los sandinistas que lucharon por mejorar su nación, luchando contra los excesos de la dictadura de Somoza, y ahora resulta que están siendo perseguidos por Daniel Ortega y su pareja Rosario Murillo, como tiranos y autócratas de su país y su gente.

Constatar la realidad y ver cómo se tornan las cosas de forma enemiga, siempre por corrupción, por falta de valores, o por simple apego al poder autoritario, tiene que ser muy amargo. Los sandinistas lucharon en términos de liberación nacional, con mucho entusiasmo contra la dictadura de Somoza, y ahora se han encontrado con otra, de signo similar o peor aún, para ver cómo la pareja Daniel Ortega y su colega Rosario Murillo han arrasado con la democracia y las libertades, han encarcelado a opositores o los han desterrado, amén de otras cuestiones que apenas pueden dar noticia los periódicos.

Muchos curas de la iglesia católica están padeciendo desde la cárcel.

 Tanto Ernesto Cardenal, como Gioconda Belli, o Sergio Ramírez, de lo mejor de la intelectualidad nicaragüense tienen o tuvieron serios problemas con el poder establecido de esta pareja. Y todavía siguen teniendo estos dos últimos, ya desterrados de su país.

Cardenal, cura de los tiempos de la teología de la liberación y antes discípulo del gran cartujo y escritor Tomas Merton, fue reprendido por Juan Pablo II cuando llegó a Managua, y Cardenal lo recibió arrodillado, sería suspendido de sus funciones sacerdotales, que mucho más tarde le devolvería el papa Francisco, tuvo que abandonar pronto el sandinismo, y se adhirió al Movimiento Renovador Sandinista, ya alejado de la autocracia del dictador Ortega. Cardenal fue gran poeta, traductor y lector de poesía norteamericana, que también visitó España. Había sido ministro del sandinismo.

De Sergio Ramírez, premio Cervantes, fue exvicepresidente de Nicaragua con el sandinismo, gran novelista, resulta desolador verlo convertido en exiliado por tamaña pareja, tan ignorante como ambiciosa, amante de la represión y de su personal y absoluto poder dictatorial, sin límite jurídico alguno.

Nicaragua ha vivido mucho de la “caridad cristiana”, de las ayudas de las ONGs, con una gran emigración a Costa Rica, o a donde se pudiera marchar uno. Ahora está ensimismado y alineado con esos países liberticidas como Cuba, donde se persigue a palos a los jóvenes a los que les han quedado muy lejos las batallitas iniciales de los Castro y su retórica, o de Venezuela, con millones de emigrados, donde no parece que sea oro todo lo que reluce y eso que ahora “tienen para comer” según dijo Errejón, un dirigente del podemismo inicial, surgido en buena parte de los dineros del chavismo. Mucho clero nicaragúense está en prisión por el tándem Ortega Murillo, y mucha otra gente también, sobre todo estudiantes.

Gioconda Belli, gran poeta, feminista a mayor abundamiento está alejada de su patria. Las neofeministas del gobierno callan, son del lado de los Ortega. El escritor Ramírez está acogido en España, si no estoy mal informado. Puede que Rubén Darío se remueva allá donde esté. Cardenal abandonó el sandinismo en 1994, murió en 2020. Otro tanto sucede con los hermanos Mejía Godoy, Carlos y Enrique, que ahora andan desterrados, muy desengañados de Ortega el dictador, que no tardaron en abandonar el sandinismo, y que “con sus perjumenes mujer, los que me sulibellan”, aún siguen en esos empeños musicales del recuerdo, derrotados y tristes, renegando de su gobierno opresor.  Para los dictadores, los que afirman la libertad, son amargos renegados. antipatriotas

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