javier222

Antonio iba a ser nuestro presidente

22 de Julio de 2022
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Antonio Angulo en su despacho. Rodeado de papeles y libros.
Antonio Angulo en su despacho. Rodeado de papeles y libros.

No tomarás el nombre de Dios en vano. Es el segundo mandamiento. En nuestro equipo, nombramos a Antonio Angulo permanentemente. Para nosotros ha sido mucho más que un director. Un hermano, un padre, un pastor, un maestro. Ayer lo recordamos, en las pequeñas pausas de nuestra intensidad desmesurada, porque todavía necesitamos tirar de sus enseñanzas. De sus consejos. Antonio era transparente... y un poquito tozudo. Quizás por esa concomitancia discutía tanto y tan bien con Myriam Martínez. Y quizás también porque de sus discusiones siempre emergía un fruto con el que engordar nuestra sabiduría. Al final, les unía el abrazo físico que era el de la verdad.

Hoy me veo en la obligación ética de citarlo. No en vano, sino por imperativo de la congruencia. Y porque el primer mandamiento para el equipo de EL DIARIO DE HUESCA, por delante del segundo, es adorar a Antonio como nuestro dios que fue, como nuestra inspiración que es. Pocos lo saben, pero Antonio iba a ser el presidente del Consejo Periodístico de nuestra entonces futura publicación, hoy presente. Estaba realmente ilusionado. Le gustaba el elenco de grandes profesionales externos que iba a presidir. Nos queríamos tanto entre nosotros que aseguraba que él echaría no una mano, sino las dos y todas las que pudiera reunir.

Lloro y sonrío. Sólo así concibo la floración de mis recuerdos cuando evoco a Antonio. Cuando le cito para otro encuentro. Unas semanas antes de su partida, me confesó sus temores de salud, pero me dijo que lo que más le fastidiaba era no poder ayudarnos. Él, que disfrutaba de los preparativos del alumbramiento de EL DIARIO DE HUESCA con emoción similar a las que la cabecera que erigió el 27 de septiembre de 1985. Sí, también ayer renació un nuevo periódico, que fue el titular que escogió Angulo para aquel primer número. Sí, ayer también nos volvimos a comprometer con el periodismo de las tres P que preconizó en aquellos arranques: plural, provincial, profesional.

El último día que hablé con él, a un puñado de horas de su traslado de domicilio existencial, me afirmó rotundo, como él era cuando estaba plenamente convencido de algo, que no podría ser de esta partida y que habría de buscar, todavía sin nacer, un sustituto para el consejo. Usé una mentira piadosa que también era una profesión de fe: Antonio, tú vas a ser el presidente porque Myriam, Sergio y yo así lo deseamos. Porque no admitimos discusión. Porque eres insustituible. Porque no sirve que dimitas antes de empezar a ejercer. Era un anhelo, una creencia en el milagro al que necesitaba aferrarme, roto de dolor como estaba. Había pasado el tiempo del repóquer de mi depresión: ansiedad, angustia, impotencia, tristeza y rabia. Los creía superados gracias, en gran medida, a sus ánimos y a su lealtad que le hizo dimitir de consejero en la que otrora fue nuestra casa. Pero, en aquel preciso instante, estas sombras funestas volvían a acosarme. Y sin embargo...

...se mueve. Eppur si muove. Si Galileo fue obligado a retractarse, nosotros permaneceremos a través de la remembranza de Antonio en la firmeza de que somos nosotros, la Tierra, los que nos movemos alrededor de sus enseñanzas, nuestro Sol. El periodismo es una suerte de sacerdocio laico, una fe de la que no podemos desprendernos. Es el ciclo sin fin, como la canción de Táta Vega para El Rey León. Envuelve todo, y evoluciona naturalmente, sin que las hienas y otros enemigos puedan, en el acecho de las tinieblas de la noche, acabar con la vida de los Simba y Nala que en el mundo son. O somos. En el sacerdocio hay mucho de entrega, de compromiso, de creencia, de sacrificio y de coherencia.

Como Simba y Nala, nuestro reino es servir. Pelear con las armas de la palabra y del esfuerzo por ayudar a nuestro territorio, incluso más allá de donde alcanza nuestra vista. Limpiar las excrecencias de las debilidades humanas. Reforzar la autoestima de todos y cada uno. "Put a ten in everybody's head" (John C. Maxwell). Una de mis máximas. Pon un diez en la cabeza de todos, porque todos juntos somos imbatibles en la vida que Dios escribe recto con renglones torcidos.

En el ciclo sin fin, atrás sin melancolía aunque con cariño mi rienda suelta anterior, prometo ser fiel a las gentes de Huesca y a mí mismo, porque no se entiende un juramento sin el otro. Y espero ser cada día muy identificable. Hoy abro este encuentro con usted y contigo, amigo lector, con la siguiente etiqueta: "... como puños". Porque los puños pueden agredir, pero su misión fundamental en la vida es abrirse y, con un suave soplo del calvo del anuncio de la lotería, compartir la fortuna de la verdad. Eso es lo que me inspira Antonio en esa nueva dimensión en la que nos comunicamos. La longitud de onda de esa comunicación es confidencial. Secreto profesional. Queda para nosotros dos. Pero estoy seguro de que, si cierras los ojos y lo deseas fuertemente, querido lector, también tú hallarás la conexión con él. Merece la pena.

 

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