Luis Manuel Aranda

Aquí vive un médico

Médico Otorrino de Huesca
19 de Marzo de 2024
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De sobra es reconocido por los amantes de la palabra escrita el que no siempre somos nosotros los que tenemos el olfato para perseguir a la agazapada liebre de la inspiración. Por el contrario, es casi siempre ella la que, saltándonos desde los pies, nos provoca, nos incita a dispararle.

Y por ello, por una provocación tanto profesional como afectiva, es por lo que de nuevo me pongo a escribir, como el domingo anterior, para compartir con todos ustedes y, si me lo permiten,la indignación correspondiente ante una agresión más, pero no sólo al estamento sanitario, sino a la ciudadanía en general, por parte de las autoridades sanitarias y de todos los estamentos oficiales, mucho más cualificados que yo mismo ,para denunciarlo .

Ellos, los Colegios profesionales y Sindicatos, más ocupados tanto en silenciarlo como en vivir dentro del sempiterno y cansino bucle político de  las frívolas cosas del “y tú más”!

La liebre responsable de lo que sigue fueron nada más y nada menos que las atribuladas palabras de padres de niños de Barbastro y Mónzón, mientras me comentaban  hace dos días en la consulta el QUE LLEVABAN MÁS DE UN AÑO EN LISTA DE ESPERA EN EL HOSPITAL DE BARBASTRO.

Así es que comprenderán que ante situación semejante, ante el desesperado dolor y rabia de padres que sentían en carnes propias cómo les habían dejado a los pies de los caballos, uno no podría seguir durmiendo tranquilo de no estar denunciándolo, aunque las soluciones de sobra pueda conocer que son demasiado complejas, como para pedir el que pudieran tener fácil solución.

Y es que, entre todos la mataron y ella sola se murió, por lo que como decía, y aunque sea domingo, abandono “mi zona de confort”, como dicen los pijo-progres, para no poner también mi silencio cómplice al servicio de tanta y tanta ineptitud socio-sanitaria como pretende ahogarnos o hacernos la vida muchísimo más difícil de lo que hubiéramos podido soñar en los albores democráticos.

Verán, tras el ingreso de la izquierda, allá por los ochenta, lo primero que comenzaron a hacer los personajillos cazados casi a lazo para rellenar las Instituciones, fue el hacer creer al sufrido pueblo de Dios el que las igualas que se pagaban en los pueblos al médico, por cubrir la asistencia de 24/horas día/los siete días de la semana, solo eran un vestigio de la esclavitud decimonónica. Así que persiguiéndolas, los médicos rurales dejaron de tener el enorme incentivo económico que les suponía el “estar enterrados en vida voluntariamente” a cambio de poder ahorrar algo para empresas de formación posteriores... mientras ellos, los pueblos, iban poco a poco quedándose sin médicos de cabecera, tan queridos como necesarios. Ah, y, muchos de ellos, ¿recuerdan?... hasta acababan esculpiendo su nombre en la calle principal y pasando a a la posteridad, como auténticos héroes populares.

Y,siguieron y siguieron, de forma obsesiva intentando después demonizar a la Sanidad privada,”esos burgueses-caciques “, se les oía decir, olvidándose por contra de que la obsesión por la libertad, debería de constituir la primera obsesión y ocupación de cualquier demócrata de buena voluntad.

Pues bien, lo hicieron tan mal, tan mal, que ahora no solo no han bajado la afiliaciones a  las aseguradoras privadas de Sanidad, si no que de los tres millones que habían cuando ellos comenzaron a adoctrinar a los no creyentes, ahora son diez millones de compatriotas los que les están diciendo todos los dias el que “SU MODELO DE SANIDAD SE HA PODRIDO”.

La Sanidad privada, a la que no solo anatemizaron e intentaron poner de vuelta y media , sino que para colmo de contravención estatutaria, no tuvieron inconveniente alguno de significarla negativa y Colegialmente, en su día y al calor del momento, con un par y sin pudor alguno, con aquella pancarta de la vergüenza en su fachada que decía... ”EL COLEGIO DE MÉDICOS EN DEFENSA DE LA SANIDAD PÚBLICA”.

Pena de sanidad pública y toda la degradación, que con su silencio,como hacen ellos, los responsables colegiales, entre otros muchos... solo pretenden hacer lo que hacen los gatos con sus cagadas, el buscar el que queden ocultas,, sin duda alguna, pero a los que yo denuncio, como partes responsables, sin duda alguna y entre otras muchas, de las agresiones médicas a que nos exponen ellos y los políticos de turno con sus abandonos… y su sempiterno mirar para otro lado.

Porque después de meses y meses de espera y ante cualquier posible gesto de cansancio del médico de turno, ¿adonde creemos que va a recurrir el paciente afectado y humillado en sus más elementales derechos?... a lo peor, sólo se le ocurre agredir a su pobre médico, el eslabón más cercano, más frágil y hasta más al alcance de la mano... ¿no les parece?

Comencé a estudiar Medicina allá por el Jurásico, por los años sesenta del pasado siglo, tras acompañar algún día del verano anterior al médico de mi pueblo y comprobar toda la autoridad y magnetismo de que estaba investido, de todo el poder que ejercía, diciendo por ejemplo y entre otras mil lindezas parecidas, mientras liaba un cigarrillo, en el umbral del dormitorio y antes, incluso de palpar o hablar con el paciente... ”Tranquilos, familia, que la ciencia está haciendo todo lo humanamente posible”...Y quedé fascinado por esa bendita cosa de ser, de ir por la vida, convencido de que mediante dicha profesión, uno podía encontrar la bendita fórmula de la comunión entre profesión y felicidad... algo que aún, a mis muchísimos años, sigo comprobando en mi consulta de cada día.

Eran tiempos excelsos para el quehacer médico, al extremo de que lo primero que hacía cualquier laboratorio pelota era regalarte la “placa del honor y la dignidad social, la placa del AQUÍ VIVE UN MÉDICO, para pegarla en la puerta. El contundente significado del  estatus propio y vecinal correspondiente... qué cosas pasaban entonces, ¿verdad?

Ejercicio profesional que comencé desde la base, yéndome, y sin dudarlo, a un pueblecito de los Montes de Toledo, en donde, como en cualquier pueblo, a cambio de estar de guardia 24 horas, los siete dias de la semana, los vecinos, voluntariamente, nos pagaban una iguala que proporcionaba unos sustanciosos ingresos; igualas que procuraban el que todos los pueblos de España estuvieran debidamente atendidos.

Pero llegaron los sectarios políticos a partir de los albores del socialismo, y como convencieron a todos los ingenuos de que venían desde lejos,desde cien años de honradez, no tuvieron también empacho alguno en convencerles de que eso de las igualas no eran sino un último vestigio de la opresión médica, y no tardaron en desterrarlas, incluso perseguirlas, como algo nefando... y hasta hoy, en que ni tienen médicos para los pueblos, ni se les espera.

Pero es que después la emprendieron contra los hospitales, tan llenos hasta entonces de excelencia como de deseo profesional, y comenzaron a llenarlos de Comisarios políticos, tan tóxicos como incompetentes, salvo y como siempre, salvando a las escasas excepciones que cada quién quiera indultar. Eran chiquilicuatres galénicos mucho más pendientes de la productividad y la reverencia al mando que a inmolarse en aras de las denuncias posibles sobre las carencias que iban apareciendo. Sin pensar jamás en morder la mano de los que les estaban dando de comer.

Y, para acabar ya de descoyuntar todo el equilibrio anterior que la Medicina había sabido ir tejiendo para construirse hasta entonces, y no contentos con todas las paridas anteriores, se les ocurrió parir un ratón, patentar un sistema de selección y de futura formación: el MIR, que, sin duda alguna, debería de ser aprobado por los más excelentes de cada casa. Como si la excelencia en la praxis médica pudiera medirse tan simplona como académicamente pretendieron los bisoños padres de la criatura.

Por lo que ahora, y tras haber captado la mayor masa gris de entre nuestros universitarios, con la zanahoria del trabajo asegurado a su salida como cebo, tenemos que comprobarnos cómo el 10% de los MIR que empiezan, suelen dejarlo al segundo año de su especialización, tras comprobar dolorosamente la discordancia entre lo que esperaban y la puñetera realidad del ejercicio profesional. Y, si lo dudan, pregunten si lo conocen a algún canoso médico de la Sanidad pública, pregunténle si no está hasta esa cosa en el ejercicio de su día a día, o aquello otro de si sabiendo lo que da de sí la pomada, volvería a estudiar la Hipocrática mentira.

Es por todo lo anterior, sucintamente relatado, y tras más de cincuenta años de ejercicio profesional viendo cómo se nos derrumbaba el edificio con tantísimo esfuerzo construido, por lo que me quedo con las palabras finales de D. Alejandro Pazos, el insigne catedrático de Ciencias de la Información y la Inteligencia artificial de La Coruña...”La medicina requiere de otras habilidades, no solo de primar el conocimiento. Y el examen MIR se ha convertido en un gran cáncer para formar a los médicos.

Sea dicho todo lo anterior desde mi personalísima memoria, la única verdad de cualquier historia, por encima de lo que pudieran decir los historiadores pagados o los médicos que, como la mismísima Ministra de Economía, no tengan idea alguna de lo que pasa de tejas abajo.

POSDATA...Escribo desde el dolor anterior,mientras vislumbro a todos nuestros representantes cómo siguen contoneándose en sus sillones, cuales chimpancés ansiosos de presentar su mejor perfil durante una entrevista de contratación por un circo, aunque pueden alegar, si se les reprocha, y sin que se les caiga la cara de vergüenza, el que ellos, los Colegios de médicos, incluso su Consejo General, no son un Sindicato, tal vez porque deben de desconocer de la existencia de nuestro Código Deontológico, tan encargado de decirles lo que deberían de hacer por la salud de todos nosotros, como por los silencios que nunca deberían de tragarse.

Y, no sólo con dolor escribo, sino con la inevitable envidia al ver todos los días la lucha de nuestros agricultores o fiscales, jueces y abogados, intentando ponerse de acuerdo para impedir que se nos desertifique tanto el campo como la mismísima Justicia.

Que el buen Dios y la Virgen del Pilar sigan intercediendo por nosotros, ante el abandono y desastroso futuro político que nos estamos dando.

Me ve escribir algún hijo y, sonriendo como siempre, me dice lo de siempre... ”padre, no te esfuerces en escribir más de cinco líneas, que eso no lo lee nadie”, o aquello otro de ”¿pero crees que vas a cambiar algo con tus rollos?... ¡Cosas de hijos, que le vamos a hacer!

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