Luis Iribarren

Canción triste del último almogávar

Abogado
29 de Diciembre de 2022
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No está protagonizada por Tom Cruise, este otro soy yo mirando la Canal hacia poniente do pastaron incluso en invierno rebaños por decenas de millar. La atracción por Japón y su cultura: los deportes marciales, los cortes del pescado, el empaquetado del té o la carne… vienen del bushido, del código samurái.

A la búsqueda de shogun al que servir, echo currículo para que Roger de Lauria me obligue a ver el mar. Con mesnaderos de toda la montaña, elegiré comando en que sea lugarteniente Carles Puyol de la Pobla de Segur, melena de mi carne.

Para recuperar el prestigio perdido de caballeros en busca de pastos de invierno que nos hizo reconquistar para Ribagorza o Jacetania, para los señores Aragón o Urgell, la tierra de invernada de Fraga, las huertas del Ebro de Caspe y Tortosa. En la que enamorarse de los ojos rasgados de las hijas de la sangre mezclada.

Como los arios cuando se escrituraron los páramos del valle del Indo, como los colonos colombianos que a machete desbrozador discutieron la propiedad de las cordilleras andinas a la familia Aránzazu de Oñati, el valle de las zarzas; cómo no a lo Gengis Khan a caballo de pastor y comiendo tartar que llego a avistar las llanuras banatas del Danubio, haremos despertando ferro y gritando todos Aragón o Aragó someterse a los señores de Bizancio.

Ni noción de dónde estamos, pero ni un paso atrás ni para coger impulso. Frase que no inventó el caballo gallego que mandó en el trópico.

Arrantza que es riqueza en cabezas de ganado, como lo es ganancia, todo viene de lo mismo. En nuestro código es la parición y venta de corderos lo que cuenta y, cuando sobre leche a las madres, poder hacer queso dulce de su leche en verano.

Fijamos las leyes nómadas en el Vidal Mayor cuando llegamos a nuestro tope a base de comer despojos de venta, borraja o raíces, pan negro cuando hubo. El puesto de menúceles del Mercado Central de Zaragoza es el único en que aún nos paramos. Otros del Magreb y África son hoy esa descendencia.

A nuestras mujeres que hoy queremos agobiar pidiendo permanente y sedentaria compañía, hubo un tiempo en que las vimos en San Juan tras lavarnos en agua de nieve y para San Miguel cuando el patrón a bien tenía darnos la sal del salario, alguna oveja y las pellizas con que causamos el terror por fieros, que también en nuestra fabla vale para nombrar al feo pero gallardo.

En Argentina o California, los más barbados en Australia, seguimos siendo almogávares capaces de comernos a las piedras, cambiando a turcos infieles por serpientes de cascabel, matando para no morir a daga como a colt.

Lo más parecido a nos que podéis encontrar son esos masai de catálogo de revista que se alimentan de leche y de sangre, en vez de migas de sebo, porque el cordero es de Dios. Lo menos parecido a nuestro comandante, el bello trovador Gerard Piqué. Que de todo tiene que haber, dicen los interinos de cada generación.

Mi bandería estaba compuesta por repatanes de toda la Corona. Aún recuerdo los lugares de mi valle que contenían monasterios o cuatro casas con pardina principal de donde salimos por segundones de las familias o de la vida, con palacio del Abad de San Juan de la Peña, para aprovechar mejor la tierra. Cercito, Noravilla, Regordín, Cillas o tantos otros hoy yacen en los registros como polígonos de boda por concentración parcelaria.

Como pardinero me hicieron partidario de la libreta de ahorros exigiendo Nenuco de regalo, de la primera inscripción, de tomar por la fuerza lo que sí me corresponde como fundador de Aragón, de no someterme a terminar cobrando una subvención para dar mi palabra de que cuidaré o ganau por seis años, y luego ya se verá… No quiero someterme a un señor de los pantanos de Flandes haciendo declaraciones de que poseo lo que amo…

Me agobiaba en tierra plana acantonau en el castillo de Montearagón, el del abaciado, cuando no veía relieve. Terminé por subir a una galera en Salou o a un paquebote en Santurce porque algo hacía ver que se me iba a empezar a faltar al respeto.

Prefiero morir siendo el último almogávar que entregarme a los designios de globalidad del Comodoro Perry. No quiero ir crotalau, y si vuestro cerdo viene del norte de África o el cordero merino se resucita, no habrá arte marcial que os consuele de haber vuelto la vista atrás a vuestros puertos.

Que le pase lo mismo a un armenio del Ararat, a un quechua que dormita en el carasol del Chimborazo, a un mapuche o navajo obligados a las peonadas en los manzanares transgénicos, no me consuela.

No quiero canciones de crooners, quiero en mi Nochebuena del día corto oír sonido de esquilas, comer a mi hijo pascual, abrazar mi can de chira y que el mastín dé vuelta para que se respete la orden de alejamiento de la que amo pero aún no me he atrevido a decírselo.

Vivir siendo correspondido por la responsabilidad de los demás. Solo eso, que la palabra pese y el ciclo lo marquen los astros… Merecerme cada grano dulce de garnacha y cada mora en año benién…

Desperta ferro.

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