A mitad del siglo pasado, la despoblación de parte de la provincia de Huesca fue muy significativa. Varios fueron los condicionantes para que eso ocurriera, pero la falta de vías de comunicación fue la más palpable. Muchos pueblos quedaron abandonados porque no había forma de llegar hasta ellos por camino o carretera. Otros se vieron muy diezmados porque solo llegaba hasta ellos una pista en malas condiciones.
La Diputación Provincial reconoció esta situación allá por los años 80. Los diferentes presidentes que estuvieron al frente, con sus respectivos equipos, fueron destinando cantidades importantes de dinero al arreglo de carreteras y pistas para acceder al mayor número posible de pueblos de la provincia. Gracias a esas inversiones se pudo frenar parte de la sangría poblacional, comenzaron a rehabilitarse viviendas que habían sido abandonadas, hubo interés por volver al pueblo e incluso personas sin raíces en ellos establecieron en ellos su hogar y proyecto de vida.
Numerosos ejemplos tenemos de que, de no haberse invertido, estos municipios se habrían sumado a la larga y triste lista de despoblados en el Alto Aragón. También hay ejemplos de todo lo contrario: pueblos que vieron cómo sus calles iban quedando vacías pero que, con el tiempo, fueron recuperando la vida. Mejorar las carreteras o asfaltar las pistas que llegaban hasta ellos fue crucial no sólo para recuperar, sino para mantener e incluso incrementar población de manera sostenida.
Pero hay también otros caminos que han ayudado al asentamiento de población, son esos que ayudan a las actividades económicas que existen en los pueblos. La agricultura y la ganadería, sin olvidar la caza, el turismo rural, el tránsito de bicicletas o el paseo por vistosos lugares.
Durante estos años atrás, los ayuntamientos han ido manteniendo estas vías de comunicación, fundamentales para la vida en el mundo rural. Y, con su ayuda, en especial a los más pequeños, la Diputación Provincial ha jugado un papel primordial. Mantener las carreteras, pistas y caminos tiene un alto coste, aún mayor en las zonas alejadas de los centros donde se produce el material para ello, sin olvidar la orografía donde se ubican.
Nada tiene que ver arreglar un camino en una zona más llana o más cercana a las empresas, que suele ser cerca de las ciudades, que el coste que esto tiene en un pequeño pueblo de nuestra gran provincia. El coste se multiplica por mucho, lo que dificulta el mantenimiento.
A esto tenemos que añadir las tormentas que venimos recibiendo, especialmente durante los últimos doce meses. La virulencia con la que han descargado en algunos puntos ha destrozado por completo algunas de estas infraestructuras, especialmente donde la orografía es más complicada. Lo hemos podido observar con las obras que se han ido realizando y las que faltan por realizar.
Con todos estos ingredientes, las gentes de esta provincia esperan que la Diputación tome las riendas y ayude a todos los municipios, especialmente a los más pequeños y aquellos con más kilómetros de caminos, a restituir y conservar estas vías que como hemos explicado tan importantes son para el mundo rural.
Pero como decía la canción, sorpresas te da la vida. Y esta fue monumental: hace unas semanas la Diputación anunció un plan de caminos que no tiene en cuenta los caminos para el reparto de ayudas. Sólo la población. Es decir: un plan que podríamos aplaudir si sirviera para lo que se anunció, pero que en realidad favorece a los ayuntamientos con más habitantes en detrimento de los consistorios más pequeños o de aquellos con un número mayor de kilómetros de caminos. No es una cuestión política es una cuestión de sentido común.
Las carreteras y caminos son, como planteo en la fórmula del titular, sinónimo de asentamiento de población y de vida en una provincia como la de Huesca, que tanto ha sufrido por la falta de habitantes. Y ahora que parece que se está remontando, la institución que tendría que velar por ello, toma decisiones en contra. No podemos olvidar lo vivido. Espero que aquellos que tienen responsabilidades se den cuenta de las consecuencias de no ayudar a los que en realidad lo necesitan.