El daño ya está hecho. La España que conocemos dejará de serlo cuando los tiranos entren en el nuevo gobierno, y repartan estopa, bien sea desde dentro o desde fuera del banco azul del Congreso, lo veremos mejor para ver la península de otro color.
Yo siempre creí que los regalos se hacían en Navidad, pero Pedro Sánchez ha abierto la caja de los truenos y está dispuesto a regalar lo más importante que tiene España, “la unidad”. Amnistía para los imputados y presos de Cataluña, condonación de la deuda, trenes de cercanías, control de la Seguridad Social para cobrar, no para pagar las pensiones, mantener viva la esperanza de la independencia y alguna cosa más que oculta la letra pequeña. Todo esto por el este de España, pero por el norte otro hachazo a la piel de toro, que en el futuro la denominaremos piel de conejo.
Pienso que hemos llegado demasiado lejos y que ante la incertidumbre del venidero susto, nuestras vidas quedan marcadas.
A qué más se ha comprometido Sánchez con un Puigdemont triunfante y desafiante, consiguiendo lo que no es de Sánchez, ni tampoco lo es de Puigdemont, como es España y la igualdad de los españoles.
Sánchez ha hecho suyo el Estado español para repartir prebendas a los enemigos de España. Y estamos esperando saber, qué hizo unilateralmente con el Sáhara, ni qué recompensa recibió España por ello.
Lo que no hay duda, cómo se calculan los tiempos para enmascarar la realidad. Llegará la extraordinaria de Navidad, el discurso del Rey en Nochebuena, y que Dios reparta suerte. Porque el tiempo lo borra todo o casi todo, sea bueno o malo.
Nos dice Sánchez que el nuevo gobierno servirá para avanzar, y once millones de españoles preguntarán: ¿Avanzar en impuestos? ¿Avanzar en deuda pública? ¿Avanzar en desigualdad entre los españoles? ¿Avanzar en gasto público? ¿Avanzar en falsedades?
El problema del señor Sánchez es que su mente es muy diferente a la mente de millones de españoles.