La hora de la verdad

Antonio Lasheras
21 de Febrero de 2024
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De la sonrisa chulesca de Sánchez hemos pasado en pocas semanas a las caras largas de preocupación y sin sonrisa de los inquilinos del banco azul del Congreso. Las perlas verbales de Puigdemont cortan el aliento y también la sonrisa. Puigdemont detecta y descubre la fragilidad de un gobierno que no puede salir por la puerta grande como en los toros. Lo triste de este gobierno es que con amnistía o sin ella posiblemente tenga que salir por la gatera, como los gatos. En la vida no es más listo el que sabe solucionar los problemas, el más inteligente es el que no los crea y este gobierno puede presumir de meterse en infinidad de jardines pensando ser el ganador sin haber hecho un análisis de las fuerzas del opositor, además de crear un clima insoportable de crispación social, y de romper cualquier posibilidad de acuerdo entre las fuerzas mayoritarias en el Congreso. Y también, de contribuir al deterioro de la imagen y el prestigio de destacados juristas, pues la amnistía del Puigdemont ha creado un terremoto en los estamentos y poderes del Estado.

Estamos en invierno, pero pienso mucho en los incendios devastadores del verano: un pirómano en unos segundos puede hacer un daño inmenso que costará décadas recuperar al estado original. Pues de recuperar la normalidad en España desconocemos el tiempo y el costo, pero la fanfarronería de los políticos nos traerá incendios en invierno, sin llamas que lo visualicen.

Recuerdo una historia vivida por dos cazadores: a la salida del sol, los dos amigos entraron en cacería y las piezas abatidas fueron tres perdices y dos mochuelos. Llegando a la hora del almuerzo y el reparto de las piezas, el más listo, y el más malo, le dice al inocente: una perdiz para mí, un mochuelo para ti; una perdiz para mí, un mochuelo para ti; una perdiz para mí y la botella del vino vacía para ti. ¿Quién piensan ustedes que se llevó las tres perdices, Sánchez o Puigdemont?

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