Mi punto de partida es que es el Estado y la estabilidad política como su razón, como ya nos enseñó Aristóteles, es el elemento central de la política. Desde esta perspectiva: ¿Cómo es posible que la izquierda, con el PSOE a la cabeza, esté abducida por un movimiento nacionalista que funda los vínculos políticos en la comunidad cultural, que sostiene que son miembros natos de ella los que hablan catalán por encima de las demás comunidades?
¿Cómo es posible que vaya horadando el Estado español para satisfacción de quienes lo niegan para dar cabida a la nación cultural y étnica catalana? ¿No recuerdan el PSOE y Sumar que la nación cultural fue desechada por la Revolución Francesa en favor de una nación política, uniforme e integradora, sostenida en el individuo, los derechos humanos, el contrato social y la soberanía?
¿No sabe que el nacionalismo fue un producto europeo para debilitar a otros Estados e imperios, caso del turco, al igual que Putin apoyó al nacionalismo catalán para debilitar a España y a la UE? ¿Por qué este empeño del PSOE en debilitar el Estado, en contra de la tradición marxista?
Aunque podríamos acudir al escaso peso del marxismo en la historia española, la influencia nada desdeñable del krausismo o el fácil recurso al franquismo, no cabe duda de que la explicación está en el deseo de poder. Es el poder lo que explica la simpatía hacia un nacionalismo que para edificarse necesita debilitar al Estado español, y por efecto rebote a la UE. Estamos ante un PSOE, dirigido por Pedro Sánchez, sin ideología (antes era ilegal la amnistía, ahora es legal), que camina hacia la democradura. Un PSOE indefinido, sin que sea la estructura del Estado y su buen orden su objeto político, al tiempo que discurre por un agregado de reivindicaciones individuales como en su día señaló Tony Judt para la izquierda en general (Algo va mal, ed. Taurus): identidad individual, identidad sexual e identidad cultural.