Podría reducir las listas de espera de los hospitales, contratar profesores para alumnos con necesidades especiales, arreglar carreteras para evitar accidentes o luchar contra el cáncer. Pero no, tres millones y medio de euros se gastan al año los ayuntamientos de Aragón en algo llamado “tauromaquia”.
Tres millones y medio sacados de nuestros impuestos para, punto uno: “corridas de toros”, un eufemismo para nombrar al espectáculo consistente en clavar arpones y picas a un animal durante un buen rato para luego atravesarlo con una espada y terminar de reventarlo por dentro. Punto dos: toros embolados, para quien no lo sepa esta aberración consiste en poner fuego en las astas de un toro hasta dejarlo ciego en medio de terribles bramidos de dolor. Punto tres: becerradas, que no es otra cosa que torturar animales más pequeños que los toros hasta la muerte. Punto cuatro: vaquillas, es decir: soltar animales asustados y, por ende, peligrosos, para que adolescentes sin dormir interactúen con ellos.
Todos los años mueren personas en este tipo de actos, sin contar con los heridos. Pero qué más da: torturar animales es algo precioso, hermoso, loable, noble, mucho mejor que la música, el teatro o el deporte, esto es lo que opinan nuestros concejales y la alcaldesa, a los que no les basta con torturar y matar a 36 toros, maltratar becerros, o soltar vaquillas a los jóvenes, sino que ahora les ha dado por organizar encierros infantiles con bueyes. Para más inri, han calificado esta actividad de “educativa”. Tenemos lo que nos merecemos. Que nadie se queje si no hay dinero para sanidad, educación o carreteras. Recuerden: tres millones y medio de euros ¿qué harían ustedes por Aragón con ese dinero? Yo, desde luego, no lo destinaría a financiar la violencia ¿ustedes sí?