Antonio Naval

Ciertamente, la Procesión del Santo fue de muy bajo perfil

29 de Septiembre de 2025
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Procesión de San Lorenzo 2025. Foto Myriam Martínez
Procesión de San Lorenzo 2025. Foto Myriam Martínez

Que la Agrupación de Danzantes de Huesca sea la que que denuncia y llama la atención sobre el espectáculo, la procesión del Santo, es más que una anécdota. Cierto es que la religiosidad se ha quedado en un barniz, pero, aunque solo sea un pretexto, el desfile requiere una dignidad.

En la pasada procesión de San Lorenzo no hubo ni ésta ni aquello y, sí, bastante más de  lo que denuncia el colectivo de danzantes. ¿Qué justifica convertir la procesión en una pasarela de exhibición de vestidos de otros tiempos, vistos y revistos? El día era aturdidor de calor. Allá la capacidad de aguante de los protagonistas… pero iban niños.

¿No tiene  función,  el colectivo de cofrades, además de estar e ir al paso? No se les pide que vayan con chistera o traje de domingo, pero deben percibir que la vestimenta “casual”, americana, se ha quedado en una exhibición de mal gusto en nuestras calles.

¿Hasta dónde los políticos han cambiado los papeles asumiendo la centralidad de lo que debería ser una manifestación religiosa utilizándola como una exhibición de imagen y obviando el  recato y la concentración en lo que celebran? Ya ni el protocolo tiene algo que decir.

¿Desde cuándo una orquesta interrumpe un acto, metiéndose en medio cuando debe ser acompañante, y más cuando su ritmo es tan reiterativo que hasta en su silencio sería tarareado?

En esta procesión la extraordinaria pieza artística del busto del Santo y la bella peana que lo soporta lejos de ser un colofón aparecía como un pegote deslocalizado.

El clero este año no daba ni la talla de comparsa. En ininterrumpida  cháchara, portando una vestimenta exquisita de valor imponderable daban su nivel de percepción con la botella de plástico. Esto sin la vistosa anécdota de aprovechar la oportunidad para filmar con el móvil. Recordaban a los showman que visten casacas de húsares con pantalones  vaqueros, si no los llevan cortos.

Y qué decir del hombre de tambor con algo así como una bata azul y llamativas deportivas enmarcando los pelos de su pierna.

Del resto, por no repetir, ya lo han denunciado acertadamente  los danzantes. Parece que todas las agrupaciones intervinientes habían renunciado, al protocolo, orden, respeto, contención de entusiasmo, control de móviles… En definitiva elegancia de la exhibición. Solo faltó que alguien lanzara un amañado eslogan, de esos que por querer decir algo suenan de manera estrafalaria, para que no se supiera si era una manifestación más con desocupados paseando por el Coso. La banalización nos está llevando a no saber distinguir entre una procesión y la salida de los toros.

Las fiestas de San Lorenzo, contrariamente a lo generalizado en otras fiestas, conservan las raíces de una celebración religiosa con reiterados actos que si no son litúrgicos, porque no viene al caso, lo fueron. Esto es lo que fue, ahora la autentificación  de la motivación religiosa queda calibrada en la parada final de la ofrenda en que el Santo no es una razón sino un mero pretexto.

Los vigilantes de la ortodoxia deberían constatar que las procesiones del Sur ofrecen más religiosidad, a pesar de haber sido turistizadas, y ya no ir acompañadas por el clero. No se pide que se reviva forzadamente la religiosidad que las motivó siglos atrás, sino que no pierdan la dignidad, incluso elegancia,  que todavía tenían hace algunas  décadas  cuando festejos, alegría, y jolgorio convivían porque tenían sus tiempos sin promiscuidad.

Las alegres y multitudinarias fiestas mayores de Huesca, en su alegría y significativa afluencia ofrecen un referente para calibrar el nivel, gusto, significado, compostura de la ciudad… Estas fiestas, ¿están derivando adecuadamente o van a la deriva?. En tiempos del respetable alcalde Miravé comenzaban con una festiva presentación de chicas guapas de Huesca, y han derivado en el bochornoso espectáculo, nada exportable y mucho menos utilizable como reclamo, de los y las adolescentes de Huesca y advenedizos del día nueve embadurnados en maloliente vino de garrafa.

Hay que asumir que los tiempos cambian y tienen que cambiar, pero si nuestra cultura quiere sobrevivir, y cada vez lo tiene más difícil, tenemos  que ser conscientes de que, ni de lejos, lo que se vende como progreso, libertad,  tolerancia, desinhibición, autenticidad…,  hoy son valores que conserven su contenido semántico. No pasan de ser casacas de húsares llevadas con pantalones muy cortos, deshilachados, con antiestéticos rotos… que buscando ser modernos quieren paradójicamente que parezcan viejos, pero obviando el sentir algún desdoro si están sucios.

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