José Torres Remírez. Hoy, contra el SMI

El cine, la fiesta y la indiferencia

Miembro de la Asociación Española de Derecho y Economía
08 de Octubre de 2023
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José Torres Remírez. Hoy, contra el SMI
José Torres Remírez. Hoy, contra el SMI

Me encuentro escribiendo estas líneas en un día muy especial, el seis de octubre, día del cine español. Un cine que ha sido menospreciado ampliamente por los pedantes que pensaban que en Francia, Italia o Suecia se hacía mejor cine. Una creencia cainita y que denota una absoluta ignorancia sobre el cine. Así que, para los que nos gusta el cine, venga de donde venga, escribo estas líneas, más como cinéfilo que como economista.

El cine es una industria. No nos olvidemos que nació en una barraca de feria para ganar dinero. Por eso, la década cinematográfica de 1960 es tan importante para España. Déjenme ponerles en contexto.

Tras la guerra llego CIFESA, que permitió al cine reponerse de la contienda y consiguió un amplio respaldo del público. De esta época tenemos éxitos como “El Clavo” (Rafael Gil, 1944), “La leona de Castilla” (Juan de Orduña, 1951) o “El último Cuplé” (Juan de Orduña, 1957) la película española más taquillera hasta que, en 1970, llegara Alfredo Landa y se lo arrebatara con “No desearás al vecino del quinto”. Cine para el gran público.

Gracias al buen hacer de los trabajadores en España y lo barato de trabajar aquí, llegó un avezado productor americano, que se dio cuenta del diamante en bruto que era la industria cinematográfica española. Empezó con “El Capitán Jones” (1959), y le seguirían otras tantas como “El Cid”, “55 días en Pekín”, “La caída del imperio romano” o “Golfus de Roma”. Y tras él llegaron otros como el inigualable Sergio Leone.

Todo este trajín fue lo mejor para la industria, pues provocó que productores, directores y guionistas españoles pensaran a lo grande. Y de ahí nació el cine de explotación. Comedias, western, películas de terror y mucho más. Una factoría que no paraba. Algunas estaban destinadas a consumo interno, como las de Don Paco Martínez Soria y otras destinadas al público extranjero como las de Paul Naschy, Eugenio Martín o Juan Piquer Simón. Pero sea como fuera, películas de un gran éxito.

Son estas películas las que mantuvieron la industria, aunque los críticos las detestaran.

La existencia de este cine más comercial no significa que no hubiera un cine más “refinado”. Durante esta época nos encontramos con Luis Buñuel rodando dos películas en España. Con Juan Antonio Bardem, Berlanga, Borau, Neville, Ladislao Vadja e incluso estuvo Orson Welles rodando la mejor adaptación de Shakespeare. Antes de los ochenta habían nominado a ocho películas españolas para el Oscar a Mejor Película de habla no inglesa, que llegó con “Volver a empezar” de José Luis Garci.

Convivían los dos cines. Ambos con su público. Hasta que llegó la mal denominada “Ley Miró”. Con esta ley se separaba la rentabilidad de la película de las entradas vendidas. Su aprobación, el día de los Santos Inocentes de 1983, parecía un augurio de la mala broma que nos esperaba. Sobre el papel se iban a dar subvenciones a películas con alta calidad cinematográfica, pero en palabras de un director que lo sufrió, Mariano Ozores: “sólo se daba la subvención si eras afín al PSOE”.

Y esta ley, que debería apellidarse Solana y no Miró, provocó lo que aún hoy estamos viviendo, una indiferencia de los espectadores por el cine patrio.    

Esta semana ha sido la fiesta del cine, y a pesar de que las entradas valían 3,5 € las películas españolas no han sido escogidas por delante del resto. Del 1.198.062 personas que han abarrotado las salas, menos del 14% han ido a ver una película española. Tenemos en cartelera obras populares y obras recomendadas por los críticos, pero no interesan al público.

Introducir la política en la industria ha generado que el público sienta indiferencia. Una historia puede enamorar o generar odio. Puede hacer reír o llorar. La indiferencia es el peor de los castigos.

Termino estas líneas en la Plaza Mayor de Graus, escenario de una película masacrada por la crítica “Villaviciosa de al Lado” (2016), pero también de otra alabada en el Festival de Berlín como fue “Al otro lado del túnel” (1994). Ambas me gustan. Que se hagan películas como la primera no impiden que se rueden películas como la segunda. Les invito a que vayan al cine, a que vuelvan a hacer grande la industria cinematográfica española. Vean lo que quieran, pero vayan al cine.

Les dejo que por ahí llega el concejal de cultura de Graus, voy a ver si consigo convencerle para que haya más cine aquí. ¿Vendrán ustedes?

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