Aquellas 555 puñaladas, la indecencia y la crueldad

15 de Mayo de 2023
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Tirando de hemeroteca, leo a Txiki Benegas, uno de los políticos que más me ha impresionado en una entrevista en mi carrera profesional, esgrimiendo que todo atisbo de diálogo con Herri Batasuna era inviable. Sí, las circunstancias eran distintas. No había semana sin varios atentados. Pero a Benegas, calidad dialéctica y entereza moral, era relativamente sencillo seguirle y creerle. Tenía una hermana batasuna y, sin embargo, su compromiso contra la que no mucho tiempo después fuera declarada organización terrorista por Europa era indestructible.

El 29 de mayo de 1987, acudí a la sala de prensa habilitada en el edificio de servicios múltiples para un hecho deleznablemente histórico: rueda de prensa de Iñaki Esnaola, abogado de etarras y de abyectos dirigentes de HB. Era campaña para elegir a los diputados en el Parlamento Europeo. Concurría el eufemísticamente denominado brazo político de ETA y, para disgusto de muchos, se había constituido en Huesca un comité de apoyo a HB, jóvenes y sin embargo descerebrados. De esos que pensaban sincera e ingenuamente que los asesinos podían erigir un soviet supremo en el edén del comunismo en el que habría de convertirse España. Yo tenía 26 años, aunque a esas alturas ya había enterrado a unos cuantos guardias civiles y policías nacionales en Pamplona, con el puño cerrado no para cantar la Internacional sino para contener la rabia.

Aquella comparecencia de Esnaola, que venía a ser la cara amable de ETA (por contextualizar, en aquella fecha Otegi estaba huido en Francia preparando atentados que perpetrar en España), resultó tétrica. Soltó su soflama hablando de la izquierda transformadora y otras mandangas, atizó al Estado que le permitía pese a su historial presentarse a unos comicios. Las ruedas de Herri Batasuna eran unidireccionales. Sermón y a casa...

Me atreví. Le solté cinco interrogantes. Sobre terrorismo y sobre su independentismo. Superó a San Pedro. No negó tres veces, sino cinco, tantas como preguntas. Que si dónde estaba la palabra independencia en el programa de HB, que si donde el respaldo o el soporte a ETA. Ni una mala palabra, ni una buena acción, al terminar preguntó quién era ese periodista lenguaraz e impresentable. Se refería a mí, naturalmente. Un policía muy conocido en Huesca -entonces iban de paisano a estos actos, y los políticos lo sabían- me lo contó. Era una forma de intimidar. Me pregunté si no me habría pasado de audacia, porque por aquellos años eran de temer los batasunos. De hecho, como quedaba probado, muchos de ellos eran el aparato de información de los del gatillo. No le di más vueltas, había hecho lo correcto. Para eso me había hecho periodista.

555 votos obtuvo Herri Batasuna en Huesca. Dolió y mucho. Tanto que aquel número marcó mucho más que los 44.000 sufragios que logró el PSOE y los 26.000 de Alianza Popular. Éstos eran obra de la democracia. Aquellos 555... Fueron 555 puñaladas. ¿Cómo era posible? En Huesca... 

No hubiera soñado Esnaola con un edén como el actual para los etarras. Deciden políticas de vivienda y se presentan, con asesinatos a sus espaldas, a las elecciones. El presidente del Gobierno reconoce que no es decente, pero agrega que es legal. Similar argumentación del editorial de El País con una leve variación: hay legalidad, pero también crueldad. En los círculos periodísticos del régimen, se defiende que ya no hay muertos, que no hay atentados,... Olvidan que siguen existiendo actos de kale borroka, que por los años 90 eran considerados terrorismo. Pero, sobre todo, obvian un elemento fundamental que a Txiki Benegas le hubiera abierto las carnes: han conseguido el perdón y el escaño cuando quedan por resolver cientos de casos. Esto es, no han pasado por los tribunales, pero algunos de ellos se sentarán en un confortable y mullido asiento municipal o autonómico.

El grado de exigencia a ETA se ha depreciado indubitablemente. Lo más honrado sería apelar al pragmatismo, a la conveniencia, por más que sea deplorable y recriminable en una democracia. Cuando la legalidad ampara la crueldad o la decencia, el Estado de Derecho tiene una falla por la que se cuelan los crueles y los indecentes. Y ahí emergen, tristes y poderosas, las palabras de Pilar Albisu, la madre de Joseba Pagazaurtundua, a Patxi López: "Ya no me quedan dudas de que cerrarás más veces los ojos y dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre, llamando a las cosas por los nombres que no son. A tus pasos los llamarán valientes. ¡Qué solos se han quedado nuestros muertos!, Patxi. ¡Qué solos estamos los que no hemos cerrado los ojos!".

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