Arturo y los caballeros de la mesa redonda

10 de Febrero de 2023
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Aliaga ha sido como el rey que ha tenido sentado en torno suyo a muchos caballeros en una mesa redonda en la que, de hecho, proliferaban los que querían apretar la mano y dar un abrazo a Arturo. Ha tenido su corte en Camelot y, finalmente, todo se ha desplomado para él. O no. Nunca se sabe. Cuando alguien tiene su Excálibur, emerge el sentido del aforismo español. Donde no alcanza su mano, llega la punta de su cimitarra.

Estuve con el vicepresidente del Gobierno en Madrid Fusión. Le vi fuerte, convencido. Arturo canta, con su guitarra y su voz poderosa, el Resistiré. Alguien me atisbó en una fotografía o en imágenes con él -éramos un gentío- y se precipitó a llamarme. Era del PAR, claro. ¿Cómo le has visto? Fuerte como un roble, contesté. Luego fue otra llamada, y otro. La respuesta era siempre similar. Es Arturo, replicaba yo, con sus virtudes -muchas- y sus defectos -por cariño diré que, para mí, los menos-. Soñaban mis interlocutores con que "reblara", pero Aliaga fue demasiados años funcionario en Huesca y aprendió que ese verbo sólo se conjugaba para no dar un paso atrás si no es para avanzar luego fulgurantemente.

Este viernes, en su castillo de Camelot, ha caído. Curiosamente por los que le arroparon en el truculento congreso de hace unos meses. Ese señor que no quiso recurrir a la Justicia tras su anulación, y que dicen los que ahora le acusan de terquedad ha determinado la desafección de sus otrora adeptos. No lo dudo. Ni lo afirmo. El mismo Arturo que ha soportado una indudable confabulación entre política y mediática, incluso económica, vieja una de las ramas, viejuna la otra, enrabietadas ambas por la pérdida del control. Les gusta mucho eso de cambiar líderes y de influir en los gobiernos. Aunque 2023 no sea ya 1993, cuadrada como fue aquella mesa de cuatro patas. Treinta años después ni los kioscos son lo que fueron, ni tampoco la dinámica interna de los partidos.

Estoy convencido de que Arturo ha cometido errores. Pero, por mi integridad ética, no seré yo quien vaya a jalear a quienes le rodean para cerciorarse de que el fin del patíbulo se ha cumplido. No faltará la plaza llena de la aristocracia casposa y de la partitocracia anticuada, entre la incrédula mirada del pueblo al que, durante décadas, le han dicho que el rey Arturo había rendido servicios admirables que colocaba en la mesa redonda para el buen gobierno de todos. Prefiero quedarme con la memoria y con la expectación porque, sea como fuere, es una iniquidad borrar de un plumazo los méritos cuando, por conveniencia, quienes los han aglutinado son apartados, sea por sincera convicción, sea por intereses espurios. Conozco a muchos -hoy me he encontrado uno- a los que participar en esta moción censora les ha dolido, pero también a quienes a estas alturas estarán solazándose con la panza llena de bilis y alcoholes creyéndose artífices de un triunfo que es pírrico.

Arturo Aliaga puede tomar la decisión que considere oportuno, salvo la de ser ahora mismo presidente del PAR, porque al parecer ya no lo es. Me consta que al presidente Lambán la infección se le habrá recrudecido. Y que gentes de otros partidos estarán sinceramente afligidos por esta suerte. Hasta los egoístas que pensarán en el refrán del vecino, de las barbas y del remojo. No se merecía este episodio una formación como es el PAR. Pero los cementerios políticos están llenos de partidos que se desintegraron injustamente. La vida sigue y la dignidad se reivindica. Sólo podrán aprehenderla, para vestirse con ella, quienes sean capaces de identificar a un vicepresidente-consejero que ha pensado y ha trabajado, una barbaridad, por Aragón. No pueden presumir todos de esta condición. Respeto a la persona, reverencia al servidor que, en la intensidad de su acción, incluso se ha equivocado. En una comunidad con más quietos que parados, no todo el mundo puede presumir. Dejen paso a la memoria.

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