Bloquear a idiotas

18 de Abril de 2023
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Hace más de tres lustros, en tiempos de vino y rosas para los medios de comunicación, cuando WAN-IFRA (la asociación mundial de editores de diarios) se nutría financieramente de cursos ostentosos que pagaban los periódicos con sus gruesos beneficios (o témpora, o mores!), escuché a uno de aquellos gurús ("charlatanes a los que se cambia el nombre porque es demasiado largo para los titulares", como decía Peter Drucker) sostener que las comunidades sociales tenían sus días contados.

El brillante augur se refería a las incipientes redes sociales (se denominaban por aquel entonces comunidades) que consideraba prácticamente abortadas. No seguí la pista del experto, pero estoy convencido de que hoy irá predicando justamente lo contrario que entonces, y con idéntica legitimidad. Es decir, tendente a cero. No sólo han triunfado, sino que se reproducen y se metamorfosean, y con ellas las diferentes morfologías de la media verdad y de la mentira. En el reino del anonimato, las legiones de idiotas se multiplican exponencialmente más que los panes y los peces del milagro del señor. El propio Umberto Eco afirmaba hace años en ABC que "la televisión ha promovido al tonto del pueblo, con respecto al cual el espectador se siente superior. El drama de internet es que ha promocionado al tonto de pueblo al nivel de portador de la verdad".

Ayer hablaba con mi amigo Miguel Ángel de un odiador que se cubre con la capa de un pretendido supremacismo insultante. Falta al respeto apenas con frases de dos o tres palabras, sin percibir que las expresiones escuetas son buenas si aportan algo. Cuando sólo son invectivas, el oculto tras un acrónimo del estilo de Gomaespuma revela una estructural demencia, una carencia de afecto que le impide leer las lineas, entre líneas y sobre las líneas. Todo es plano para él porque otea los escritos con una nube de negatividad en sus ojos. Y ya es una desgracia en sí. Bien es cierto que está completamente a salvo de cualquier reconocimiento y, por tanto, diagnóstico a través de todo psicoanálisis, porque está sujeto a la impunidad cobarde del anonimato.

Esta mañana, me he levantado y he constatado en Google Discover que Santiago Segura, al que se atribuye (y atribuyo) un difícilmente discutible ingenio, ha puesto en marcha la máquina de bloquear porque no le apetece "hablar con un idiota". Está con la "paciencia un poco quemada" y reconoce que borrar de tu universo al imbécil no es la solución ideal, pero en ocasiones hay que tirar por la calle central y atropellar a la sinrazón y al insulto.

Al tipo que zahiere a Miguel Ángel lo bloqueé hace un tiempo. Mi entorno, a veces sabiamente, sostiene que es inadecuado hacerlo. Pero es que la bonhomía está cargada de complejos innecesarios porque la elegancia hay que constatarla en otras facetas, no con cortesías hacia la legión de estúpidos que, en su magma invasor, puede socavar la moral de cualquiera con un corazoncito. Y por ahí no hay que pasar. Así que, con mesura, discerniendo la crítica del ultraje, busque el botón de bloquear y, si es preciso, púlselo. No se arrepentirá.

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