El caciquismo vacuo y obsceno llega a los premios

22 de Noviembre de 2023
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No tienen medida. No les basta con llevar asaltando las arcas públicas desde hace lustros, con engañar a las grandes empresas con tácticas intimidatorias para que paguen a precio de diamante sus insanos desayunos -fast food de la peor calidad-, con amedrentar a los políticos, con ocupar las poltronas organizativas empresariales, con invadir una sociedad que, cada vez más, grita ¡basta ya! Y, por fin, las oligarquías acaban cayendo de sus abusivas pretensiones de que todos paguemos su juerga por el efecto del hartazgo popular. Un círculo que, además, engendra monaguillos que absorben la soberbia y la sensación de poder son menos ilustración -si cabe- y menos ética -si cabe- que los cacicorros.

En esa red de los profesionales, leo estupefacto -y más estarán quienes no conozcan al chistosillo individuo- una entrada en la que uno de esos acólitos, investido de cualquier superficialidad y de ninguna autoridad, viene a afear a una asociación de la cosa directiva que no le hayan dado el premio a su coleguilla. Claro, su amo y él han recibido multitud de reconocimientos, que no aclara si han sido por pago a servicios prestados, por merecimientos o por la simple regla de la velada amenaza. Luego, suelta la perorata característica del equipo -que, evidentemente, son la cúpula porque no se manchan las manos saludando a mileuristas sudorosos en esas salas de densidad asiática con ocho cuerpos y dieciséis ordenadores por metro cuadrado-, de los años de compartir -entre los jefecillos y, cuando baja el dueño, todos a agachar reverencialmente la cerviz- y de la evolución hasta ser referentes galácticos. Claro, no se pone el archiporcentaje de pasta pública que ha permitido semejantes juergas expansivas.

Y, después de la exégesis al denegado, señala con nombres y apellidos los tres del imperio propio que han de ser la trinidad de candidatos irrevocable e irrenunciable de la siguiente edición: fulanito, menganito y zutanita. Esto es, que la organización cual puede prescindir de invitar a la comida al jurado en el burriquín, que él le da el trabajo hecho. Y, además, que el ungido de Huesca también tiene nombre y dos apellidos. ¡Qué coño! No, si esto del caciquismo ilustrado sin ilustración va a acabar haciendo escuela. Ojo, y bien plagado de emoticonos. Así que ya saben, amigos de la asociación y su convención: ya pueden ir poniendo los nombres de 2024 que el tipo gracioso, el que está en todas las salsas con muy poquita sal, ya ha bajado el dedo. Amén.

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