El canal de la libertad se estrecha o "entiéndanse con sus boes"

Las presiones a los medios de comunicación por el caso de Oncología en Barbastro vulneran todos los códigos éticos de conducta desde algunas instituciones

22 de Octubre de 2022
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En una semana, he disfrutado dos foros de periodismo. Uno, la entrega de los Galardones Teobaldo. A las instituciones navarras, los galardonados les dijeron a la cara lo que su libertad y criterio les dictaba, y las autoridades no sólo encajaron, sino que asintieron y se comprometieron. Al menos verbalmente. Otro, el Congreso Nacional de Turismo y Periodismo de Benidorm, donde los debates han sido valientes hasta el punto de que los comunicadores reprocharon y aplaudieron a partes iguales a los agentes turísticos, y éstos afearon los comportamientos inmorales relacionados con el sensacionalismo y la falta de empatía. Me he perdido, por tanto, una parte de la polémica en torno a la pérdida de la única oncóloga del Hospital de Barbastro por circunstancias que, efectivamente, son complejas pero básicamente se reducen a una explicación: alguien, y ese alguien es la dirigencia, no ha hecho bien su trabajo. Se les elige para gobernar, para garantizar los servicios que religiosa o laicamente abonamos con nuestros impuestos. Y, como en el pasaje bíblico, se acercan las elecciones y se produce el rechinar de dientes, la elusión de responsabilidades, las excusas de mal pagador y la búsqueda de un mensajero para acallar o, en caso contrario, matar (metafóricamente, claro).

Han resonado en Olite y Benidorm las máximas de Kapuscinski, sobre todo las de la asociación de la bondad entre el ejercicio periodístico y el desempeño humano. Pero a mí la que más me gusta es la que proclama que, cuando las élites se dieron cuenta de que la información era negocio, la verdad dejó de ser importante. Y estamos en el momento de mayor peligro de la historia reciente por culpa de los nervios de personajes de la política y sus aledaños que vislumbran un riesgo para sus poltronas y sus cuentas corrientes, con la ventaja en su posición de supremacía para tantos y tantos periódicos y radios que dependen para su subsistencia de los subterfugios con los que recargan sus depauperadas arcas directamente o mediante sociedades instrumentales.

No, señores, no. La relación entre políticos y periodistas, como entre futbolistas y periodistas, como organizaciones empresariales o sindicales y periodistas ha de ser de tú a tú, porque al final la mercantilización a través de intercambios espurios sólo conduce a un empobrecimiento de la vida democrática. Que sobre el caso de Oncología ha habido presiones absolutamente faltas de ética es una obviedad. Que el ocultismo en los medios 'oficiales' es obvio resulta tan evidente que ya me gustaría disponer de todas las certezas existenciales tan al alcance de la mano. Que se ningunean opiniones de foros ciudadanos, de médicos y de otros agentes es tan cierto como que San Lorenzo es patrón de Huesca y que en 2023 va a haber una danzante.

Pongamos, en todo caso, todo el asunto en su dimensión. Las administraciones tienen todo el derecho, faltaría más, a expresar su opinión, a exponer sus argumentos, incluso a criticar acerbamente a un medio o a un periodista. Está en nuestra naturaleza. Y aquí está abierta esta tribuna. Para todos. Pero también en la condición de ellos, pretendientes de una infalibilidad que ya se pone en entredicho incluso para el Papa. Censurar no es una opción, al menos para EL DIARIO DE HUESCA, el único, sí, el único que ha dado voz a todos y así va a seguir siendo. Que ha colocado sobre el tapete todos los datos, todas las posiciones, todos los criterios, para que el lector se haga cargo de su propia opinión. Eso es creer en la madurez de la audiencia. Darle todo masticado no provoca sino inquietud, desconfianza y pérdida de credibilidad.

En este asunto, que todos queremos resuelto (pensando sobre todo en esas personas con cáncer que son las paganas con riesgo vital incluso), no ha lugar a la opacidad. No aquí. Hace muchos años, recuerdo a Guayente Sanmartín, la alta directiva mundial de HP, contestar a la reiteración de una pregunta que pretendía que desvelara las novedades del futuro con la siguiente fórmula: "¿Qué parte de la palabra "no" no entiende?" En este asunto, sucede exactamente lo mismo: ¿qué parte de "Las dos médicas adjudicatarias renuncian a sus plazas de Oncología del Hospital de Barbastro" no han comprendido? O, por variar la fórmula: ¿por qué no se ponen ustedes de acuerdo con sus boes, boas o bopes que son los que alojan esas afirmaciones? Y, además, tengan la convicción de que si la resolución es plausible, aplaudiremos. Enrique Sánchez Carrasco, en una de sus tomas de posesión, fue nítido y lúcido: "Si bien hiciéremos nuestro trabajo, Dios nos lo premiare; si no lo hiciéremos, Dios nos lo demandare". Yo estaba allí, en aquella atmósfera humanista. Sana.

Podrán ser galgos o podrán ser podencos, pero la realidad es que, a estas horas, el servicio de Oncología del Hospital de Barbastro no está solucionado. Que muchos pacientes tienen incertidumbre. Y que aquí demasiada gente juega a ser trileros. Y la bolita que esconden para no dejarla a la luz es la de la libertad. Porque su canal se estrecha entre paniaguados y censores. Y, si dejamos crecer esta bola, nos arrepentiremos porque nos aplastará. Al tiempo.

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