Un céntimo que vale su peso en oro simbólico

30 de Septiembre de 2023
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El obispo de Huesca, Julián Ruiz Martorell, inquirió a la alcaldesa al final de la liturgia: ¿ha venido por voluntad explícita a la Santa Misa o exclusivamente por el acto de entrega del céntimo? Y agregó que, si la segunda parte era preceptiva por el compromiso establecido hace cuarenta años como pago simbólico por el uso público en precario de la plazuela exterior, la primera no era obligación. A lo que Orduna gestualmente replicó que sí, que estaba ahí por expresa querencia. Y el jerarca agradeció la decisión. El gesto que se extiende desde 1983 y, por tanto, obra ya como tradición, está impregnado de simbolismo, y no sólo por las virtudes que el prelado consignó a los arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael, sino por todo lo que rodeó atmosféricamente la ceremonia.

De hecho, la intervención de la priora me retrotrajo a mis primeros años de conductor cuando mis padres me decían que, al pasar por un converto junto a la carretera en Puente la Reina, había que hacer sonar el claxon. Al escucharlo, alguna monja pronunciaba una oración por el viaje de los peregrinos rodantes. Nunca me detuve a constatar tal creencia de mis progenitores, básicamente porque en eso consiste la fe: en confiar, y quién mejor depositario de nuestra confianza que el padre y la madre. Y el Padre y la Madre.

En este afán de trascendencia, en la credibilidad de la religión para los cristianos, también existe la bidireccionalidad. La madre María Gloria de Dios, canario-madrileña que reza en las Miguelas desde hace 22 años, agradeció a la ciudad la acogida a esta congregación que suma cuatro siglos de presencia virtuosa en Huesca. Después de pedir al arcángel que nos alumbre con su luz, nos proteja con sus alas y nos defienda con su espada, reclamó en correspondencia por su permanente entrega a la meditación y el rezo que todos los presentes seamos capaces de pronunciar o pensar una oración diaria para pedir por las vocaciones en el convento, que en sí mismo es un universo. He de reconocer que ayer no cumplí el compromiso que nos solicitó esta hermana menuda y amable, dicharachera e instruida, con un rico mundo interior que expresa en su mirada. Pero esta mañana sí.

La entrega del céntimo sobre el que no aplica el IPC está embebida de una simbología imponente. No es sencillo ser católico hoy. En este sentido, existe una cierta regresión que no se circunscribe a aquellos países donde los cristianos son directamente represaliados, cuando no asesinados. También sucede en nuestro entorno, donde un cierto supremacismo recubierto de estulticia motiva que las manifestaciones de los cristianos sean, en el mejor caso, contempladas con miradas displicentes, cuando no despectivas. Un ambiente de pretendida superioridad intelectual de los ateos y los agnósticos, en muchos casos proclamada por quienes no saben ni qué es el ateísmo ni el agnosticismo arrumbados por la inanidad iletrada, ha conseguido que los creyentes, en demasiadas ocasiones, demos un paso atrás, acomplejados, temerosos. Como aquellos discípulos ocultos en las catacumbas.

Y, sin embargo, el céntimo de las Miguelas es el signo de los servicios que la Iglesia, concebida como la institución universal que es y que por su carácter humano ha incurrido en errores pero ha sido profundamente bienhechora de la humanidad, ha prestado y presta a la comunidad y a todo el género humano. Quizás, querido lector, desde la libertad que es precisamente un derecho humano que preconiza la Declaración Universal inspirada precisamente en nuestros principios, estimes que ceremonias como esta son anacrónicas. Pero, en un leve ejercicio de nuestra musculatura reflexiva, alojan todo el simbolismo del cuidado espiritual de la sociedad que, como constata Mario Alonso Puig, es un patrimonio que hay que mimar por el bien de la salud mental y corporal de las personas para disfrutar de la integridad de la existencia.

Más allá de la magnanimidad con la que la Iglesia nos ha provisto de maravillas monumentales erigidas en patrimonio de la humanidad, hay algo íntimo y profundo que puede invitarnos e incitarnos a pensar, a conducir nuestra vida por los caminos de la luz y de la verdad, que más allá de lo teológico incurren en el terreno de lo humano con el libre albedrío para desdeñar los modismos y adentrarnos en la autenticidad. Ese céntimo pone, desde ya, a prueba la capacidad de compromiso, de tenacidad y de coherencia de este escribano concitado a la tarea de rezar al menos una vez al día, en una breve pero intensa oración, por las vocaciones de las Carmelitas Calzadas que desprendida y esforzadamente suponen un profundo servicio a la comunidad de Huesca. Y, de paso, un reto para el valor de los librepensadores resistentes a una presión ambiental abyecta.

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