Disfrutamos ayer un buen rato con el alcalde de Monzón, Isaac Claver, explicando a los jóvenes estudiantes de Santo Domingo Savio las fortalezas -y también alguna debilidad superable- de la Constitución. Conforme pasan más años desde que la leyera porque entonces hacerlo era un imperativo moral y sobre todo intelectual, más actual me parece la Carta Magna, más imprescindiblemente vigente. Es la garantía de los derechos, pero también es la nomenclatura de los deberes que tenemos como ciudadanos. Bien es cierto que es ejecutada por seres humanos, a los que caracteriza la perfectibilidad y afea, en ocasiones, la pertinacia en no conducirse correctamente.
Si los jóvenes disfrutaran de la oportunidad que representa informarse para aprehender cuanto sucede en su entorno -no local, sino universal-, podrían doctorarse en esa carrera de la vida que tiene una asignatura fundamental: la observación. A traves de la curiosidad, disfrutar de los conocimientos para juzgar con solidez y solvencia, y para convertirse en ciudadanos primero reflexivos, luego críticos y finalmente exigentes de sus derechos. Bien es cierto que el ejemplo que les precede, el de las generaciones más veteranas, tampoco pueden presumir de esos atributos porque la ideologización de un cuerpo social inmaduro pese a los 50 años de libertad impide a muchísimos conducirse con coherencia. Y ya no digamos con integridad.
La palabra que se ha colado en la mesa de actualidad imaginaria de España estos días es "vomitivo", en referencia a la despreciable conducta acosadora de Paco Salazar, colaborador de primera línea de confianza del presidente del Gobierno. Revela una pobreza inquietante el hecho de que los ministros de un Consejo tan poblado repitan como cacatúas epítetos simplones porque lo hace el amado líder. Resulta increíble que nadie, absolutamente nadie en todo el entorno, conociera las marranadas del tal Salazar, como es hartamente improbable que el presidente del Gobierno no tuviera consciencia de las conductas abyectas, deplorables, de sus manos derechas con las que compartía no sólo función pública sino, con profusión, tiempo de ocio. Es una aberración, e incluso una presunta complicidad, negar la propia perspicacia por la defensa de su ceguera. A los babosos se les atisba a la legua, y particularmente las mujeres en las que la intuición va, de largo, por delante de la mayoría de los hombres.
El rosario es tal que lo vomitivo empieza a ser ese nuevo negacionismo impulsado por Pedro Sánchez, capaz de reconocer a Puigdemont el derecho a retornar en España pero no entre rejas como preconizaba antes de cambiar de opinión pero inhábil para atisbar ni un sólo gesto de indecencia por latrocinio o puterío de su entorno más inmediato, con el que rozaba tanto que estuvo meses metido en el mismo vehículo para el asalto al poder orgánico. Queda prácticamente en la prehistoria el famoso caso del Tito Berni y desde entonces hemos conocido la entrega a la prostitución, supuestamente con dinero público, de quienes ahora acarician los barrotes penitenciarios. Parte chunga de un negocio de adjudicaciones y todo tipo de fechorías.
Esa piara de marranos en tiempos de peste porcina constatan que, pese a que la Constitución defiende la libertad, el respeto y los derechos, escapan fraudulentamente a sus designios gentuza que se adhiere al poder para abusar y para sufragar sus querencias lascivas. Incorpórense a tal nómina gentes como Monedero -absuelto de un delito de violencia sexual pero de la inconfundible lista de los babosos- o Errejón, que, sea cual sea la verdad judicial, la real lo describe como un auténtico cochino.
En la charla de Monzón, apelamos a los jóvenes para que engrosaran, cada uno con su granito de arena, una sociedad civil fuerte, exigente con los poderes, colaboradora para robustecer la democracia que nunca está plenamente garantizada por las tentaciones del poder ejecutivo de matar a Montesquieu, coherente en el comportamiento ético que hay que practicar y demandar. El equilibrio con los gobiernos, la defensa de sus posiciones, es el mejor garante para el Estado de Derecho donde, como dice el Justicia en la extracción de jurados del 1 de noviembre en la Plaza de la Catedral oscense, "sólo la ley es la ley".
En la sociedad civil, que ha de gozar de esa maravilla constitucional que es el pluralismo y la diversidad, también está la discrepancia. Incluso profunda. Y todo el catálogo de comportamientos, desde los más blancos hasta los más negros pasando por toda una escala de grises. Y ahí es donde, indefectiblemente, un observador pueda preguntarse cómo ninguna organización feminista ha sido capaz no ya de manifestarse contra estos ataques a la dignidad de la mujer, sino escribir aunque sea un parrafito deplorando las asquerosas ofensivas que denigran precisamente la igualdad de géneros, que la violentan con el agravante de que lo hacen, más que presuntamente, con dineros públicos y, sin presunción, con abuso de poder. Es probable que el día en que olviden las discriminaciones positivas y negativas por vía doctrinal se disipen las sospechas de ideologización, que es un hándicap -como el negacionismo en el polo opuesto- para la credibilidad de un movimiento que ha de ser de todos.