"Contracorrientismo"

19 de Mayo de 2023
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Tuvo un efecto mágico. El Claustro. Los capiteles que son un universo de santos y vírgenes, de batallas y de acciones de la vida cotidiana, de representantes santorales y virginales de los oficios, de los reinos animal y vegetal. La inspiración de la capilla de San Bartolomé con los espíritus de Alfonso el Batallador y Ramiro el Monje. A mi lado, Javier y Javier, Tebas y Franco. Haciendo del espacio un escenario, Sergio, con poca pista para recorrer como es habitual en sus conferencias (hace una maratón). Y enfrente...

Ha debido pasar prácticamente un día para que adquiera consciencia y conciencia de que, en ese pequeño cosmos, se estaba produciendo la conformación de un movimiento que, vulnerando la ortodoxia académica, podríamos denominar "contracorrientismo". Buena gente con muy buen semblante que es capaz de contravenir las pretendidas convenciones y conveniencias impuestas por el sistema. Ese que deja al borde del precipicio a personas cercanas a la edad provecta que quedan a la intemperie. Ese aparato sin corazón ni entrañas cuya única pretensión es someter las voluntades. Esa clase en la que confluyen dirigentes de todo orden que confunde las personas con la ciudadanía. Esa expresión tan impersonal, tan fea. Ese ente tan concreto que se ensaña con el discrepante, que se ceba con abundante fuego en la leña del árbol caído.

Era la tarde del cierre de una terapia que comenzó el último día de julio de 2021, arrojado a los leones de la depresión, de la angustia, de la ansiedad, de la tristeza y de la rabia. Que tuvo su primer hito resiliente en noviembre de ese mismo año. Yo, Javier García Antón, un periodista que había vivido épocas con escasos sobresaltos durante décadas, me encontraba en una encrucijada. Escoger entre la sumisión y la fidelidad. La firmeza o la rendición. El libre albedrío o el sometimiento.

Me había preparado a conciencia: Me presenté ante el altar unos minutos antes. Buscaba la inspiración porque nada había preparado... aunque el dolor me había preparado para todo. Mientras de la boca de Javier Tebas, de Sergio Bernués y Javier Franco brotaban píldoras balsámicas, miraba al público. Poca oficialidad, mucha comunidad. Comunión. En San Pedro el Viejo. Recordaba, recordé, a Antonio Angulo, "mi hermano". Y vi mucha hermandad. Allí, en primera fila, Ignacio Almudévar, que esta mañana me ha llamado temprano para que compartiéramos nuestras alegrías, porque ambos nadamos contracorriente, él en el magma de la enfermedad, yo en el remolino que succionaba mi integridad.

El "contracorrientismo" no es empecinamiento. Es convicción, es libre albedrío, es rechazo a traicionarse a sí mismo y al prójimo, es sociedad civil (porque, si Huesca no Suena, la única campaña tañerá con toques a difunto), es audacia... Y es rebeldía. La que, permanentemente, ha de esgrimir toda comunidad sana éticamente mientras haya una injusticia en su interior. Y las hay a montones. Porque no es cierto que nadie se queda atrás. Son muchas, son muchos, vulnerables, abatidos por la imperfección del sistema. Por la opulencia en el reparto de las arcas de manera absolutamente arbitraria entre los firmantes de contratos que harían sonrojar a Groucho Marx. "Contracorrientismo" es rechazar y combatir las reglas que no son racionales, humanas ni decentes. Y es repudiar la consideración por parte de algunos poderes de que al ciudadano se le puede engañar porque es abúlico e individualista. Hay que vencer ese desprecio hacia la madurez del individuo, hacia el criterio del contribuyente.

Creí oportuno desvelar el tenor de la primera conversación en la que la cara amable de los ejecutores (que nunca la dieron, ignoro si por crueldad o por cobardía) me anunció la pérdida de confianza en mi profesionalidad. Arturo Pérez Reverte, en Sidi, fabula una conversación entre el rey moro de Zaragoza Yusuf Al Mutamán y El Cid, cuando el monarca tienta al caballero preguntándole qué haría si hubiera un enfrentamiento entre los musulmanes y Alfonso VI, el rey de Castilla que había condenado al exilio a Rodrigo Díaz de Vivar. El guerrero replicó: Castilla es mi reino y Alfonso mi señor. En mi caso, mi reino son los oscenses de todas las latitudes y hube de cambiar de Señor por el destierro vil. Quizás, al igual que sucedió con Alfonso VI, los verdugos se habían cargado a sus predecesores en la corona.

Vuelvo a mirar las fotografías y admiro a la cantidad de "contracorrientistas" que comparten conmigo esa condición que me atribuyó de muy pequeño mi madre. Ser contracorriente, no ir contracorriente. Una condición, no una circunstancia, porque con esa actitud, con esa naturaleza, se puede tratar de transformar y mejorar el mundo. Aunque haya una temporada en la que parezcamos abandonados en un naufragio laboral que, en la orilla, abre el escenario de un desierto. "Al final, sale el sol. Y caminamos. Contra Corriente, pero avanzando. No es un modelo, pero sí es un ejemplo. Mientras hay vida, hay resistencia". Contra Corriente y Conciencia Crítica. Un modo de vivir con nuestro mayor valor: la dignidad. Al final, arriba de las aguas, el pez koi se convierte en dragón y se alza con el poder y la fuerza. Aprendamos.

P.D.: Disculpen que no haya contestado los cientos de wasap que he recibido de felicitación. Espero no defraudar. Pero, de momento, me llevo la sensación hermosa de vivir en armonía con mi comunidad. Muchísimas gracias.

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