Defender al lector

19 de Febrero de 2023
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"Hay estudios científicos que demuestran que, cuando las marcas periodísticas de calidad desaparecen o bajan sus estándares por la crisis, se resiente la propia calidad de las democracias. Así que, llevado al otro lado de la moneda, en un entorno donde los bulos circulan por las redes a gran velocidad, se hace más necesario que nunca el periodismo de calidad como esa fuente con la cual tenemos certeza de que lo que estoy consumiendo tiene unos mínimos estándares que me aseguran que eso es cierto. Puedo estar de acuerdo o no con la orientación ideológica de lo que me están contando, pero que lo que vea no se lo hayan inventado con interés de hacer daño a una institución o a una persona, algo que ocurre demasiado en la red".

Me he despertado con la entrevista a Charo Sádaba, la decana de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Navarra (mi facultad a la sazón) que ha sido nombrada primera Defensora del Lector del ABC. No es novedosa la figura, porque las grandes cabeceras internacionales la tienen instalada desde hace décadas, igual que El País y La Vanguardia. Sí existe una diferencia de matiz que me resulta interesante. El periódico fundado justamente hace 120 años por Torcuato Luca de Tena y Álvarez Ossorio ha escogido una visión externa en lugar de decantarse por un periodista de nómina como han preferido sus dos predecesores en la materia. No es cuestión baladí. Por clarificarlo gráfica y burdamente, sucede como con el VAR: perro no muerde carne de perro, árbitro de árbitro y compañero periodista de compañero periodista. Marcará la sinceridad de los directivos de ABC la libertad, independencia y capacidad de acción que otorguen a la profesora.

De un Defensor del Lector no cabe reorientación alguna de un instrumento fundamental para todos: la línea editorial. Quizás haya sido uno de los grandes problemas que hayan tenido sus homólogos en El País (sumido en recurrentes reposicionamientos por los cambios en el accionariado) y La Vanguardia (al que el tsunami del procés ha variado su acreditado criterio en ocasiones, quizás por la adaptación al terreno pero para lamento de sus muchos admiradores de fuera de Cataluña). Sostener la línea editorial es como aguantar enhiesta la bandera en una batalla. Es el faro, es la garantía de que el timón no se mueve por las influencias pretendidas desde dentro o desde fuera.

De ser fiables las intenciones gubernamentales, de ser decentes sus voluntades, sería recomendable que, exactamente igual que existe una legislación y unas figuras en torno a la defensa del consumidor, hubiera una específica, completa y sólida en torno al consumo de información y de comunicación, porque sería una de las mejores vitaminas para la fortaleza democrática. Sin embargo, cuando se han pretendido intromisiones en el mundo periodístico (y son muy recientes) con los inquietantes comités de la verdad, las alarmas saltan porque no se pretende la calidad ni la veracidad de los contenidos, sino la alineación tras una enseña partidaria o de orientación ideológica.

Sí, el lector necesita defensor y requiere asesoramiento. Este es un oficio en el que, además, quienes están dotados en esa dirección, sus artesanos se pueden expresar con creatividad. Contra esa posibilidad, concurren la merma en las redacciones y la excesiva influencia de las administraciones que compran sus voluntades en todos los ámbitos, desde el nacional hasta el provincial o local. Es el nuevo chapapote que hay que limpiar y ante el que hay que manifestarse con la rebeldía que otorga la libertad de elegir, que es tanto como el libre albedrío del criterio. No, querido lector. No te dejes llevar por la generalización que es una primera base de la injusticia. Las noticias falsas (o 'fake news' que escuchamos permanentemente) no son patrimonio exclusivo de las redes sociales. Asoman a los periódicos, las radios y las televisiones. Las nuevas tecnologías de la comunicación reproducen las amenazas, pero también están repletas de oportunidades. Y, para discernir, para eliminar esa aciaga e inmoral mezcolanza de opinión e información, para acabar con los Pepe Gotera y Otilio del oficio, para restringir la influencia de las intenciones espurias, hacen falta verdaderos defensores del lector. Ojalá Charo Sádaba pueda contribuir, con su clarividencia, a que los lectores estén más cómodos y los chapuceros o los mal intencionados más inquietos.

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