Desamiantar la política

18 de Junio de 2023
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Aires de renovación han llegado a la política oscense. A la altoaragonesa. A la aragonesa. Y en lo municipal y autonómico a la española. La alternancia que fecunda el suelo de la democracia, como lúcidamente expresaba Winston Churchill. Quien no entienda el concepto, tiene un problema de educación en los pilares del Estado de Derecho. Y, desgraciadamente, son muchos los que se resisten de tal manera que son capaces, durante décadas, de utilizar todos los instrumentos a su alcance, incluso alejados de todo cimiento ético, para evitar los cambios.

El inmovilismo provoca efectos indeseados. Se amparan sus defensores en el mantra de la estabilidad, que en sí mismo no es intrínsecamente bueno ni necesariamente malo. Bien ejercido, tiene sus virtudes aunque siempre sin superar unos límites. Mal atacado, es un gravísimo obstáculo para el progreso del pueblo administrado por los detentores de esa forma de actuar. Todos conocemos las consecuencias de los gobernantes que la pregonan como mera herramienta de poder: soberbia, sectarismo, despotismo, nepotismo, ineficiencia, arbitrariedad, injusticia y corrupción. Se me ocurren unas cuantas más. Y prácticamente todas ellas las padecemos quienes contribuimos impositivamente a esa mala gestión de nuestros recursos. Están aquí, como el destino que decía Ruiz Zafón, a la vuelta de la esquina.

Cuando escuchaba a Lorena Orduna en su toma de posesión, asociaba su invitación a construir el mandato del encuentro y el diálogo con su condición profesional. No es que esos términos sean exclusivos de la nueva alcaldesa de Huesca. En distintas formulaciones, se las escuchaba a quienes han obtenido mayorías esplendorosas como Claver en Monzón, Gramunt en Fraga o Pueyo en Aínsa. Y a los que han tenido que remojarse en pactos, compromisos o riesgos como Serrano en Jaca, Fernández en Sabiñánigo, Giménez en Boltaña, Lagüens en Graus, Torres en Barbastro, Rivera en Binéfar, Escalzo en Sariñena o Abad en Almudévar.

La diferencia estriba en que la novel Orduna Pons es una de las más acreditadas voces profesionales de España en torno al amianto, a ese enemigo peligroso que nos rodea con riesgos para la salud ignotos que exigen atacar con firmeza y especialización la eliminación de este aislante que nos viene desde la Edad de Piedra y de piedra nos hemos quedado en esta edad cuando hemos conocido sus peligros en la masiva utilización de esos seis minerales fibrosos que se clavan en los pulmones como el cuchillo entra en mantequilla.

"Enrique Sánchez Carrasco, 1991: Si recto obráremos, que Dios nos lo premiare; si no, que Dios nos lo demandare”

Y, sí, en la política conviene de cuando en cuando un desamiantado, una higienización. No lo explicito precisamente en el caso de su antecesor, que para nada me parece el más preclaro exponente de las consecuencias del poder omnímodo antes aludidas. Sí en otro predio en el que se han aunado durante cuatro décadas, como sucede en el País Vasco con el PNV, en Andalucía con el PSOE y en la comunidad valenciana con el PP hasta la implosión que le envió a la travesía del desierto, todas esas prácticas despreciables de la política que se olvida de la condición de servidores para erigirse en despotas embadurnados de una pretensión de impunidad. Nada es eterno en esta vida.

Voy a proponer una fórmula para el desamiantado de la política. Esta ecuación empodera (utilizo un término que no me gusta pero acepto pulpo como animal de compañía) al ciudadano y exige al servidor público. Diferencia poder y autoridad. La segunda legitima al primero, el primero sin la segunda es indeseable. Es, por cierto, una inspiración universal, vale igual para Huesca que para Fraga que para Aínsa. La pronunció Enrique Sánchez Carrasco en 1991, cuando consiguió su mayoría más exigua tras dos mandatos muy holgado. Concluyó su discurso de toma de posesión elevando la autoexigencia con una declaración subjuntiva: “Si recto obráremos, que Dios nos lo premiare; si no, que Dios nos lo demandare”. Aun con renglones torcidos, el bien común es el final de la línea. Aunque en la escritura sea necesario desamiantar y limpiar debajo de las alfombras y dentro de las tuberías. Por respeto al ciudadano. Por deber.

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