El descojono fiscal

28 de Septiembre de 2022
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No es esto, no es esto... "Más de una vez me he entretenido imaginando qué habría acontecido si, en lugar de hombres de Castilla, hubieran sido encargados, mil años hace, los "unitarios" de ahora, catalanes y vascos, de formar esta enorme cosa que llamamos España. Yo sospecho que, aplicando sus métodos y dando con sus testas en el yunque, lejos de arribar a la España una, habrían dejado la Península convertida en una pululación de mil cantones“. Es ahora el 101 aniversario, que siempre es un número redondo si procede su alusión, de La España Invertebrada de José Ortega y Gasset. Estamos a paso y medio de alcanzar ese cantonalismo universal, porque ya se ha esgrimido cuando han asomado virulentamente las intentonas secesionistas de Cataluña una parcelación por aplicación de la mera voluntad: Tabarnia versus Tractoria, Barcelona identitaria, y Tarragona,. Luego podría ser cada pueblo, incluso cada barrio, o por comunidades de vecinos. Todo sea por el sacrosanto principio de la vertebración.

Cuando se juega con estos conceptos, el riesgo es el caos. Viene sucediendo, y no es de ahora, con las comunidades autónomas. Recuerdo escuchar a Edurne Uriarte en Pirenarium de Sabiñánigo, traída por la Junta de Aepag que presidía mi amigo Pechu Arasanz, que el gran problema del desarrollo autonómico es la asimetría del café para todos. Todos queremos el mismo café pero hay dos que quieren más café que el resto. Es su razón de ser. Supremacismo se le puede llamar. Algunos, sin embargo, desde comunidades tan históricas como Aragón, lo comprenden. Creen que tienen un derecho preferencial, por fueros, por cupos o por Casanova. Todo sea por la paz, da igual la dignidad. Por algo los aragoneses o los riojanos o los castellanos somos tan queridos. Porque pedimos mendicantemente cuando, como dice Lambán, lo que necesitamos es una nueva financiación amparada en indicadores que reequilibren el estatus respecto a otros españoles de primera división.

Paulatinamente, se ha impuesto la desigualdad de la partitocracia. Dependiendo del partido, se desobedecen las leyes, los reglamentos, las normas. Ya resultaba odioso que hace años en Andalucía uno tuviera derecho hasta de cambiarse de sexo por la Seguridad Social y en Aragón ni siquiera hubiera salud bucodental pública. Ahora ha variado (por nuestra elevación, afortunadamente), pero la carta de servicios sigue siendo disímil, terriblemente agraviosa. En unas comunidades autónomas no hay impuesto de sucesiones, y los ricos dizque de Aragón tributan p'allá. En otras bajan los impuestos, pongamos Madrid y Andalucía "porque ellos lo valen", mientras el gobierno de lo central se pone digno, el Ximo pide que sancionen a aquellas y luego se suma al carro. Y Moncloa sigue haciendo caja y pidiendo sacrificios a los españoles, a los que bien les podían aliviar las facturas de luz, gas y combustibles, pero prefieren engordar la nómina global de la función pública mientras las carencias de médicos son inquietantes. Ya sin entrar en gastos suntuarios de ministerios mil, como las hay consejerías mil por regiones.

¿Y esto qué implica? Lisa y llanamente, que es radicalmente falso que todos los españoles seamos iguales ante la ley. Y que el descojono fiscal es una muestra más. Muy indicativa de que el estado de las autonomías, digan lo que digan (como Raphael), se desmorona bajo la irresponsabilidad de tirios y troyanos. Esto evoluciona muy preocupantemente. Sobre todo para quienes, como este escribano, albergan todavía en su memoria una hemeroteca de la evolución de los últimos cuarenta años. De cuando los partidos eran una magnífico ágora de tribunos ilustrados hasta la irrupción hoy de dirigentes manifiestamente mejorables.

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