Despreciar la formación

10 de Julio de 2023
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Me lo enseñaron en la facultad y jamás lo olvidaré. Las tres misiones del periodismo son informar, formar y entretener. Dependiendo de los medios, cada una de las funciones adquiere más protagonismo. Pero, si desaparece una, el trípode que sustenta a este oficio deja de ser sostenible. Se viene abajo. Ya no sirve a la sociedad. No es lo mismo escribir sobre la llegada de los niños de Alouda desde el punto de vista rosa de la acogida a unos pequeños que sonríen y van a vivir una experiencia maravillosa, que profundizar en la situación del Sáhara Occidental con sus 173.000 refugiados en campamentos de condiciones deplorables o sobre la vergonzante entrega de su integridad por parte de nuestro gobierno. Tanto como lo fue la cobardía de hace 48 años de un Estado que dejó al albur de una dictadura a un pueblo que fue español -hoy apenas queda el aspecto administrativo-.

Entendería ese desharrapamiento intelectual en medios de comunicación instaurados por la mediocracia impulsada por sus amos (hace falta ser mequetrefe para denominar así a los accionistas mayoritarios), incapaces siquiera en su desdén de al menos corregir las tildes o las bes frente a las uves.

Pero esta mañana me he despertado con una oferta del que, a mi entender, es uno de los dos grandes periódicos de España: "Un verano lleno de información y entretenimiento con  La Vanguardia". No, no puede ser. Me he formado muchísimo con este rotativo y con su edición digital. Me he aferrado a sus argumentos ("los periódicos se consultan en internet y se leen en papel", decía hace más de veinte años en el Congreso Digital el director de su web, afirmación hoy sostenible pero entonces esperanzadora para los diarios hoy en decrepitud). He leído y leo con admiración su última y trinitaria página, unas entrevistas ingeniosas, documentadas, innovadoras... y formativas. Émulos de las míticas de Oriana Fallaci. No es justo que, con este desliz, el periódico de mi amigo y admirado Manel Pérez o del inigualable Marius Carol quede tan corto en la definición. Definitivamente, las hordas marquetinianas desprecian el sacrosanto deber del periodismo con formulaciones romas, paupérrimas.

No hay Kahneman al que agarrarse para semejante amputación que, estoy convencido, solventará un medio que suma más de 140 años de trayectoria en vanguardia, nunca mejor dicho. En el consumo responsable de medios de comunicación al que está convocado todo lector, oyente o espectador, hay que exigir la integralidad del servicio. Con su información. Con su formación. Y, si la creatividad acompaña al oficio, con entretenimiento. Tres pilares imprescindibles que demuestran el talento y la vocación. Desconfíen, amigos lectores, de quienes quieren convertir sus periódicos en circo de chuscos plumillas y de mediocres receptores. Hoy abundan, pero en su mano está su retirada de la circulación del hecho cultural que es el periodismo. No, los periódicos no son el espejo de la sociedad. En su responsabilidad está mejorarla.

 

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