La dignidad de la viuda

11 de Febrero de 2024
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He vivido mucho dolor en esa misma comandancia. Hace muchos años, pero ese recuerdo no se desvanece. Aparece oscuro, nublado, cargado de tristeza. En ese mismo patio del cuartel de Pamplona donde estaban aparcados los Renautl 4L, de los que los terroristas se reían en sus huidas en magníficos coches a los que obviamente no podían alcanzar los humildes utilitarios de la Benemérita. Cuando veía el atropello asesino de Barbate, esa narco embarcación de 13 metros de eslora sobre el "cayuco" de los seis guardias civiles, me venían a la memoria los "4 Latas", la infamia de la infradotación de medios a quienes nos están protegiendo sin estar ellos mínimamente protegidos. Paradoja terrorífica y siniestra, impropia de verdaderos Estados de Derecho.

Es cierto que, en aquellos tiempos, los ministros de Interior llegaban a los actos funerarios con otra actitud, más humilde, dolorida, empática. Lo de Marlaska, atribulado, pendenciero y soberbio, es de una categoría desconocida en nuestra democracia. Supongo que no es muy bienvenido en los cuarteles de la Guardia Civil, porque difícilmente encontraremos un titular ministerial que haya protagonizado tantos gestos de hostilidad hacia el Instituto Armado. Por activa y por pasiva. Por eso no me sorprende, en absoluto, la reacción de la viuda de David Pérez Carracedo, uno de los dos asesinados en Barbate, que ha impedido que Grande-Marlaska impusiera en el féretro la Medalla de Oro concedida por su muerte en acto de servicio. Las viudas, y lo digo con conocimiento de causa de aquellos años de plomo, merecen un respeto. La de hoy responde a la máxima de Martin Luther King de que nadie se nos montará encima si no doblamos la espalda. Y no la ha doblado.

Lo de Barbate no es un incidente, ni un crimen aislado, ni una desgracia. Es tan sólo una consecuencia de un camino de dejadez y de indefensión de los servidores públicos de nuestra integridad. El efecto de esas mentiras que, por más que se repitan sesenta mil veces como sostiene "Un mundo feliz" de Aldous Huxley o mil como decía el tétrico Goebbels, no se convierten en verdad pone ahora sobre el tapete el engolamiento reciente del ministro presumiendo del plan global de lucha contra el narcotráfico en el Campo de Gibraltar. La falsedad y el ventajismo tienen las patas cortas. La reacción postrera del susodicho asegurando solemnemente que no se va a repetir induce a escepticismo, ya que la hilaridad no es para estas tragedias.

En el patio de la Comandancia de Pamplona, hoy se han cruzado muchos sentimientos, devastación e impotencia. El dolor es la dignidad de la desgracia, sostenía Concepción Arenal. Y esa viuda, como todas las viudas víctimas del terrorismo (no hacen falta muchas disquisiciones legales cuando la semántica no admite dudas ni aquí ni en Waterloo ni en Barbate), ha dado una lección de entereza y de verdad. El césar no sólo tiene que parecerlo, sino serlo. Y, de lo contrario, habrá de obrar en consecuencia para que la penitencia no caiga atropellada por una narcolancha en las carnes ajenas. Este lunes, a las 12 horas, en los Ayuntamientos (el de Huesca entre ellos), un minuto de silencio popular se convertirá en un ejercicio de libertad. Y ahí uno, legítimamente, puede soportar las incompetencias e iniquidades o condenarlas. Salvo que una oleada de insensibilidad haya devorado la conciencia crítica.

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