Discreción y a discreción

03 de Diciembre de 2023
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El pasado martes me encontré, en el mismo refectorio con nombre de estación de esquí, a dos viejos amigos. Juan Antonio -Foncillas- y Antonio -Álvarez Matallana- representaron, a nuestra edad, un soplo de aire fresco, una vuelta a la Transición y la gran lección de tolerancia que representó, una muestra de que los valores humanos están muy por encima de intereses espurios. Se le llama dignidad. Faltaban unos días, ayer fue en concreto, para que se cumplieran los 38 años de mi advenimiento oscense, y el escenario me provocó nostalgia.

Sí, recordé la famosa frase de Antonio en mi diario de entonces, la de que el trabajo consistorial que ambos compartían le llevaba "como cagallón por cequia". Eran otros tiempos, de más y mejor talante y mucho más y mucho mejor talento. Aquellas entrevistas en las que el gran Manolo de Benabarre afirmaba desenfadadamente: "Soy guapo e inteligente, o sea que con pocas posibilidades en mi partido". Efectivamente, el brillante diputado -la frase estuvo colgada en un tablón de anuncios de la Diputación durante días- fue relegado a los cuarteles del olvido habitualmente habitados por gente con criterio. Por eso me sorprende que alguno de aquellos conspicuos socialistas vea bien lo del PSOE con Junts. Pero es que los hay que añoran tanto su presencia en los medios que les deslumbra la posibilidad de un buen titular.

Antonio y Juan Antonio -¡qué tiempos duros aquellos en Guipúzcoa rodeado de escoltas para acabar en esto!- no hubieran dudado en el significado de una palabra que ha utilizado el iletrado mediador del PSOE en las negociaciones del bochorno ético, Santos Cerdán. El mantenedor eléctrico -lo siento, amigos, cada profesión tenemos nuestros propios borrones- de Milagro (población) llegó a Suiza y dijo que iba a dialogar con Miriam Nogueras, de Junts, "con discreción". Como espetaría José Mota, Cerdán, "eres beaucop de tonto".

En las tres acepciones de discreción, se incluyen la sensatez para formar juicio y tacto para hablar u obrar, don de expresarse con agudeza, ingenio y oportunidad, o, tercero, reserva, prudencia, circunspección. Se sobreentiende -él no- que el individuo, al que me cuesta identificar como líder habida cuenta sus escasísimas habilidades intelectivas -otras tendrá, presumiblemente de mamporrero como erróneamente se atribuye a los fontaneros-, quería agarrarse a la tercera alternativa. Y, claro, nada mejor para la reserva que anunciar que las negociaciones van a discurrir con discreción -cuando quiere significar ocultismo-, que irse a Suiza -país muy peculiar y fuera de la UE- e, inmediatamente, nombrar un verificador salvadoreño. El disparate nacional elevado hasta extremos impensables hace casi cuarenta años, cuando nos dolía -a Antonio y Juan Antonio, por ejemplo- que Europa no supiera discernir entre el bien y el mal en la lucha contra ETA. No es ninguna hipérbole, la similitud es extraordinaria.

Quizás el tal Cerdán, en el nerviosismo por la consciencia -o no- de que está cometiendo una tropelía contra el Estado de Derecho, contra la democracia y contra España, se olvidó la preposición -si supiere qué es una preposición- y quiso utilizar "a discreción", esto es, al antojo o voluntad de alguien, sin tasa ni limitación. O como pollo sin cabeza. Ahí sí, ahí encuentra un lenguaje de tú a tú con Junts o con Bildu, los primeros convocantes de un golpe de Estado en 2017 para el que emplearon medios públicos a discreción para ser utilizados violentamente, los segundos como buenos amantes del terrorismo para disparar a discreción y a la cabeza hasta que el tío Arnaldo decía aquello de "quietos, mis gudaris, que vamos a negociar". Y conversaban con gobiernos bicolores, la verdad sea dicha, aunque nunca de tú a tú.

Así, paso a paso, vamos normalizando la barbaridad. Admitimos que las negociaciones para el futuro de España se realicen fuera de España e incluso de Europa, que haya un verificador -algo horrible para el país y para un partido digno en su historia como el socialista-, que tutele todo la fundación Henry Dunant de más que dudosa calidad democrática en sus veleidades y que todo desemboque en un nuevo caudillaje en el que la patria es sustituida por un individuo con una sed desmedida de poder. Y así el Estado de Derecho se queda esquelético, los jueces insultados, difamados y en vías de neutralización, el legislativo capitidisminuido por el poder del 6 % de los españoles y el ejecutivo impregnado de una mediocridad insultante. Pero no nos engañemos, a esta situación nos ha conducido la laxitud ética fruto de una depreciación educativa más digna de tiranías y dictaduras que de democracias. Como dicen los árbitros tras profundizar en el error con el VAR, sigan, sigan. A ver cuánto queda para el precipicio.

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