Discursos con profundidad

26 de Mayo de 2023
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Dos semanas después de la campaña, se han escuchado los discursos más profundos. No piense mal, querido lector, por favor. No es un vituperio para quienes concurren en la cita electoral, para empezar porque la generalización es la base de la injusticia. Y entre la clase política sucede como en su cuadrilla de amigos, que los hay brillantes y obtusos, que los tienes quisquillosos y bienpensados, que te rodean santurrones y demoníacos, oradores a lo Demóstenes y dialécticos de la nadería. Pero entre los políticos sucede como entre los periodistas contertulios, que han de ser "todólogos" que lo mismo opinan con absoluta autoridad de la canalización del Isuela que de la vivienda, el urbanismo, la fiscalidad, el deporte, la cultura, las organizaciones sociales y, si se pone a tiro, el "Sácame a bailar" y otros fiestorros varios. El caso es agradar. Y demostrar liderazgo. Quizás es que la sociedad no está preparada para normalizar que los principios de la delegación y la especialización debieran invitar a que los líderes establecieran los principios generales y su equipo desarrollara cada uno de los campos.

Ayer lo hablaba con mi amigo Ramón, que desde hace años está metido en esto de la política como profesional de la comunicación pero tiene alma de poeta: también las campañas necesitan un repensamiento. Son un dechado de incoherencia perpetua en un círculo vicioso en el que apenas se cruzan más que candidatos y periodistas, en ocasiones sin capacidad de observación para apreciar la indiferencia que suscitan en la mayoría. En un mundo híperconectado, en el que las campañas comienzan en realidad al día siguiente de las votaciones, la liturgia de la pegada de carteles está repleta de incongruencia: ¡venga a tirar papel y colas de pegamento! En la época de los ODS, de la manida sostenibilidad y de las restricciones en el uso de celulosa y plásticos. Y, a partir de entonces, la ceremonia de la omnipresencia. Informadores que atienden a nueve partidos sin saber al final ni quiénes son y, sobre todo, sin poder disociar lo trascendental de lo accesorio. Porque todo está marcado por unas reglas. Y lo oficial mucho más.

Por eso he disfrutado los discursos de la apertura de la Feria del Libro de Huesca. Son profundos, porque están preparados por el poso que deja la lectura en las neuronas, y porque son largamente concebidos. Y de ahí emanan las consideraciones del presidente, Víctor Castillón, y una frase queda cincelada en el altar de las sentencias, esta de Fernando Arguis: la accesibilidad a la lectura desde la infancia es absolutamente necesaria para construir una sociedad libre, con valores y espíritu crítico. Una expresión que, convenientemente procesada por cada uno, es el espíritu más propicio para una jornada de reflexión que dure eternamente.

Y en estas ha llegado la pregonera con su casa de los hilos rotos, Angélica Morales, para susurrar con energía la verdad que atesoran las librerías, que son refugio, salvación, viaje y delirio. Angélica la poetisa, Angélica la actriz, Angélica la narradora, Angélica el corazón puro y el alma blanca, funcionada con personajes de Irene Vallejo o de Luis Zueco. Todo está en los libros. O de su tía Chon. Que al final nuestros héroes nutren las más arraigadas convicciones. Discursos con profundidad. Por fin. Para reflexionar.

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