El ecosistema ni se crea ni se destruye, se tracciona o se abandona

22 de Agosto de 2022
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Miles de páginas vistas después, centenares de reacciones en redes sociales, he de reconocer que sólo he recibido las llamadas de la plataforma Huesca Suena para conocer a Carlos Monreal Lera, ese prodigioso empresario capaz de dar sentido e inteligibilidad al discurso difuso sobre la economía circular. Ni organizaciones empresariales que pomposamente programan jornadas en torno a este concepto serían capaces de poner tres ejemplos aprehensibles por una inteligencia media de lo que es. Por eso quisimos, dentro de la pedagógica explicación de Carlos sobre el reciclaje de plástico a materia prima para volver a ser plástico, visualizar la trascendencia de la labor del nuevo propietario de Grüener Punkt con el ejemplo del envoltorio del Magnum (si es Doble Chocolate, mejor) que nos deleita.

El impacto de la noticia de EL DIARIO DE HUESCA ha sido espectacular y las reacciones de fuera del universo oficial (que anda con chanclas y a lo loco en las playas del Mediterráneo) son de lo más curiosas. Desde las que buscan la trascendencia (repito lo de la plataforma de la sociedad civil, siempre ojo avizor) hasta las que responden de una manera absolutamente natural: ¿Por qué no nos trae esas empresas aquí? Es legítimo. Un tanto simplificador, pero comprensible. Recuerdo unas jornadas en Femoga en las que intervino mi hermano (entonces alcalde de Lodosa), el conservero lodosano Pedro Luis y otro fabricante de Borja que, por cierto, puso como ejemplo también mi pueblo por la transformación sostenible a través de pymes que van creciendo a buen ritmo. Al terminar, en el turno de preguntas, alguien del público cuestionó: "Muy bien, muy bien. ¿Pero cuándo traen eso aquí?". Obviamente, no había entendido nada de aquel alguacil hoy con más de cien empleados que es Perón, de la labor de la Cooperativa, de aquellos agricultores como el propio Pedro Luis o Baigorri o Pincha, que dieron un paso adelante tras el desplome en el 92 de grandes compañías (la Comuna, Taboada, "los alemanes"... que empleaban a muchos cientos de personas). Ante el desmantelamiento industrial, no se quedaron de brazos cruzados, sino que fueron en busca del futuro.

El ecosistema es como la energía, que ni se crea ni se destruye. Se tracciona o se abandona. No surge con un chasquido de dedos o con carteles de jóvenes atractivos en los carteles en sugerentes posiciones. Tampoco desaparece porque sí. En aquella Huesca de principios de los noventa, dejamos caer sin inmutarnos grandes empresas como Albajar, Humsa, Eurotron, Mildred o posteriormente Luna. Grandes empresarios ante los que actuábamos con displicencia y hasta crítica, y hoy debiéramos añorar, porque pegaban dos patadas y generaban trescientos puestos de trabajo. Les dejamos ir, acríticamente, y empobrecimos la atmósfera emprendedora. Fue una elección por los servicios y por la función pública exclusivamente inspirada en la pereza, en la dejadez institucional, sí, pero social también. Y posamos en manos de auténticos héroes la proyección del sector secundario o terciario de carácter privado.

Te voy a decir, amigo lector, algo que probablemente no te hayas detenido a pensar. Es confortable afear a las empresas punteras de la ciudad que su crecimiento sea muy limitado. Es verdad, han florecido con fuerza pero sus estructuras, en una trayectoria como las de otros lares, podrían haber engordado más. E identificarás como causa el conformismo de sus propietarios. Sí, cierto, no han dado el tirón. Pero, si lo hubieran dado, habrían tenido que salir de la ciudad para encontrar personal cualificado (o sin cualificar), para que sus ofertas fueran atractivas para demandantes de empleo que buscan vivienda accesible, para aprovechar las ineludibles facilidades logísticas y administrativas de la macrocefalia aragonesa. Y la proporción en sus compañías se hubiera revertido hasta tener muchísimas más nóminas fuera que dentro. Y, sin embargo... Sin embargo, están aquí, soportando esta abulia generalizada, un punto de incomprensión, unas condiciones menos óptimas y un ecosistema averso a la audacia del emprendimiento. Un medio ambiente cívico que, más que atracción, necesita tracción, esto es, una llamada de atención a través del movimiento para demostrar que algo rueda aquí y que este carro puede incorporar nuevos protagonistas. Eso sí, si no queremos olores ni sudores, mejor sesteemos. Y soñemos con prados verdes y con las mentiras sobre la calidad de vida que nos contamos con gesto de convencimiento. Somos los mejores, sí, señores. Adelante con nuestra inmovilidad. 

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