La ecuación impuestos-servicios

04 de Febrero de 2023
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Es curioso, la administración ha venido a convertirse en una Liga deportiva. Cada presidente, cada entrenador, quiere presumir de resultados. De boquilla. Y, sin embargo, son muy pocos los que superan el aprobadao. El problema es que resulta difícil cambiar de entrenador, porque nadie garantiza rendimientos. Exactamente igual que el fútbol se ha convertido en una manifestación plúmbea en el que el defensa se la pasa al portero que la da a otro defensa que, en vez de mirar hacia arriba, se la entrega a otro defensa para que se la dé al portero, la uniformidad se ha convertido en norma de la mayoría de los rectores institucionales. Es el "tiki-taka" de lo público acrecentado con el coronavirus. Se les encarga a los servidores públicos que se protejan, que no hablen con nadie, que, si acaso, contesten a los correos electrónicos o a las webs habilitadas para que todos tengan una flexibilidad desigual. Los jóvenes que dominan las tecnologías, los abuelos merecidamente exentos de tal obligación.

"Agradar cuando se recaudan impuestos y ser sabio cuando se ama son virtudes que no han sido concedidas a los hombres"

Va a venir a resultar que el gran Edmund Burke ya nos presagiaba lo que sucedería en esta modernidad. Allá por el siglo XVIII constató una realidad atemporal: "Agradar cuando se recaudan impuestos y ser sabio cuando se ama son virtudes que no han sido concedidas a los hombres". Resulta inconcebible la injusta aminoración de los servicios cuando el peso impositivo no se ha reducido, sino al contrario. Cuando el español, el aragonés, el oscense, soporta un esfuerzo fiscal superior al que se suma la dificultad para su cesta de la compra por el fenómeno inflacionario. Ya no es "estanflación". Es "estanimpuesflación". Y, en estas, montas en un AVE, la joya de la corona del Estado de Bienestar desde hace treinta años, y se mueve más que el carro de Marisol cantando "Corre caballito" en "Un rayo de luz". Pero es que, además, de cuando en cuando, hace parada de burro. Y vuelta a empezar. En medio, conversaciones de nuestro alcalde con el presidente de Renfe, Isaías Táboas, cuyos méritos se atienen fácilmente y en la práctica al estrecho currículo político, que le promete el oro y el moro. Y nos quedamos con el... 

"Hoy no somos todos iguales en la adquisición de las prestaciones, porque lo ordinario (acudir y ser atendido por una persona, o llamar y no ser contestado por un robot) se ha convertido en extraordinario"

Resulta obvio que hemos perdido calidad de servicios. Si hay que decirlo, se dice. No empece para que hayamos ganado en fuegos de artificio, que pongamos espectáculos para el pueblo sin darnos cuenta de que es el mismo que acude al departamento tal o cual y ha de obligarse a superar todas sus carencias o a aprovechar todas sus excelencias tecnológicas, de modo que la accesibilidad brilla por ausencia. No, hoy no somos todos iguales en la adquisición de las prestaciones, porque lo ordinario (acudir y ser atendido por una persona, o llamar y no ser contestado por un robot) se ha convertido en extraordinario. Casi prodigioso. La voz tiene matices que la Inteligencia Artificial no entiende, y los derechos merman cuando hay barreras para la comunicación y para las soluciones. La ecuación impuestos-servicios no se sostiene. El problema, como en el fútbol, es que prácticamente no hay entrenador que sepa resolverla, que sepa resistirse a la tecnología como fin y no como herramienta. Y esto, amigas y amigos, nos empobrece, aunque desde los palacios se empecinen en imponer el pensamiento único y castigar los pronunciamientos en libertad.

POSDATA: En el artículo "Un lapsus en el BOA delata el agotamiento funcionarial: La vida no nos da para más", había ironía, sí. No andan mi pluma y mi coherencia preparadas para reivindicar engrosamiento de plantillas como receta para la insuficiencia de los servicios. Por cierto, la perspicacia de Loreto, que fue la primera que atisbó la gracieta institucional, permitió a este diario dar la primicia y ser copiado por multitud de medios regionales y nacionales. Sin citar, ¡voto a bríos! Y es que la zafiedad cabalga como Babieca y la ética flaquea más que Rocinante, todo piel y huesos.

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