Educación "sin"

08 de Septiembre de 2023
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Desde que el mundo -periodístico mío- es mundo, cada inicio de curso me suscita la misma reflexión. ¿Nos importa realmente la calidad de la educación? Existen dos posibilidades: que sí estemos preocupados y entonces seamos unos auténticos mantas como sociedad (suponiendo que la incompetencia sea exclusivamente institucional, una comunidad que soporta a gobernantes nefastos es cuando menos mediocre o conformista) o que vivamos en la perpetua fiesta de la despreocupación del día a día, sin inquietudes ante el futuro. Los datos de informes como PISA o PIRLS desnudan todas las bondades que se autoatribuyen los gobiernos y las nefandas legislaciones educativas que nos hemos tragado, incluida la última porque, al final, es la que más nos afecta y nos pilla entrenados en nuestras ineptitudes.

Por no ser, la educación no es buena ni siquiera en los mecanismos, que son una metáfora, una consecuencia de la despreocupación por la excelencia y por los valores fundamentales para edificar una sociedad libre, crítica y reflexiva, preparada y bien amueblada éticamente. Las rutas escolares están más descacharradas que el autobús que se queda en las cuestas en San Juan de la Peña, las adjudicaciones a los interinos van contra toda lógica de planificación, las inquietudes del cuerpo escolar se concentran en ratios, regímenes de jornadas y cuestiones sindicales que, sin ser despreciables (al contrario), nos desvían del objetivo: cómo formar a los pequeños para que mejoren nuestro mediocre desempeño como colectividad. Esa que no es capaz de responder a un mundo tan cambiante que nos abruma con su vértigo y con sus tentaciones retrógradas. Esa que permite que sobre los individuos se ciernan todas las violencias y atrocidades por la devaluación de activos como la paz, la seguridad y la libertad.

En este arranque de curso, el presidente Azcón ha asegurado que va a trabajar por una educación de calidad, en libertad y con equidad. Es una trinidad plausible, interpretable y necesaria. Tres conceptos amplios que hay que bajar al terreno con presupuestos, con participación, con escucha activa, con determinación y audacia. Con aprendizaje del pasado y ojo avizor para el futuro. Con observación y exigencia. Con el fomento de la virtud del esfuerzo, con el auxilio de la memoria y con la aplicación de los recursos y de las personas para desarrollar las inteligencias múltiples y no dejar al albur de nuestra desidia el imperio de la artificial. Sucede como con la cerveza, que si no nos cuidamos, acabamos teniendo que consumir sin y, al final, se acaba en la doble cero. Trabajemos, cada uno desde nuestro ámbito, para que la Educación Sin de hoy no acabe en múltiples ceros.

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