Emociones a la Carta, más que música, una metáfora

07 de Agosto de 2022
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Susana baila ante la mirada de Toño y Emociones a la Carta. FOTO CARLOS JALLE
Susana baila ante la mirada de Toño y Emociones a la Carta. FOTO CARLOS JALLE

Necesito música. Escucho Nuvole Bianche del álbum Una Mattina de Ludovico Einaudi. En mi trayectoria previa a EL DIARIO DE HUESCA, los buenos sones acompañaban cada letras, como si las teclas del ordenador se acompasaran a las del piano. Y, ciertamente, es así. Cuando acelera la canción, el engranaje del teclado adquiere fluidez. Y así se aclaran las ideas. Especialmente cuando las dudas te asaltan, su auxilio sirve a que el criterio tome el control.

Hoy asumo una deuda que arrastraba. No pude acudir al ya imperativo concierto prelaurentino de Emociones a la Carta. Sé que bajo este nombre están las hermanas Carlota e Isabel Boli, Celia Cáliz, Daniela Nikolova, David Cay, Jorge Marsó, Juanjo Almarza, Susana Gil y Susana Raya. Ya voy por Nightbook de Ludovico y puedo lanzar el nombre del capitán que un día soñó que otra fórmula es posible, Que quizás el tiempo de la mono dedicación a la jota había de dar paso a otra forma de servir a la sociedad (en realidad, qué es la cultura sino la dadivosidad hacia los demás) en la que pudiera implicar a más público. Toño Julve había pasado las de Caín, como popularmente se sostiene. Nunca lo he entendido, porque quien sufrió realmente fue Abel, al que aquel destripó inmisericordemente. Bueno, el caso es que Toño Julve había padecido un suplicio, un calvario, esa especie de maldición que sepulta a los empresarios a los que arrastra la riada de las coyunturas nefastas que sacrifican a quienes han sido audaces (como es el caso), además de aquellos que no hacen demasiado bien las cosas. Se les condena sin juicio a un estigma social sin conmiseración.

La primera víctima de aquella situación fue Toño. Sí, más que los acreedores. Incluso más que los empleados de los que, a su pesar, hubo de desprenderse. Esas son emociones sin carta, descarnadas, sin remitente y con un receptor desesperado. Que no quiere abrir los sobres, porque al despegarlos sólo ve fatalidad. No hay aprendizaje posible. Tan sólo depresión, angustia, ansiedad, dolor, impotencia y tristeza. Son seis jinetes del apocalipsis personal. Los que a mí me persiguieron hace un año y Toño fue confesor, confidente y cálido abrazo en una velada nocturna con su Susana y nuestro Carlos que fue tan eficaz terapia como una de las sesiones con María Ángeles u Olga. Ahí me di cuenta de que, en mi anterior trabajo, los únicos mensajes que recibía de los hombres de negro de mi casa eran sus impagos. Y, lejos de cuestionarme siquiera las dificultades que podía atravesar mi vecino, me limitaba a agachar las orejas y continuar el camino de las tribulaciones periodísticas. A veces, la vida nos da la oportunidad de ser empáticos y el vértigo del día a día hace que el tren que nos invita a ser mejores pase sin remisión.

Si en el diccionario hubiera que poner una fotografía sobre la palabra Resiliencia, yo colocaría la de Toño. Y, en la de Compañía, la de Susana. Los dos han logrado la alquimia de convertir los cortisoles que les asediaban en serotonina, primero creando su propia burbuja inaccesible a los envidiosos y los miserables. Luego, la oxitocina les permitió abrir los ojos y los abrazos a los demás. Y de ser víctimas pasaron a ser transmisores de alegría. La reconquista. El flamenco dibujado en plasticidad de Susana. La jota del maestro Toño. Y las habaneras. En el fondo, ellos han sido peregrinos de ida y vuelta, y nadie como Toño puede cantar la pieza con su sentido y sentimiento.

Emociones a la Carta es una metáfora y un compromiso. Incluso mucho más que música. En concepto empresarial, sería un proveedor de felicidad a equis tantos euros. En el cívico, es una invitación a la sociedad a sortear las bajas pasiones y concentrarse en las altas. Suave y cadenciosamente. Como los ritmos que en el Olimpia sonaron y yo me perdí porque estaba en mi propia misión, la de lanzar con grandes compañeros (como Toño y Susana) un proyecto tan armónico y bonito como EL DIARIO DE HUESCA. Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante, escribió en El Principito Antoine de Saint Exupéry. Y, sin embargo, sabemos y podemos estar juntos sin que nuestras presencias hayan de manifestarse.Toño, lo sé, estuvo conmigo y yo con él. Ese es el milagro de la ubicuidad metafórica. Que las circunstancias no pueden impedir el sentimiento de aliento. Así son las Emociones a la Carta. Las que hay que poner en nuestras vidas.

P.D.: Querido Toño, perdóname que no sea una crítica musical. Ni debo ni sé hacerla. Eso es para los "lleses" que gracias a Dios hay en nuestro mundo. Yo tan sólo sigo las teclas, en este momento, de Ludovico Einaudi.

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