Empresarios con sensación de fluidez

En nuestro entorno empresarios con estas características, los hay y los conozco a todos

28 de Agosto de 2022
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Corría 1987. El consejero delegado de Peasa me iba a comunicar el ascenso a jefe de la Sección de Política y Economía. Se había creado exprofeso porque Antonio, me dijo Chema (hoy, por cierto, meritorio magnate de los servicios a la Tercera Edad), decía que había que cuidarme. Como si por aquel entonces, noviembre de 1987, mi mujer y yo no estuviéramos ya enamorados hasta las trancas de esta ciudad y esta provincia. Chema me soltó, en el despacho del gerente José Mari, una frase lapidaria: "Con lo que has aprendido, tendrías que pagar". Con la primera parte de la oración, asentía. La segunda me echó atrás: en broma, le dije que no me promoviera a la jefatura. En chanza, me replicó que la decisión del Consejo estaba tomada y él no la iba a retrotraer. Tenía su retranca el CEO, que diríamos hoy con nuestras dosis de pedantería anglicista. Cuando leí a Richard Branson una máxima fabulosa hace un par de años, me acordé de aquella escena. El propietario de Virgin sostiene que a los tuyos hay que formarlos para que puedan irse y tratarlos tan bien que quieran quedarse. Poder y querer. La capacidad y la voluntad. La aptitud y la actitud.

Siete lustros después, rememoro aquel elenco de políticos a los que ya había entrevistado, Paco Fernández Ordóñez y Chiqui Benegas, Manuel Fraga y Alberto Ruiz Gallardón, Marcelino Camacho y Enrique Curiel, Rodríguez Sahagún y León  Buil. Me deslumbraban, tenían luz, calidad oratoria, desprendían un aura de excelencia. Me viene a la cabeza aquel anuncio del Renault 4: ¡Viva la diferencia!

Era más difícil cubrir la información económica. En las dificultades del diálogo social, cuando las negociaciones entre organizaciones patronales y sindicatos eran como los intentos de un náufrago de prender mecha (saltaban chispas en la fricción), los empresarios preferían echar un paso atrás. Y, sin embargo, poco a poco y gracias a un grupo valeroso de secretarios encabezados por Salvador Cored, Rogelio López y Javier Peña, las empresas se incorporaron al catálogo de fuentes periodísticas. Y sacaron el cuello para celebrar sus aniversarios. Y sus premios, tanto Ceos-Cepyme como la Cámara de Comercio, que acabarían unificados. He disfrutado muchísimo de todos los que he presentado, y tengo un aprecio especial al primero, el de 2006, con José Luis Estallo al frente de la Confederación. Aquel conferenciante inaugural fue Juan Carlos Cubeiro, que acababa de obtener un éxito editorial rotundo con su obra "La sensación de fluidez". Toda una declaración en novela, el hilo de un senior que se incorpora a una estructura laboral de jóvenes tiburones a los que, con paciencia y sabiduría, acaba adoctrinando con su experiencia.

Si eres observador, el periodismo te obsequia con oportunidades fabulosas. Una de ellas, no gratuita pero sí gratificante, me ha llegado con 61 palos. Como tantos que admiro, soy ahora empresario y desde este lado de la trinchera comprendo sus dificultades, sus obstáculos y sus alegrías. Estoy con el doble buzo, ora autónomo (¡joder, qué cruz entre castañazos fiscales y densidades burocráticas!), ora periodista. Y esa transversalidad de quien escribe tras observar que nos permite ser un poco sociólogos, un poquito psicólogos y algo lingüistas otorga unos horizontes inabordables, a veces evidentes y otras enigmáticos.

En las últimas dos semanas, he disfrutado tres ocasiones impagables (que no me lea Chema Cosculluela, ¡por Dios!) con las entrevistas a Carlos Monreal, Pablo Otín y Jesús María Ruiz de Arriaga. Tres oscenses (Jesús Mari lo es sin necesidad de justificación) que admiran al mundo, tres catedráticos de la economía circular, las energías renovables y los derechos de los consumidores. En los tres he podido admirar su sensación de fluidez, en la que confluyen sus conocimientos, su virtud estratégica, su facilidad oratoria y una indiscutible pasión. Sí, son conscientes de su misión y la ejercen con entusiasmo. Carlos reconoce, como otros grandes empresarios con los que he tratado, que existe una correlación entre sus proyectos de futuro con la responsabilidad y con una cierta "diversión" en las inversiones. Jesús Mari piensa en el futuro y deja el presente a su director general, Alejandro, y en sus garbeos por los horizontes del porvenir se entrega a su gran vocación, la estudiantil, ya con cuatro carreras y 14 posgrados. Y Pablo viaja sin cesar ensanchando sus expectativas con mercados en los que resulta imprescindible impregnarse de su cultura.

Los tres tienen un relato magnético. Atrapan al interlocutor. Me recuerdan al libro de Álex Rovira porque creen, crean y, por eso, logran. Los tres traspasan fronteras y, sin embargo, son de aquí, aunque los haya que los ignoren porque, efectivamente, su discurso puede resultar revolucionario para la quietud de la oficialidad. No, no es que no haya en nuestro entorno empresarios con estas características, los hay y los conozco a todos. Combaten un ecosistema renuente al emprendimiento y, en consecuencia, al crecimiento. Y, por consiguiente, a las oportunidades para las nuevas generaciones que han de buscar fuera, como han hecho Carlos, Pablo y Jesús Mari (el orden es cronológico en su aparición en EL DIARIO DE HUESCA), lo que aquí se les niega. Les he leído y releído lo que yo mismo he escrito. Y en ellos identifico el camino. Cuantos más nos sumemos, más avanzaremos.

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