La España invertebrada

En la cúpula ejecutiva se encuentra un señor que, destrucción de Montesquieu mediante, denigra el interés general hasta convertirlo en particular

19 de Febrero de 2024
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Conviene contextualizar en su tiempo la principal conclusión de La España Invertebrada de José Ortega y Gasset, la forja de un nuevo tipo de hombre español. Tal intención, aunque en el caso del pensador era bien intencionada en la pretensión de la instauración de la meritocracia frente a la mediocracia en términos actuales, ha dado pie a filosofías tiránicas, destructivas.

Establecida esta prevención, una obra como la de Gasset merece ser releída de cuando en cuanto, especialmente cuando nuestro país vive-padece una sucesión de vicisitudes que están provocando una indiscutible entropía, el desorden rayano en el caos. Errores y abusos políticos, defectos de las formas de gobierno y fanatismos se agolpan en nuestra España como sucediera un siglo antes.

La segunda gran conclusión de la desvertebración de hace una centuria bien podría aplicarse a la actualidad. Es el particularismo, que entonces como ahora se expresaba en los movimientos separatistas catalán y vasco, y cuya esencia estriba en que cada grupo deja de sentirse a sí mismo como parte y en consecuencia de compartir los sentimientos de los demás.

La apuesta de Ortega por un proyecto sugestivo de vida en común mediante un dogma nacional está hoy a una distancia sideral. Los independentismos se ven estimulados en sus minorías por las recompensas que, en la necesidad de obtener mayorías parlamentarias, recogen permanentemente para sembrar y cosechar más huestes a la disgregación de España.

Las encuestas del País Vasco desacreditan a Pachi López (recuerden la sentencia de la madre de Joseba Pagazaurtundua sobre las cosas que diría que nos helarían el corazón) por cuanto, en la única oportunidad del constitucionalismo para recomponer el sentimiento de afecto por España, la desperdició miserablemente con una miopía digna del más desastroso de los lehendakaris, responsabilidad compartida en menor medida por el soporte del Partido Popular a aquel gobierno. Y, de paso, los mismos sondeos constatan la lerdez (sí, de lerdos) estratégica de un partido que tantos compañeros enterró y cuyos ejecutores ahora respaldan al ejecutivo nacional. PSOE y PP están condenados a más insignificancia que, en el caso de los socialistas, un triste papel secundario sume quien sume, PNV o Bildu. De ser primera fuerza el partido proetarra, se habrá consumado el fracaso de funestas consecuencias incalculables del Estado de Derecho y, por primera vez, se producirá el otrora imposible metafísico de que el nogal se coma a los 'recogenueces' (lean "El árbol y las nueces" de Mamen Gurruchaga e Isabel San Sebastián y obtendrán muchas pistas).

Paradójicamente, tanto estas lecturas euskaldunas que luego se trasladarán a Cataluña en la España Invertebrada de la amnesia que borra el terrorismo de acá y de acullá a través de una infame ley de amnistía futura, pecan del mismo error que las consideraciones sobre la pérdida del poder territorial del sanchismo en beneficio del "feijooismo". Y es que en la cúpula ejecutiva se encuentra un señor que, destrucción de Montesquieu mediante, denigra el interés general hasta convertirlo en particular. Y si a Sánchez le va bien con Sánchez, a los Besteiro, Page, Susana Díaz y Lambán se las puede "picar un pollo", en términos vulgares. En el desastre, la España Invertebrada sirve a la causa del amado líder. Un régimen en sí mismo.

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